Un viejo conocido

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Las abrumadoras cifras de casos de cáncer en las últimas décadas nos inducen a pensar que el cáncer es una enfermedad del siglo XXI pero la realidad es muy distinta. Los nuevos avances científicos en la detección e identificación de diferentes patologías nos han enseñado que enfermedades como el cáncer ya existían hace millones de años.

TEXTO POR JOSEP BIAYNA
ARTÍCULOS
HISTORIA | ONCOLOGÍA
15 de Diciembre de 2014

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El siglo XXI representa un punto de inflexión en la historia de la humanidad, podríamos considerarlo como el final de los cambios realizados durante la revolución industrial. A lo largo de dicho proceso la población mundial se ha triplicado y nuestra expectativa de vida se ha alargado considerablemente, generando en consecuencia un envejecimiento de la población generalizado en muchos países. El conjunto de todos estos cambios demográficos, económicos así como ambientales han tenido una clara influencia en la incidencia de enfermedades como el cáncer. Según la organización mundial de la salud (OMS), el cáncer es una de las primeras causas de muerte a nivel mundial; en referencia a los datos de 2012 se le atribuyeron 8,2 millones de muertes en todo el mundo. Sin embargo, por muy contemporánea que parezca esta enfermedad, el cáncer lleva mucho tiempo con nosotros.

Dinosaurios, neandertales y las pistas de la paleo-oncología

Si miramos hacia atrás, hace 70 millones de años, seguramente veríamos una tierra en donde los dinosaurios y otros grandes reptiles del Cretácico superior ocupaban la mayor parte de los nichos ecológicos. Si la paleontología nos ha mostrado las maravillas de nuestro pasado en la tierra, la paleo-oncología –que es la ciencia que estudia el cáncer en la antigüedad- nos ha mostrado mediante exhaustivos estudios que los dinosaurios también padecían cáncer. En 2003 un grupo de investigadores realizó un estudio en el que se examinaron aproximadamente unas 10.000 vértebras de dinosaurios en busca de tumores óseos. Los resultaros mostraron la presencia de 29 tumores en un grupo de unos 97 hadrosaurios, unos dinosaurios herbívoros conocidos comúnmente por su característica mandíbula en forma de pico de pato.

Pero no solo los dinosaurios nos han mostrado la presencia de cáncer en la prehistoria. Investigaciones realizadas en huesos de neandertales de hace más de 120.000 años en el yacimiento de Kaprina en el norte de Croacia, revelaron la presencia de una costilla con evidencias de displasia fibrosa, un trastorno que produce el desarrollo anormal de tejido fibroso dentro de uno o más huesos. Es considerada como una de las enfermedades tumorales benignas más comunes en los humanos modernos.

Costilla de Kaprina, deterioro visible en el interior del hueso debido a displasia fibrosa
Costilla de Kaprina, deterioro visible en el interior del hueso debido a displasia fibrosa. Fuente: GW Weber. Universidad de Viena, Austria.

3000 AC: El cáncer de mama se describe en la misma época en la que se construye Stonehenge

Del mundo clásico al renacimiento italiano

Las evidencias de cáncer en humanos se describen desde las primeras referencias médicas. En el antiguo Egipto (3000-800 a. de C.) encontramos escritos como el Edwin Smith Surgical Papyrus un documento que da testimonio por primera vez del cáncer de mama en varones o el Ebers Papyrus en donde se mencionan el cáncer de piel, útero y recto, entre otros. Precisamente la descripción en 2010 de una momia de hace 2.700 años con cáncer de próstata constituye uno de los indicadores de que el cáncer estaba presente en tiempos antiguos y por lo tanto que éste había tenido una importante influencia en la cultura médica egipcia. [[El caso más antiguo de metástasis en cáncer de próstata, detectada en una momia de 2.700 años. MNA / DDF - Instituto dos Museus e da Conservação, I.P., Lisbon]]

El caso más antiguo de metástasis en cáncer de próstata, detectada en una momia de 2.700 años
El caso más antiguo de metástasis en cáncer de próstata, detectada en una momia de 2.700 años. Fuente: MNA / DDF - Instituto dos Museus e da Conservação, I.P., Lisbon.

También en la Antigüedad, Hipócrates, considerado el padre de la medicina, que vivió en Grecia alrededor del año 400 a. de C., es el primero en reconocer la diferencia entre tumores benignos y malignos. De hecho el nombre cáncer proviene de la palabra griega para cangrejo, ya que los científicos griegos pensaban que los grupos de células cancerosas se extendían como las patas de este animal. Más tarde Galeno (130-200 d. de C.) sería el primero en usar la palabra oncos para describir tumores malignos, nombre que es usado actualmente como raíz de la palabra “oncología”.

En el año 403 se identifica la necrosis en cáncer y los visigodos invaden Italia

Curiosamente el estudio del cáncer tuvo un gran receso en los siguientes siglos, y no es hasta el renacimiento, a principios del siglo XV, cuando los científicos empiezan a adquirir un gran conocimiento del cuerpo humano. Es en este contexto en el que –incluso- figuras tan importantes del renacimiento italiano como Fernando I de Nápoles (1431-1494) sufrieron también algún tipo de cáncer. El estudio de su momia, que se encuentra en la abadía napolitana de S. Domenico Maggiore, reveló la presencia de un tumor maligno en la pelvis que muy seguramente pudo haberse originado en el colon o la próstata.

En el año 1315 tiene lugar la distinción clínica entre tumor benigno y maligno en cáncer de mama, un año después de que Dante escribiera la Divina Comecia

Es a partir de este punto cuando la medicina y la investigación oncológica adquieren una nueva dimensión. Cirujanos como John Hunter (1728-1793) y sus protocolos sobre qué tipo de tumores eran susceptibles a ser operados. No fue hasta mucho más tarde cuando el descubrimiento del ADN permitió explorar las causas moleculares del cáncer, generando el conocimiento necesario para afrontar los retos que esta enfermedad nos propone en pleno siglo XXI.

Como hemos visto a lo largo de este artículo, el cáncer no es una enfermedad moderna pero a diferencia de en épocas pasadas, su incidencia se ha disparado exponencialmente, constituyendo una patología cada vez más evidente y un desafío para nuestra calidad de vida.

Referencias

Créditos de la imagen de portada: MNA / DDF - Instituto dos Museus e da Conservação, I.P., Lisbon

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