Juegos de animales

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Imagina que robas un banco con un compañero y la policía os detiene y os lleva a comisaría. Desde que os atrapan, os mantienen por separado, sin poder hablar entre vosotros y sin saber qué le pasa a tu compañero.

TEXTO POR SERGI VILA
ILUSTRADO POR LUIS ARMAND VILLALBA
ARTÍCULOS
EVOLUCIÓN | TEORÍA DE JUEGOS
6 de Julio de 2017

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Entonces la policía te ofrece un trato: si delatas a tu compañero no irás a prisión y él sí. Pero a tu compañero le ofrecen lo mismo: si él te delata, pero tú no lo haces, solo tú irás a la prisión durante tres años. Si ambos os delatáis, iréis a prisión dos años por la atenuante de haber confesado. Y si ninguno habláis, iréis a prisión un año, puesto que seréis culpables, pero no tendrán pruebas concluyentes para todos los cargos que os imputan.

Es posible que a estas alturas, casi todos conozcamos lo que es el dilema del prisionero y tendremos decidido qué acción llevaremos a cabo de antemano. Pero habrá gente que no sabe lo que es, así que dejaré un par de minutos para decidir qué haríais.

¿Qué haríais?

El dilema del prisionero es solo un ejemplo en la teoría de juegos, la disciplina matemática que se encarga de modelizar qué decisiones tomarían las personas en diferentes situaciones en las que habría un dilema. Cada ejemplo representa una decisión diferente, con resultados variables y prioridades de los jugadores (las personas que deciden en los modelos) que cambian.

Es posible que a estas alturas, casi todos conozcamos lo que es el dilema del prisionero y tendremos decidido qué acción llevaremos a cabo de antemano.

En el caso del prisionero, cada jugador tiene las siguientes prioridades: desertar y que el otro coopere, ambos cooperan, ambos desertan, cooperar y que el otro deserte. En este sentido, siendo racional, el jugador escogería desertar porque nada le asegura que el otro coopere si sigue su mismo razonamiento. Obviamente, los humanos no siempre somos racionales, así que una cosa es lo que sugiere el modelo y otra cosa lo que haríamos.

Pero resulta que estos dilemas no son solo exclusivos de seres racionales, puesto que también se enfrentan a ellos el resto de animales, aunque no sean conscientes de que lo hacen ni de qué decisiones toman. Además, no solo se enfrenta una vez, sino una tras otra, de manera repetitiva.

Este último punto es importante, porque si solo se enfrentan los jugadores una vez, quizá la decisión es más fácil, pero si se enfrentan sucesivamente, quizá el rencor hace que un jugador haga pagar la deserción anterior del oponente. Así, se pueden generar estrategias para jugar a estos dilemas.

Centrando otra vez el foco en el dilema del prisionero, los experimentos de Robert Axelrod en 1980 con diferentes estrategias demostraron que la llamada«donde las dan, las toman» era la más eficiente. Se trata de una estrategia en la que se coopera por definición, pero si el oponente deserta, automáticamente el jugador lo hace. Si el oponente vuelve a cooperar, el jugador también.

Estos dilemas no son solo exclusivos de seres racionales, puesto que también se enfrentan a ellos el resto de animales.

Volviendo al resto de animales, se ha comprobado que hay algunos que se comportan siguiendo la estrategia«donde las dan, las toman». Hay dos ejemplos que lo demuestran: un pez que se acerca en grupo para ver si otro pez mayor es una amenaza, con el riesgo de ser comido; y los murciélagos vampiros que dan parte de la sangre que han comido a otro vampiro que no ha comido.

En el primer caso, el dilema está en acercarse o no al pez grande que puede ser una amenaza. Si se acercan todos, reparten riesgos y obtienen información sobre el pez grande; si solo se acerca uno, tiene el riesgo de ser comido y puede no obtener la información; si nadie se acerca, no se arriesgarán pero no tendrán la información; si uno se queda atrás, no tendrá el riesgo pero tendrá la información. El experimento que llevó a cabo Manfred Milinski demostró que si uno avanza, los demás lo hacen, pero si uno se echa para atrás, los demás también lo harán. Y, como el proceso de acercamiento se hace en pequeñas fases, se trata de un dilema del prisionero repetitivo, donde puede haber venganzas posteriores a una deserción, es decir, a no avanzar.

En el segundo caso, el dilema está en que un vampiro dé parte de la comida a otro. En los experimentos Gerald S. Wilkinson vio que los vampiros que previamente han recibido comida están más dispuestos a darla, y que se suele dar más comida a vampiros conocidos que a no conocidos, aunque no sean de la misma camada. Así, si todos cooperan, no hay murciélagos que se mueran de hambre, pero si desertan, puede que en un futuro no reciban comida si lo necesitan. Y, como en el caso anterior, se trata de un dilema del prisionero repetitivo.

De esta forma, vemos que en ambos casos, mediante la selección natural, se han escogido los comportamientos cooperativos pero con la amenaza de la venganza si no se coopera. Es decir, se ha seleccionado la estrategia de «donde las dan, las toman».

Pero eso no quiere decir que sean conscientes de que actúan de esta forma ni que realmente sean animales racionales. Tan solo se trata de una estrategia evolutiva que les ha permitido sobrevivir.

Mediante la selección natural, se han escogido los comportamientos cooperativos pero con la amenaza de la venganza si no se coopera.

Ahora bien, no deja de ser sorprendente cómo se puede aplicar la teoría de juegos en la evolución del comportamiento de muchos seres vivos. Lástima que no siempre se pueda aplicar, porque ciertos animales, generalmente los mamíferos como nosotros, somos capaces de jugar por jugar. De manera que los resultados racionales no siempre son los que salen.

Sin embargo, en el caso de los humanos, puede ser aplicable a muchas situaciones que puedan existir, no solo a la propia supervivencia. De aquí la importancia de la teoría de juegos y de los ejemplos como el dilema del prisionero.

Bibliografía

—Dawkins, R. 2014. El gen egoísta. Salvat Editores SA.
—Poundstone, W. 2015. El dilema del prisionero. Alianza Editorial.

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