Los conejillos de indias y los humanos son unos de los pocos mamíferos que no pueden sintetizar el ácido ascórbico, también llamado vitamina C y necesitan absorberlo de los alimentos. La falta de esta vitamina lleva a la síntesis defectuosa del colágeno, la proteína que forma nuestros huesos y piel. Cuando la falta de vitamina C se prolonga en el tiempo se produce escorbuto.
Esta enfermedad fue documentada ya por los antiguos egipcios en el papiro de Ebers, que data del año 1500 a. E. C., quienes sugieren tratarla con cebolla, con lo cual no iban mal encaminados teniendo en cuenta que hoy sabemos que contiene pequeñas cantidades de ácido ascórbico. Cientos de años después, Hipócrates describe los síntomas de la enfermedad y su relación con los ácidos.
A lo largo de la historia su cura fue olvidada y descubierta muchas veces. Se estima que entre los años 1500 y 1800 más de dos millones de marinos murieron a causa de uno de estos olvidos.
Cuando la falta de vitamina C se prolonga en el tiempo se produce escorbuto.
Si pensamos en piratas, salvo por Jack Sparrow, muchas veces pensamos en hombres serios y avejentados, de piel manchada, con bocas sangrantes y vacías de dientes, una pata de palo y un loro en el hombro. Todos esos síntomas, excepto la presencia del loro, se corresponden con los de una persona con escorbuto, enfermedad que provoca fatiga, depresión, manchas en la piel, degradación de los huesos y sangrado de las mucosas, y que invariablemente conduce a la muerte si no recibe tratamiento.
Si bien ya en los viajes de Vasco de Gama en 1497 se conocía que los cítricos curaban la enfermedad, se sospechaba que era por ser ácidos, por lo que cualquier ácido (limones, vinagre o incluso ácido sulfúrico) podía funcionar. Eso sumado al hecho de que los marinos no disponían de frutas y hortalizas a bordo, contribuyó a que 116 de los 170 miembros de la tripulación de Vasco de Gama murieran a causa del escorbuto.
En 1747, mientras servía como médico a bordo del HMS Salisbury, James Lind realizó el primer ensayo clínico con grupo de control de la historia. Seleccionó a doce hombres de los muchos que padecían escorbuto, los dividió en seis grupos y a cada grupo le asignó un ingrediente que sumarían a su dieta básica. En diez días el par que agregó cítricos a su dieta se recuperó de la enfermedad mientras que los que agregaron a su dieta vinagre, sidra, elixir de vitriol (ácido sulfúrico) o agua de mar no lo hicieron. Con este experimento Lind pudo probar que el escorbuto se puede curar con cítricos frescos pero no con otros ácidos. Con espíritu emprendedor, el doctor intentó enriquecerse vendiendo extracto de zumo de lima como remedio para el escorbuto, pero no surtía efecto porque la vitamina C se descompone rápidamente en contacto con el oxígeno del aire, de ahí el consejo de madres y abuelas: «Tómate rápido el zumo que se le van las vitaminas».
Gracias al estudio de Lind, pero no muy convencidos, la marina británica obligaba a sus capitanes a llevar cargamentos de cítricos. Como la producción de limas era mucho mayor que la de limones, llenaron las bodegas de estas, pero su contenido de vitamina C es mucho menor que el de los limones y además los consumían como zumo, por eso las tripulaciones seguían enfermando. Esto ayudó a mantener la creencia, hasta bien entrado el siglo XIX, de que la cura del escorbuto radicaba únicamente en la acidez.
En 1747, mientras servía como médico a bordo del HMS Salisbury, James Lind realizó el primer ensayo clínico con grupo de control de la historia.
Fueron necesarios muchos años de esfuerzo sostenido de varios investigadores para encontrar el misterioso «agente antiescorbuto». Y llegados a este punto seguro que adivináis qué animalitos usaron para llevar a cabo la investigación...¡Exactamente!, conejillos de indias, quienes deben su llegada a Europa a los viajes de altamar a América en el siglo XVI, de ahí su nombre «de indias».
En 1907, los bioquímicos noruegos Axel Holst y Alfred Frölich descubrieron que los conejillos de indias mostraban síntomas de escorbuto al quitar ciertos alimentos de su dieta y que esos síntomas desaparecían cuando los animalitos eran alimentados con col lombarda. Esto los lleva a una intensa búsqueda de qué parte de los alimentos exactamente es la que cura el escorbuto.
En 1928, el bioquímico húngaro Albert Szent-Györgyi aísla un agente orgánico que encontró en extractos de plantas y tejidos animales y decide llamarlo ácido hexurónico. Cuatro años después, en 1932, demuestra que ese ácido es el «factor antiescorbuto» descubierto por Holst y Frölich. En ese mismo año, el químico británico Norman Haworth dedujo la estructura del ácido hexurónico y lo rebautizó como ácido ascórbico, nombre que proviene de a-,falta de y -scorbic, escorbuto. Al año siguiente, Haworth y su equipo consiguen sintetizar ácido ascórbico en el laboratorio. Cuatro años después, en 1937, el trabajo de Szent-Györgyi le valió el premio Nobel de Medicina por su descubrimiento del ácido ascórbico y Haworth recibió el premio Nobel de Química por su investigación de carbohidratos y vitamina C.
En la actualidad, se sigue investigando sobre el ácido ascórbico. Hace apenas trece años los científicos del Crown Research Institute (CRI) se preguntaron por qué el kiwi tiene mucho más ácido ascórbico que otras frutas (por ejemplo, tiene el doble que los limones). A raíz de esa pregunta notaron que el mecanismo exacto que las plantas usan para producir este ácido se desconocía en gran parte, por lo que llegaron a la conclusión de que para saber por qué el kiwi produce tanto ácido ascórbico, primero necesitan saber cómo se produce.
En ese mismo año, el químico británico Norman Haworth dedujo la estructura del ácido hexurónico y lo rebautizó como ácido ascórbico, nombre que proviene de a-,falta de y -scorbic, escorbuto.
En 1998, dos científicos británicos, Glen Wheeler y Nickolas Smirnoff, propusieron cuál es la serie de reacciones químicas que tienen lugar en las plantas para producir ácido ascórbico y que cada una de esas reacciones necesita una enzima particular, pero no las identificaron. Trabajando con distintas variedades de kiwis y usando información de bases de datos de ADN, entre 2004 y 2007 el grupo del CRI logró aislar e identificar todas las enzimas del mecanismo. Actualmente, se dedican a investigar cuáles son los genes que hacen que ciertas semillas den lugar a kiwis que producen más vitamina C que todos los demás.
Mi abuela confundía los conejillos de indias con los kiwis. Y hay que reconocer que un poco se parecen, o por lo menos, que tienen varias cosas en común.
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