El día que vimos al Ébola por primera vez

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En octubre de 1976, el virólogo F. A. Murphy obtuvo en el CDC la primera micrografía electrónica del virus del Ébola, durante el histórico brote de Zaire. Aquella imagen filamentosa confirmó que no era Marburgo, sino un nuevo filovirus, y marcó un antes y un después en la respuesta mundial. A partir de ese primer vistazo surgió medio siglo de investigación: de la morfología al diagnóstico, de los reservorios a las vacunas

Imagen de portada: primera micrografía electrónica del virus del Ébola se obtuvo el 13 de octubre de 1976 por el Dr. F. A. Murphy, actualmente en la Universidad de California, Davis, quien entonces trabajaba en el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC).
Créditos: Centers for Disease Control and Prevention's Public Health Image Library (PHIL), with identification number #1833.

TEXTO POR QUIQUE ROYUELA
ARTÍCULOS
VIROLOGÍA | VIRUS
13 de Octubre de 2025

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En un laboratorio del CDC en Atlanta, otoño de 1976, un virólogo acerca al ocular del microscopio electrónico. Lo que aparece en la pantalla es extraño y fascinante: filamentos largos, sinuosos, con curvas caprichosas y un núcleo helicoidal. «La belleza oscura de un horror», recordaría años después. Aquel científico era Frederick A. Murphy y esas imágenes, las primeras micrografías electrónicas del virus que pronto se llamaría Ébola.

Un brote en el corazón de África

Todo empezó semanas antes, entre septiembre y octubre de 1976, cuando una fiebre hemorrágica desconocida se propagó por el norte de Zaire (hoy República Democrática del Congo), con epicentro en Yambuku. Los equipos congoleños y de la OMS documentaron un total de 318 casos y una letalidad estremecedora. A partir de muestras clínicas enviadas fuera del país, se puso en marcha una carrera contrarreloj para saber a qué nos enfrentábamos.

El cuadro clínico recordaba a Marburgo, otro filovirus descrito una década antes en Alemania y Yugoslavia. En Atlanta, el grupo de Patricia (Trish) Webb, Karl Johnson y Fred Murphy recibió materiales dañados durante el transporte; Webb logró rescatar una gota del medio absorbente y la inoculó en células de mono. Cuando el cultivo mostró citopatología, Murphy preparó rejillas para microscopía electrónica. Lo que vio no era exactamente Marburgo; era algo nuevo.

La fotografía que bautizó a un enemigo

La primera micrografía electrónica del virus se atribuye a F. A. Murphy, en el CDC. Varias fuentes fijan la fecha en 13 de octubre de 1976; otras la sitúan a finales de mes (31 de octubre) en materiales reproducidos más tarde en webs docentes. El consenso histórico más citado hoy utiliza el 13 de octubre, apoyado en testimonios y crónicas periodísticas; de todos modos, la discrepancia es útil para recordar que también la historia de la ciencia se construye con memoria y archivos.

Aquellas imágenes —negativamente teñidas, con los filamentos «como un plato de espaguetis»— se hicieron icónicas y ayudaron a distinguir morfológicamente el nuevo agente de otros virus envueltos. El núcleo helicoidal, el pericápside y la longitud filamentosa eran rasgos inequívocos.

Un nombre, un mapa, una familia

El nuevo virus recibió el nombre de Ébola, por el río cercano a Yambuku, para evitar estigmatizar a la misión católica donde se detectó el primer clúster. En los análisis retrospectivos, Breman y colegas —protagonistas de aquel trabajo de campo— relataron la cronología exacta: la sospecha inicial de Marburgo, la llegada de las muestras, la caracterización en laboratorio, la investigación epidemiológica y las lecciones que, décadas después, servirían en África occidental (2013–2016).

Los filovirus quedaban así con dos miembros paradigmáticos —Marburgo y Ébola—, visibles y distinguibles gracias a la microscopía electrónica. Si el aislamiento en cultivo daba la voz del virus, la EM daba su rostro.

Cómo se hace visible lo invisible

La microscopía electrónica (ME) fue, en 1976, el atajo técnico que permitió ver al virus antes de tener anticuerpos, PCR o secuencias. Las imágenes de diagnóstico se preparaban con tinción negativa (p. ej., acetato de uranilo) sobre rejillas de cobre; con 40.000–160.000 aumentos, el filamento emergía con nitidez suficiente para inferir su identidad. Un capítulo metodológico con claves actualizadas (fijación, resinados, cortes ultrafinos y EM de transmisión) muestra cómo se consolidó el protocolo en los años posteriores.

