Haldane: el hombre que convirtió la evolución en matemáticas
En un mundo donde la biología parecía territorio exclusivo de microscopios y gabinetes polvorientos, apareció un hombre que, lápiz en mano y cerebro en ebullición, se atrevió a introducir el álgebra en la selva darwiniana. John Burdon Sanderson Haldane —o simplemente J.B.S., como lo llamaban sus colegas y enemigos por igual— fue uno de esos personajes que parecen sacados de una novela de aventuras científicas: excéntrico, brillante, provocador y siempre dispuesto a meterse en un buen lío... por el bien de la ciencia, claro.
1 de Diciembre de 2025
Tiempo medio de lectura (minutos)
De experimentos caseros a la vanguardia evolutiva
Este científico con nombre de escritot nació en Oxford en 1892, hijo de un fisiólogo escocés, y no tardó en hacer de la ciencia una cuestión personal. Literalmente. A los doce años ya participaba en experimentos de respiración con su padre, sometiéndose a atmósferas ricas en dióxido de carbono para estudiar los efectos en el cuerpo humano. Esto, además de convertirle en uno de los precursores de la biohacking avant la lettre, le dejó una resistencia pulmonar envidiable… y una perspectiva poco convencional sobre los límites del cuerpo y la mente.
A pesar de estudiar en el elitista Eton y en Oxford, Haldane no se amoldó nunca a los moldes académicos. Aunque jamás obtuvo un título formal en biología, acabó siendo una figura central en su desarrollo como disciplina moderna. Profesor en Cambridge, en la Royal Institution y en el University College de Londres, demostró que una mente afilada podía hacer mucho más por la biología que cualquier diploma.
El arquitecto matemático de la evolución
Haldane fue, junto con Ronald Fisher y Sewall Wright, uno de los fundadores del neodarwinismo, la síntesis moderna que reconcilió la teoría de la evolución por selección natural con los hallazgos de la genética mendeliana. ¿Cómo? Introduciendo las matemáticas —esas herramientas que tanto asustan a los biólogos— para modelar la evolución como un proceso cuantificable.
Gracias a él entendemos mejor cómo los genes cambian en las poblaciones a lo largo del tiempo, cómo la selección natural actúa sobre mutaciones concretas y por qué algunas características prevalecen mientras otras desaparecen. Todo esto lo hizo con un estilo claro, a menudo humorístico y con una capacidad asombrosa para traducir problemas biológicos complejos en fórmulas elegantes. Sus artículos en The Daily Worker (un periódico comunista británico) demostraban que la divulgación científica no estaba reñida con la profundidad ni con la ideología.
Comunismo, ciencia y cambio de país
Haldane era más que un científico. Era un pensador político apasionado. Comunista declarado, participó en debates públicos, escribió sobre la relación entre ciencia y sociedad, y no tuvo reparo en denunciar los excesos del imperialismo británico o en defender la investigación científica como una herramienta de liberación.
En 1956, desilusionado con el Reino Unido y sus políticas (especialmente después de la intervención en Suez), decidió mudarse a la India, donde años más tarde obtendría la ciudadanía. Allí continuó su trabajo en el prestigioso Instituto de Estadística de la India, en Calcuta, rodeado de jóvenes científicos que veían en él un puente entre la biología clásica europea y una ciencia más global, mestiza y libre.
Ciencia hasta el último aliento
Incluso al final de su vida, Haldane no dejó de experimentar. Al ser diagnosticado con un cáncer intestinal, escribió un poema titulado “Cancer’s a Funny Thing” (El cáncer es una cosa graciosa), que refleja su sentido del humor incluso ante la muerte. Murió en 1964, habiendo dejado un legado inmenso no solo en la genética y la evolución, sino también en la forma en que entendemos el papel del científico en la sociedad.
¿Por qué recordar a Haldane hoy?
Porque su vida demuestra que la ciencia no solo avanza en laboratorios silenciosos, sino también en las plazas públicas, en periódicos militantes y en conversaciones a contracorriente. Que un matemático puede revolucionar la biología. Que el compromiso político no está reñido con el rigor científico. Y que, a veces, para comprender cómo evolucionan los seres vivos, hay que atreverse a cambiar de país, de lengua y hasta de sistema político.
J.B.S. Haldane fue una ecuación viva entre ciencia, ética y pasión por entender el mundo. Una especie de Darwin con calculadora, un Marx con microscopio y, por encima de todo, un incansable buscador de la verdad.
Deja tu comentario!