El exilio de Dorotea Barnés

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Hacía pocos meses que Dorotea había llegado a la ciudad de Northampton, Massachusetts, y estaba completamente fascinada por la ciudad. La tranquilidad que sentía en los amplios parques verdes y el aire fresco que se respiraba en el jardín botánico del Smith College hacían que añorase menos la Residencia de Señoritas de Madrid que entonces dirigía María de Maeztu.

TEXTO POR MANEL SOUTO
ILUSTRADO POR BELÉN MORENO
MUJERES DE CIENCIA
EXILIO | QUÍMICA
24 de Julio de 2017

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«Estoy encantada en esta ciudad universitaria femenina que con gusto trasplantaría a mi país. Esto es mucho más fácil que la dura competencia que nos vemos obligadas a mantener. Muchas veces me acuerdo, cuando decía usted en la última conferencia que le oí pronunciar en Miguel Ángel 8, que necesitábamos crearnos una cultura para nosotras; ni mejor ni peor, distinta, femenina. Me parece que esto se aproxima bastante a ese ideal, ¿no cree usted?», escribía en una carta Dorotea Barnés a María de Maeztu desde el Smith College el 5 de noviembre de 1929.

A pesar de que su inglés no era del todo fluido, se esforzaba por mejorarlo diariamente acudiendo a clases de fonética y composición. Además, estaba impresionada por el buen ambiente que se contagiaba en la sección de espectroscopia donde, gracias a la ayuda de la profesora Mary Louise Foster, había conseguido una beca y una pensión de la Junta para la Ampliación de Estudios para iniciarse en las técnicas de análisis espectral. Por aquel entonces, estaba ensimismada con las propiedades químicas de la cistina, el nombre que se le da a cierto par de aminoácidos enlazados y que es muy frecuente en las proteínas del pelo. El estudio, realizado en colaboración junto a Foster y a la profesora Gladys Anslow, estaba centrado en las propiedades moleculares y estructurales de la cistina mediante distintas técnicas espectroscópicas. Gracias a aquel trabajo obtendría el Título de Máster en Ciencias en junio de 1930. Además, en septiembre de ese mismo año, obtendría una beca para trabajar en el departamento de Química de la Universidad de Yale, una de las universidades de más difícil acceso para las mujeres, gracias a los informes positivos de la profesora Foster: «Miss Barnés ha mostrado independencia, iniciativa y habilidad; está completamente formada en teoría química y tiene una técnica excelente». 

«Esta es una distinción que aquí está muy bien considerada. Yale University es una de las universidades mejor conceptuadas y en la que las mujeres (en este país tan feminista) tenemos una difícil entrada», decía en su carta Barnés a Gonzalo de la Espada, el 15 de abril de 1930.

La beca únicamente cubría los gastos de matrícula y laboratorio, así que tendría que solicitar una prórroga de la pensión a la Junta para la Ampliación de Estudios para conseguir unas 1800 pesetas adicionales. En la Universidad de Yale, Dorotea realizaría un estudio comparativo de los ácidos nucleicos en ciertas bacterias patógenas bajo la dirección del profesor Coghill en el Sterling Chemistry Laboratory. Además, durante su estancia en Estados Unidos, la joven investigadora, que por aquel entonces contaba con tan solo veinticinco años, aprovechó para visitar otros colleges femeninos de Nueva Inglaterra, así como las Universidades de Harvard y Columbia. Sin lugar a dudas, Dorotea nunca se había sentido tan feliz. Le apasionaba su trabajo y disfrutaba de un ambiente realmente agradable.

Con estas palabras lo relataba Dorotea Barnés a Gonzalo de la Espada, el 24 de noviembre de 1930: «Estoy muy contenta. Se trabaja muy intensamente y en condiciones inmejorables que hacen el trabajo mucho más atractivo, ya interesante de por sí. A pesar de tener fama de no admitir a las mujeres, yo hasta la fecha he encontrado a todos los profesores dispuestos a facilitarme el camino».

Más tarde, Dorotea regresaría a España en 1932 para trabajar como becaria con Miguel Catalán en la sección de Espectroscopia del Instituto Nacional de Física y Química. Una vez allí, Catalán le encargaría viajar al laboratorio del profesor Fritz Kohlrausch en Graz, Austria, para aprender las entonces nuevas técnicas de espectroscopia Raman y que introduciría ella más tarde en España. El profesor Kohlrausch le ayudó a resolver ciertas dudas sobre la aplicación del efecto Raman para la identificación de moléculas que le sería de gran ayuda para publicar el primer trabajo sobre esta técnica en los Anales de la Sociedad Española de Física y Química ese mismo año. En 1933, la joven química continuaría investigando de forma apasionada la espectroscopia Raman en alcoholes y obtendría la cátedra de Física y Química del Instituto Lope de Vega de Madrid. Ese mismo año también contraería matrimonio y, cuando la Guerra Civil estalló, Dorotea se vería obligada a exiliarse, junto a su marido y su hija de apenas un año, a Carcassonne, Francia. Estas circunstancias le harían abandonar definitivamente su brillante, precoz y prometedora carrera científica, aunque el matrimonio ya le había alejado previamente de la investigación, tal y como ella mismo declaró el 31 de mayo de 1996: «A mí me retiró de la ciencia mi marido».

Referencias

—Pioneras españolas en las ciencias. Las mujeres del Instituto Nacional de Física y Química. Carmen Magallón Portolés. Ed. Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), 2004.
—Ni tontas ni locas. Las intelectuales en el Madrid del primer tercio del siglo XX. Varias autoras. Ed. Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT), 2009.
—Mujeres y segunda enseñanza en Madrid (1931-1939). Tesis Doctoral de María Poveda, 2013.

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