Muchas personas tienden a pensar que los animales son seres inferiores al hombre debido en buena medida a cuestiones culturales, influidas por la religión, que otorgan un papel cualitativamente superior a las capacidades racionales humanas. Hoy en día hay estudios que concluyen que algunas de estas capacidades antes vedadas a los animales, como la moralidad o la justicia, pueden estar presentes también en ellos.
Frans de Waal, el conocido etólogo holandés, aportó en 2003 un maravilloso estudio en el que demostró que los monos capuchinos (Cebus apella) son capaces de reconocer un trato injusto y actuar en consecuencia. Lo que hizo en su estudio fue entrenar a dos de estos primates para que realizaran un sencillo ejercicio, al final del cual serían recompensados bien con uvas (que era el alimento más apreciado por ellos), bien con rodajas de pepino (que no les resultaban tan apetecibles). En todo momento los dos monos capuchinos podían verse el uno al otro. Cuando a los dos monos se les pidió que hicieran el mismo ejercicio, ambos lo ejecutaron correctamente, pero uno fue recompensado con una uva mientras que al otro se le premió con una rodaja de pepino. Este último mono rechazó sistemáticamente su recompensa porque (según interpretaba Waal) consideraba que se había cometido una injusticia con él, dado que había hecho exactamente el mismo ejercicio que el compañero que había recibido una uva. Tal era su frustración que llegaba a lanzarle la rodaja de pepino al investigador.
En este video, Frans de Waal explica cómo los monos capuchinos son capaces de percibir una injusticia.
Tanto humanos como algunos animales reaccionan ante un reparto desigual de los recursos
La justicia es, desde un punto de vista humano, la virtud que inclina a dar a cada uno lo que le pertenece o lo que le corresponde. A la luz de lo expuesto hasta ahora, podemos observar una profunda complejidad en la conducta, tanto en los humanos como en monos capuchinos, en relación a un reparto justo de los bienes. Pero, ¿Cómo surgen estos modelos de comportamiento tan complejos? Se piensa que se lo debemos a la cooperación. Los animales sociales tienden a cooperar para lograr objetivos comunes, ya sea obtener alimento o protegerse frente a depredadores, entre otras tareas. Este tipo de cooperación mutualista proporciona beneficios a todos los miembros del grupo y para todos supone una ventaja, aunque en el grupo siempre se pueda esconder un individuo “tramposo”. Si un miembro comienza a copar más recursos de los que le corresponden, el equilibrio impuesto por la cooperación se romperá, los individuos dejarán de colaborar entre ellos y por tanto, todos saldrán perjudicados porque no podrán acceder a los alimentos o no podrán repeler a un depredador. Por esa razón tanto humanos como algunos animales reaccionan ante un reparto desigual de los recursos.
A continuación voy a exponer varios ejemplos de observaciones reales que tratan de restablecer un equilibrio alterado. En el primero de ellos, recogido en un documental, los protagonistas son dos grupos de elefantes africanos (Loxodonta africana) que compartían un charco en época de sequía. Un individuo joven de una de las manadas atacó y sorprendió a otro individuo de similar tamaño de la otra manada. El grupo del elefante agredido se adelantó y plantó cara. En cuanto a la manada del joven agresor, se retiró perdiendo el lugar privilegiado que tenían en el charco, presumiblemente asumiendo comunitariamente la grave infracción que había cometido uno de sus miembros.
En el segundo ejemplo, dos chimpancés (Pan troglodytes) hembras adolescentes del zoo de Arnhem (Holanda) decidieron quedarse en la pradera exterior en un día soleado cuando se las estaba llamando para entrar a los cobijos. En el zoo repartían su comida una vez que todos los miembros habían entrado y los demás chimpancés esperaban dentro a que entraran las dos hembras rezagadas, lo que provocó malestar entre ellos. Cuando al fin entraron, se les hizo dormir en cobijos separados al resto para evitar confrontaciones. A la mañana siguiente, cuando volvieron a coincidir en la pradera exterior, los chimpancés no habían olvidado lo ocurrido y las dos jóvenes chimpancés que habían retrasado la cena del grupo fueron perseguidas y agredidas por el resto de sus compañeros. Aunque era una regla impuesta por el ser humano, los chimpancés percibían que el grupo se beneficiaba al cumplirla ya que recibían su ración de comida y reprendieron duramente a quien desobedeció la norma. Al día siguiente las dos chimpancés responsables del altercado fueron las primeras en entrar al cobijo.
Por último describiré dos observaciones propias. Tengo la enorme fortuna de convivir a diario con un grupo de 23 monos capuchinos y en varios años he podido observar comportamientos muy variados y en muchas ocasiones muy elaborados. Algunas veces, varios miembros del grupo fueron momentáneamente separados, de forma que perdían el contacto visual con el resto de monos. Pues bien, no son pocas las ocasiones en las que pudimos presenciar cómo los miembros del grupo principal compartían alimentos a través de una rendija con los individuos separados, a los que consideraban más desfavorecidos. Los monos del grupo principal ignoraban que sus compañeros del grupo secundario también disponían de comida y colaboraban con ellos repartiendo sus propios recursos.
Otro ejemplo que hemos podido observar es la devolución de objetos que ellos consideran nuestros. En una ocasión uno de los monos capuchinos le quitó un objeto a un cuidador y se adentró en la instalación con él y otro mono que había presenciado la escena, se lo arrebató a su vez, se acercó a nuestra zona técnica donde nos encontrábamos y nos lo devolvió.
A tenor de los estudios, experimentos y observaciones podemos inferir que muchos animales reflejan, quizá de forma incipiente, algunas capacidades que pensábamos que eran exclusivas de los seres humanos. Hay experimentos con monos, perros y ciertas aves que rechazan sus recompensas cuando esta es inferior al que otro recibe por la misma tarea, como veíamos al principio. Sin duda se trata de comportamientos muy complejos que nos hacen replantearnos si realmente los animales son tan diferentes a nosotros como dicen.
Referencias:
Brosnan, S.F.; F.B. M. de Waal. 2003. Monkeys reject unequal pay. Nature 425: 297-299.
F.B. M. de Waal. 2014. El bonobo y los diez mandamientos. Metatemas Tusquets editores.
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