Se prevé una noche sin viento

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Ninguna previsión meteorológica detectó el ciclón extratropical que procedente del Golfo de Vizcaya azotaría Inglaterra en octubre de 1987. La Gran Tormenta, que dejó dieciocho fallecidos, 15 millones de árboles derribados y daños por valor de 1 500 millones de libras de la época, se convirtió en el catalizador de un programa de mejora de las previsiones meteorológicas a nivel científico, tecnológico y de comunicación. 

TEXTO POR VANESSA POMBO
ILUSTRADO POR RAQUEL GU
ARTÍCULOS
METEOROLOGÍA
23 de Noviembre de 2015

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Aquella tarde del 15 de octubre de 1987, Michael Fish, meteorólogo de la BBC, dio un parte que quedaría tallado a escoplo en la memoria colectiva del país y traería grandes dolores de cabeza a los servicios meteorológicos británicos. Fish se dirigió a cámara y dijo: «Según parece, una mujer ha telefoneado esta mañana a la BBC diciendo que había oído que se aproximaba un huracán; bien, si está usted viendo esto, no se preocupe: no hay ningún huracán en camino. Dicho esto, lo cierto es que el tiempo se pondrá muy ventoso, pero la mayor parte de estos fuertes vientos pasarán por España y cruzarán a Francia».

Posteriormente, siempre sostuvo que se estaba refiriendo al huracán Floyd que había golpeado la costa este de EE.UU. Pero en los meses posteriores tendría muchas ocasiones de lamentar la fatal casualidad de que en aquellos mismos instantes, un ciclón extratropical nacido en el Golfo de Vizcaya se estuviera desplazando hacia el noroeste del continente. Este ciclón estaba a punto de causar una devastación masiva en Inglaterra, especialmente en el sureste del Reino Unido, así como numerosos daños en la Bretaña francesa y en el norte de España.

Un escorpión encolerizado

Todo comenzó en las primeras horas del 15 de octubre, cuando una masa de aire tropical (cálida) y una masa de aire polar (fría) colisionaron, forzando al aire caliente a ascender, creando un área de bajas presiones. Se trataba de una depresión atmosférica de manual; la atmósfera intenta nivelar el desequilibrio de presiones haciendo que el aire en las altas presiones fluya hacia las bajas: así es como se produce el viento. Cuanto más grande es la diferencia entre presiones, más rápida es la corriente de aire.

Lo que no estaba en los manuales —y a partir de aquel momento hubo que incluirlo— es un fenómeno que se produjo aquella noche: el «sting jet» o chorro en aguijón, que hoy está bien documentado, pero del que por entonces no se sabía nada. La parte sur de la nube de tormenta adoptó una forma de cola de escorpión y la masa de aire frío descendente se enfrió en esa zona más de lo habitual, debido a que al descender evaporaba la lluvia que encontraba en su camino. Así, como me explica Carlos F. Balseiro, de 4Gotas, «al ser la diferencia de temperaturas mayor de lo previsto, también la velocidad de la corriente de aire aumentó más de lo que se esperaba». Por ello, cuando un «sting jet» toca tierra produce vientos de gran violencia localizados en un área muy pequeña. La Gran Tormenta de 1987 desveló la existencia de este fenómeno.

Lo que no estaba en los manuales —y a partir de aquel momento hubo que incluirlo— es un fenómeno que se produjo aquella noche: el «sting jet» o chorro en aguijón, que hoy está bien documentado, pero del que por entonces no se sabía nada.

Chorro en aguijón sobre Escocia en enero de 2012
Chorro en aguijón sobre Escocia en enero de 2012. Fuente: Cazatormentas.net

El ciclón sobresaltó al escritor alemán Georg Sebald durante la madrugada en su hogar inglés. Ocho años después, describía el fenómeno en su obra Los anillos de Saturno (Ed. Anagrama):

«Me desperté alrededor de las tres de la mañana, no tanto a causa del bramido creciente como por el calor en aumento y la presión atmosférica ascendente en mi habitación. A diferencia de otras tormentas equinocciales que he vivido aquí, ésta no llegaba en ráfagas intermitentes, sino en un único empellón de una persistencia regular, pero, por lo que parecía, cada vez más fuerte. […] aún recuerdo que no confiaba en mis ojos cuando volví a mirar hacia fuera y allí donde antes chocaban ondas de aire contra la masa negra de los árboles, ahora no veía más que un horizonte vacío, macilento. […] En el mismo momento en que me percaté de la inhabitual claridad nocturna sobre el parque, supe que allí estaba todo destruido».

Árboles tras la gran tormenta.
Árboles tras la gran tormenta. Autor: NTPL/Alamy. Fuente:The Guardian

Era el peor acontecimiento meteorológico que sacudía Inglaterra desde 1703. En realidad, Fish tenía razón: no era un huracán en sentido estricto (no se había formado en el trópico), pero sí causó vientos huracanados locales de más de 200 km/h. Los daños materiales observados en el sureste hacen pensar que en algunas zonas llegaron a producirse tornados.

La Gran Tormenta de 1987 desveló la existencia de este fenómeno.

Hubo dieciocho fallecidos, una cifra que habría sido mayor si hubiera ocurrido durante el día, y el viento derribó 15 millones de árboles.  Muchos de ellos cayeron sobre ventanas y tejados de edificios, así como sobre carreteras y vías de tren, dificultando el transporte durante los siguientes días.

