Richard Feynman ganó el Premio Nobel de Física en 1965, participó en el Proyecto Manhattan ayudando a fabricar la bomba atómica nada más acabar el doctorado e intuyó el concepto de la nanotecnología con veinte años de antelación. Además de ser un magnífico docente y un divulgador espectacular, disfrutaba de curiosas aficiones como tocar los bongos o asistir a clubs de striptease. La fascinante vida, poliédrica figura y carismática personalidad de rockstar de este físico estadounidense siguen deslumbrando cien años después de su nacimiento y treinta años después de su muerte.
Richard Phillips Feynman nació el 11 de mayo de 1918 en Far Rockaway, un suburbio del barrio de Queens, Nueva York. Sus padres, emigrantes europeos de origen judío. Él siempre reconoció que su padre, Melville Feynman, era la persona que más le había influenciado en su forma de pensar. De él aprendió importantes lecciones que fueron determinantes en su vida. Una de ellas fue preguntarse por la razón de todo lo que le ocurría a su alrededor para ser capaz de encontrar una explicación por sí mismo. Otra fue cuando era niño y su padre le llevaba de paseo por el bosque dándole explicaciones acerca de los pájaros. Allí aprendió la diferencia entre saber el nombre de algo y saber algo. «Puedes saberte el nombre en todos los idiomas del mundo, pero al final no sabrás absolutamente nada sobre el pájaro. Solo sabrás cómo le llaman los hombres en distintos sitios. Así que miremos al pájaro y veamos qué hace: eso es lo que importa».
La curiosidad científica y su intuición matemática llevaron al joven Richard hasta el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) donde, después de comenzar Matemáticas e Ingeniería Electrónica, se decantaría finalmente por la Física. Al acabar su tesis de licenciatura sobre física molecular, empezaría su tesis doctoral en la Universidad de Princeton en otoño de 1939, bajo la supervisión de John A. Wheeler. Con 23 años, Feynman mostró una facilidad pasmosa con las matemáticas y un gran nivel conceptual de física teórica comparable al de Albert Einstein a su misma edad. Durante su tesis, Feynman y Wheeler trabajaron sobre el problema de la interacción de un electrón con su propio campo eléctrico rescatando el concepto de la «trayectoria de una partícula» donde una partícula cuántica que se desplaza de un punto a otro puede hacerlo a lo largo de cualquier trayectoria que une ambos puntos. Para ello propondrían una nueva teoría electrodinámica introduciendo una nueva formulación de la mecánica cuántica llamada «la integral de camino». Según cuentan, Wheeler le sugirió esta idea a Feynman por teléfono durante la primavera de 1940: «Solo existe un único electrón en el universo, que se propaga por el espacio y el tiempo de tal forma que parece que está en muchos sitios simultáneamente».
En 1941, durante su último año de tesis, su compañero Bob Wilson le invitó a una reunión sobre un misterioso proyecto que consistía en separar isótopos de uranio para construir una bomba atómica antes de que lo hiciese Hitler. Se trataba del Proyecto Manhattan dirigido por el físico Julius Robert Oppenheimer. Recién doctorado, se trasladó al laboratorio de Los Alamos donde se convertiría en el líder del grupo de cálculo y también supervisaría la seguridad de las plantas de enriquecimiento de uranio. Durante los dos años y medio que estuvo allí, Feynman trabajó mano a mano con los grandes científicos del momento como Enrico Fermi, Niels Bohr, Hans Bethe o John von Neumann. Durante su estancia en Los Alamos también demostraría una gran habilidad para abrir cajas fuertes sirviéndose de su poderosa memoria, llegando denunciar que las cajas de seguridad donde se guardaban los planos de la bomba atómica tenían demasiados puntos débiles. Tras perder a su joven mujer, Arline Greenbaun, enferma de tuberculosis, y conocer las devastadores consecuencias de la bomba en Hiroshima y Nagasaki, Feynman entró en una gran depresión de la que le costó varios años recuperarse. «Mi error moral fue olvidar la razón por la que había aceptado entrar en el proyecto. Desde ese momento aprendí a reconsiderar perpetuamente las razones por las que hacía algo, porque puede que las circunstancias iniciales que te llevaron a hacerlo hayan cambiado».
