Severo Ochoa, premio Nobel en el exilio

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«En mi vida hay algo que ha merecido la pena y no es la investigación científica, sino el haber tenido su amor. ¿Cómo puede sorprenderse alguien de que diga que mi vida sin Carmen no es vida?» Frase que Severo Ochoa le dedicó a su mujer, Carmen García Cobián, tras su fallecimiento. 

TEXTO POR ANDRÉS CORDEIRO
ILUSTRADO POR JOSÉ MORENO
ARTÍCULOS
BIOQUÍMICA | CIENCIA
20 de Junio de 2017

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Hablar de Severo Ochoa es hablar sobre una etapa de profunda crisis económica y moral. Los estados se estaban recuperando del brutal fratricidio continental, apoyado en las esencias individuales de las políticas nacionales, bajo el proteccionismo del poder industrial y tecnológico de la guerra alemana, que suscitó mucha admiración y tanto miedo generó durante la Primera Guerra Mundial.

Severo Ochoa nació en Asturias en 1905 y realizó sus primeros estudios de licenciatura en Málaga donde descubrió su vocación, la biología. En 1922 comenzó la carrera de Medicina en la Universidad de Madrid, atraído por la gran personalidad científica y humana de Santiago Ramón y Cajal, a quien admiraba.

Ochoa dirigió sus estudios para prepararse adecuadamente para conducir una buena producción de investigación y nunca pensó en dedicarse a la práctica médica. En 1928 finalizó su doctorado e inició una ruta para grupos internacionales de referencia, garantizando una sólida formación bioquímica. Comienza su primera gira por Alemania en Berlín y más tarde en Heidelberg, donde trabajó a las órdenes de Otto Meyerhoff —Premio Nobel de Medicina en 1922—, guiado por su interés por la contracción del músculo y por el posible papel de la creatina en la misma.

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