A propósito de Agnes

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A finales del siglo XIX, Agnes Pockels realizó una serie de observaciones mientras lavaba los platos. Sus experimentos ayudaron a la creación de un nuevo campo de la física: el estudio de monocapas. Su hermano Friedrich la animó a comunicar sus hallazgos a Lord Rayleigh, un científico con suficiente prestigio como para burlar la exclusión de la mujer por parte de la comunidad científica. Ama de casa contra su voluntad, Agnes Pockels terminaría por publicar sus descubrimientos en la prestigiosa revista Science. Y, probablemente, Friedrich quiso asegurarse de que así fuese.

TEXTO POR PABLO PINEÑO
ILUSTRADO POR HUGO CARBAJO
ARTÍCULOS | MUJERES DE CIENCIA
FÍSICA | MONOCAPAS
25 de Marzo de 2019

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Brunswich, 15 de diciembre de 1891.

Estimado lord Rayleigh,

Le escribo estas líneas, a sabiendas de que su tiempo es limitado, con la esperanza de que tenga a bien dedicar unos minutos a la lectura de la presente. Mi nombre es Friedrich Pockels. No hemos tenido la oportunidad de ser presentados en persona pero he seguido fervientemente sus trabajos en el campo de la física durante mis estudios de doctorado en esta disciplina. Sin embargo, no escribo estas líneas en mi provecho, sino en el de mi hermana Agnes. Sé que ella misma, animada por mí, se dispone a escribirle por su cuenta otra carta, pero no puedo sino apelar a usted personalmente. Si se me presupone cierta preeminencia por la dignidad de ser doctor, que sirva para defender el caso de mi hermana mayor.

Permítame ponerle en antecedentes. Mi hermana Agnes y yo nacimos en Venecia. Mi padre, un militar del ejército austriaco, enfermó de malaria y nos trasladamos a Brunswick, una ciudad en la Baja Sajonia. Mis padres educaron a Agnes como se educa a otras tantas mujeres de nuestro tiempo: como una ama de casa. Mi madre siempre dijo que una buena mujer demuestra su valor únicamente en la medida en que es capaz de cuidar del hogar, el lugar al que pertenece por nacimiento. Esta férrea premisa no se me aplicó a mí: por el hecho de nacer hombre nadie puso freno a ninguna de mis ambiciones.

Debo serle sincero: gran parte de mi interés por las ciencias naturales nació debido a la influencia de mi hermana. Ella despertó mi curiosidad por el mundo que nos rodea, incluso estando ocupada ayudando a mi madre con las tareas domésticas y cuidando a mi padre. Su innata vocación científica siempre impregnó cada fibra de su ser. Su interés por la ciencia se intensificó cuando asistió al instituto: los profesores descubrieron en mi hermana una gran capacidad para las ciencias y una inflamada curiosidad  del mundo. Nada más graduarse escribió una carta a la universidad de Göttingen para solicitar su acceso a los estudios de Física, justo cuando empezaban a aceptar mujeres. Nuestra madre descubrió la misiva y la rompió en pedazos delante de mi hermana. Yo entonces aún era un niño, pero no olvidaré el llanto de Agnes en la habitación contigua mientras nuestra madre le repetía que el lugar de una mujer estaba en su hogar, y que era su deber y su destino cuidar de la familia.

Agnes se resignó a mantener un perfil de ama de casa. Mientras tanto, yo fui creciendo y desarrollando mi propia pasión por las ciencias naturales. Cuando me gradué en el instituto, yo también redacté la carta que me terminaría abriendo las puertas de la universidad. La deuda que contraje con mi hermana cuando sembró en mí el germen de la pasión científica traté de saldarla suministrándole todos los textos científicos que pude. Agnes devoraba con apabullante ímpetu todo lo que le proporcionaba y nos enfrascábamos en acalorados debates respecto a diversos temas de la actualidad de la física. Yo me he interesado en el aspecto teórico de la disciplina, pero Agnes siempre ha sido una mujer de acción. Su contacto diario con los utensilios domésticos ha despertado en ella una especial sensibilidad por la ciencia experimental. Se toma las tareas domésticas con el mismo rigor y afán con que un investigador se plantea el siguiente ensayo.

Fue precisamente a través de uno de estos quehaceres que Agnes realizó sus interesantes experimentos. Agnes siempre decía, con una media sonrisa en los labios, que su actividad favorita era fregar los platos. Yo le echaba un vistazo al agua ennegrecida y mugrienta y no entendía qué podía resultarle atractivo. Pero donde yo veía simplemente un líquido sucio y desechable, mi hermana veía un fenómeno físico asombroso. Sartén tras sartén, Agnes estudió las capas que los aceites y las grasas forman sobre el agua al entrar en contacto con diferentes jabones y detergentes. Estas capas son de diferente grosor en función de su composición, y también poseen la capacidad de ejercer cierta resistencia al paso de objetos sólidos. Le estoy hablando, como usted ya sabe, del fenómeno de tensión superficial. Agnes le contará al respecto en su carta, pero le ruego que eche un vistazo al dibujo que adjunto. Es un boceto del artilugio que Agnes ha diseñado para estudiar las capas que se forman al mezclar ambos tipos de sustancias. Se trata de un recipiente de hojalata rectangular con una tira del mismo material atravesándolo. Este debe ser llenado hasta el borde con agua, y se extiende una capa de aceites o jabones sobre la superficie del agua a uno de los lados de la tira, mientras que en el otro queda agua limpia. La tira de hojalata permite variar el área de la superficie contaminada, mientras que una balanza conectada al sistema permite medir la fuerza necesaria para que un pequeño botón atraviese dicha superficie. De esta manera, se puede estudiar la tensión superficial de capas de diferente composición, y también determinar su grosor con precisión. Empleando este sistema, Agnes ha descubierto algo muy interesante: al comprimir cualquier capa, existe un punto en que la tensión superficial cambia bruscamente. Una de las hipótesis que baraja para explicar este fenómeno es que esa alteración se corresponde con el momento en que las moléculas que forman la capa entran en contacto entre sí.

Tanto ella como yo hemos leído los trabajos donde usted estudia la interacción de las capas de aceite sobre la superficie del agua. Si hay alguien en el mundo capaz de entender la magnitud del trabajo de mi hermana es usted. Ella ha realizado estos experimentos con las limitaciones que un hogar ofrece. Qué sería capaz mi hermana de conseguir si dispusiera de los medios adecuados.

El trabajo de mi hermana habla por sí solo y no debiera requerir de validación masculina: la motivación de estas líneas surge del temor a que este sea ignorado simplemente porque su autora es una mujer. Le pido humildemente que ignore la cuestión del género en lo referente a la valía de mi hermana, pues las mujeres son excluidas de la comunidad científica, como de otros tantos lugares, por prejuicios que se me antojan carentes de fundamento lógico. Estaré en deuda eterna con usted si pudiese ayudar a que los descubrimientos de mi hermana sean justamente reconocidos. No me cabe duda de que un hombre de su altura y dignidad tendrá en consideración el magnífico trabajo que ha realizado únicamente por su calidad científica, y nada más.

Siempre suyo,
Friedrick Pockels

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