En 1945, una vez acabada la guerra, Feynman fue uno de los primeros en abandonar Los Alamos y, gracias a la intermediación de Bethe, aceptaría una oferta de la Universidad de Cornell, donde perfeccionaría su formulación de electrodinámica cuántica que había comenzado a desarrollar durante su doctorado e introdujo los diagramas conocidos como «diagramas de Feynman». Esta aproximación radical de Feynman a la electrodinámica cuántica contribuyó enormemente a la teoría que existía previamente y le hizo merecedor, junto a Schwinger y Tomonaga, del Premio Nobel de Física en 1965. «No veo el interés en que alguien de la academia sueca decida que ese trabajo es suficientemente noble para recibir un premio. Yo ya recibí mi premio. El premio es el placer de descubrir. Eso es lo que es real. Los honores son irreales».
Como profesor en Cornell, Feynman conseguía transmitir a sus estudiantes la belleza y simplicidad de las leyes de la física. Antes del Nobel y de los libros de divulgación, Feynman era conocido en el mundo académico gracias a su talento como profesor. De hecho, en 1972 sería galardonado con la medalla Oersted, el premio más prestigioso en el campo de la enseñanza de la física. Cuando daba las clases, el aula se convertía en un teatro y los alumnos quedaban cautivados por su oratoria como espectadores. «Es la única manera de no aburrirles a todos al mismo tiempo».
En 1950, Feynman aceptó un puesto como profesor de física teórica en el Instituto Tecnológico de California (Caltech) donde permanecería el resto de su carrera. Sin embargo, Feynman pediría como condición previa que le financiasen un año sabático en Río de Janeiro, donde participaría en numerosos concursos de samba y aprendería a tocar los bongos. «Es bien curioso, pero en las pocas ocasiones en que he sido requerido para tocar el bongo en público, al presentador nunca se le ocurrió mencionar que también me dedico a la física teórica. Pienso que esto puede deberse a que respetamos más las artes que las ciencias».
En 1959, Feynman fue invitado a dar una conferencia en la reunión anual de la American Physical Society en Caltech que titularía There’s plenty of room at the bottom. En ella intuye de manera profética conceptos clave en el campo de la nanociencia y nanotecnología. Feynman plantea por primera vez superar los límites de la miniaturización de objetos como enciclopedias o computadoras. Dos décadas más tarde, algunas de sus ideas se harían realidad gracias a técnicas similares a las descritas en su conferencia. «No veo nada en las leyes físicas que impida construir ordenadores enormemente más pequeños que ahora. ¡Hay mucho sitio al fondo!».
En sus últimos años, Feynman se interesaría por los problemas de computación. En 1982 propondría el primer modelo teórico de un ordenador cuántico. En 1987, Feynman volvería a enfermar de cáncer y decidiría no seguir con más tratamientos. El 15 de febrero de 1988 muere en Los Angeles, California. Sus últimas palabras: «No soportaría tener que morir dos veces. Es muy aburrido».
Artículo homenaje a Richard Feynman (1918-1988) con motivo del centenario de su nacimiento.
Durante estas semanas se está celebrando la tercera edición del Festival de Nanociencia y Nanotecnología 10alamenos9 en nueve ciudades españolas (Barcelona, Madrid, Valencia, Zaragoza, San Sebastián, Bellaterra, Sant Cugat, Sabadell y Murcia). Con cerca de 15000 participantes y una treintena de entidades, están programadas diferentes actividades para escuelas de secundaria y primaria, exposiciones y talleres relacionados con diversos campos de la nanociencia. Tal como explica Jordi Díaz, técnico de los CCiTUB y coordinador del festival, «el objetivo es acercar la nanociencia y la nanotecnología a los asistentes de una forma lúdica, divertida y rigurosa, y demostrar que la nanotecnología es ya una realidad, una realidad que no se ve pero que inunda nuestro mundo».
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