En paralelo, la historia de la fotografía del Ébola tiene otra protagonista: Alyne Harrison, micrografista del CDC, responsable de muchas de las micrografías de sección ultrafina que circularon en informes y revistas; su trabajo, junto al de Murphy, formó parte del expediente que persuadió a los equipos clínicos y a la dirección del CDC de que estaban ante un nuevo patógeno.

De la imagen al control del brote

La imagen no detiene un brote, pero orienta la respuesta: confirma linaje, sugiere vías de transmisión, ajusta biocontenimiento y acelera las redes de laboratorio. En 1976, esas micrografías contribuyeron a cimentar medidas estrictas de aislamiento, manejo de fluidos y vigilancia de contactos, tal como documentan el dossier de la OMS y los resúmenes históricos del CDC.

Con el tiempo, la EM cedió protagonismo diagnóstico a ELISA, RT-PCR y secuenciación, pero siguió siendo clave para morfología, ensamblaje y budding del virus, así como en ultraestructura de células infectadas y en estudios de patogénesis.

Un hilo que llega hasta hoy

El primer vistazo abrió un programa científico que ha recorrido casi medio siglo: reservorios probables en murciélagos frugívoros, saltos zoonóticos, cadenas de transmisión, inmunopatología, vacunas y terapias. Aquella moraleja técnica —ver para creer, y creer para actuar— se repitió en cada reemergencia del virus (Sudán 1976; RDC 1995; Uganda 2000; África occidental 2013–2016; RDC 2018–2020; Uganda 2022). Las crónicas históricas del CDC y OMS recapitulan cómo los avances de laboratorio se convirtieron en tácticas de campo.

Hoy, esa primera firma filamentosa convive con imágenes criotomográficas, reconstrucciones 3D del nucleocápside y mapas de interacciones proteína–proteína del virión. La foto de 1976 es, al mismo tiempo, un documento científico y un símbolo: recuerda que, en plena incertidumbre, un equipo pequeño puede producir la evidencia que cambia el rumbo.

Cómo contar esta efeméride sin caer en la nostalgia

Para el lector de hoy, la efeméride es más que un número redondo en el calendario: es una historia de metodología, cooperación y ética.

La metodología EM fue el «lenguaje» que permitió diferenciar rápidamente un filovirus de otros agentes; sin esa forma de ver, tal vez el brote habría sido más largo o más letal.

Cooperación. La secuencia Yambuku–Kinshasa–Atlanta–Ginebra cuenta un encadenamiento de cooperación característico de la ciencia (y qué, ojalá, se siguiera en el ámbito político): clínicos locales, epidemiólogos, microbiólogos, gestores y comunicadores. La ciencia aplicada a un evento real rara vez es individual.

Nombrar al virus como «Ébola» y no con el topónimo de la misión evitó asociar para siempre una institución concreta con el estigma de la enfermedad. Esta cuestión ética, aparentemente un detalle menor, fue una decisión profundamente humana.

¿Qué aprendimos al mirar?

Hay descubrimientos que se hacen con números; otros, con imágenes. En 1976, ver fue el primer paso para entender y, después, para actuar. Desde entonces, cada nueva fotografía de Ébola —en cultivo, en tejidos, en modelos animales— ha ido puliendo una idea: la biología no solo se escribe, también se ilustra. Y a veces, una imagen inaugura una disciplina entera.

El día que Murphy enfocó el microscopio, la ciencia ganó una pista; el mundo, una alerta; la historia de la medicina, un emblema.

Para saber más

—Crónica técnica e histórica del descubrimiento: Breman et al. (2016), Discovery and Description of Ebola Zaire Virus in 1976….
—Informe de la OMS sobre el brote de Zaire 1976 (cronología, clínica, respuesta).
—Relato periodístico con testimonio de Murphy y datación del primer EM (13–10–1976): TIME.
—Repositorio de imágenes de UTMB (micrografías históricas atribuidas a Murphy).
—Ficha de Wikimedia Commons (nota histórica de la fecha; usar con cautela, pero útil para contraste).
—Metodología EM aplicada a Ébola (capítulo técnico): Noda (2017).
—Museo del CDC y páginas históricas del CDC (contexto y material expositivo).

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