La caída de los árboles hizo además que aquella noche se perdiera más cableado eléctrico que en toda la década precedente. Cientos de miles de personas se quedaron sin electricidad durante más de 24 horas; en algunos hogares no se restablecería el servicio hasta dos semanas después. El National Grid tuvo que decidir si mantenía el suministro eléctrico en las regiones del sureste (que incluían la ciudad de Londres), o si lo cortaba para evitar una caída general del sistema. En una decisión sin precedentes desde la Segunda Guerra Mundial, cortó el suministro en cuanto comenzaron las señales de sobrecalentamiento.

Londres perdió gran parte de su arboleda, que al caer bloqueó carreteras, dañó edificios y aplastó coches. Se interrumpió gran parte del transporte público y se aconsejó a los ciudadanos que no fueran a trabajar. Los mercados bursátiles se vieron obligados a cerrar: un granito de arena que se sumó a las diversas circunstancias que provocaron el Lunes Negro de Wall Street el día 19. Los daños generales se estimaron en 1 500 millones de libras de la época, más de 5 000 millones de euros actuales, y el país acusó durante mucho tiempo el choque emocional de enfrentarse a la certeza de la propia vulnerabilidad.

Daños en Londres.
Daños en Londres. Fuente: BBC

Sobre las consecuencias ecológicas, el testimonio de Sebald es tan poético como estremecedor:

«Puesto que se había cortado la electricidad en toda la región, todo se había sumido en la oscuridad más profunda. Ni siquiera el más débil vislumbre de nuestras moradas y vías de circulación empañaba el cielo. […] Desde el punto más septentrional descendiendo hasta el horizonte más al sur, donde antes los árboles habían alterado el panorama, se extendían refulgentes las constelaciones, la Pértiga del Carro, la Cola del Dragón, el Triángulo de Taurus, las Pléyades […] La irradiación del sol, a la que ya no detenía nada, destrozó en un plazo brevísimo de tiempo toda la vegetación umbría del jardín, y con el tiempo la sensación de estar viviendo al borde de una estepa era cada vez mayor. Donde hacía poco tiempo al despertar el día los pájaros eran tan numerosos y cantaban tan alto, que a veces había que cerrar las ventanas del dormitorio, donde las alondras se alzaban por la mañana sobre los campos y donde en las horas del atardecer había momentos en que incluso se oía cantar a un ruiseñor desde la espesura, ahora apenas se percibía un sonido vivo».

«¿Por qué no se nos advirtió?»

Pese a haberse referido a otro incidente, el desafortunado comentario de Fish en la BBC quedó para la historia y fue repetido incesantemente por los medios durante los meses siguientes, como símbolo de lo que no se había hecho bien. La Met Office (Oficina Meteorológica del Reino Unido) recibió severas críticas por no haber previsto la catástrofe.

Portada del Daily Mirror del 17 de octubre.
Portada del Daily Mirror del 17 de octubre. Fuente: Daily Mirror

Aunque cinco días antes de la tormenta las previsiones apuntaban a que se aproximaba un fenómeno meteorológico de alta intensidad, a medida que la fecha se acercaba los modelos predictivos comenzaron a arrojar unos resultados más confusos. Para cuando llegó el 15 de octubre, las autoridades meteorológicas creían que el incidente solo rozaría la costa sur de Inglaterra con fuertes lluvias. La gente se acostó aquella noche sin que ningún canal de radio ni televisión hubiera mencionado que se aproximaban vientos huracanados. En un vídeo que lanzó en 2012 al cumplirse 25 años del suceso, la Met Office admite: «En realidad, en 1987 no teníamos forma de saber si se avecinaban condiciones meteorológicas extremas. Fue una auténtica llamada de atención».

La gente se acostó aquella noche sin que ningún canal de radio ni televisión hubiera mencionado que se aproximaban vientos huracanados.

La oficina reaccionó al jaque del escorpión celeste y a las críticas posteriores: la Gran Tormenta se convirtió en el catalizador de un programa de inversión y mejora de las previsiones meteorológicas a nivel científico, tecnológico y de comunicación. En los años siguientes, se amplió el número y la calidad de las mediciones que se llevaban a cabo desde barcos, aviones, boyas y satélites en el sur y el oeste del Reino Unido. Se mejoró la formación de los meteorólogos y el sistema de alertas para condiciones meteorológicas extremas. Además, la Met Office adquirió un supercomputador más potente, lo que permitió refinar los modelos computacionales.

El vídeo de 2012 explica algunos de los cambios implantados:

«Hemos mejorado nuestra comprensión de la atmósfera y cómo la representamos en nuestros modelos: cómo representamos las nubes, las montañas… El segundo gran avance está relacionado con la tecnología y los supercomputadores que empleamos para hacer las previsiones. Dividimos la superficie terrestre en cuadrados que en el modelo más detallado del Reino Unido de 1987 abarcaban una superficie de 80 km2, y que hoy abarcan 1.5 km2. Esto da una idea de los detalles extra que obtenemos en cuanto a superficies montañosas, sistemas tormentosos individuales, línea de costa...».

Además, para un acontecimiento atmosférico determinado no realizan una sola previsión sino varias, obteniendo las probabilidades de diferentes escenarios.

Un episodio que se cobró vidas humanas y sacudió costas, árboles y certezas, pero que también promovió el desarrollo de una instrumentación más sofisticada para mejorar las previsiones y así reducir en lo posible los peores daños de las fuerzas de la naturaleza.

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