Reducir el consumo de carne: ¿clave para salvar el planeta?

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En los últimos años se está observando una tendencia global en la alimentación humana. Cada vez más personas deciden practicar una dieta vegetariana, eliminando o disminuyendo el consumo de productos de origen animal: desde el veganismo, que consiste en no comer carne ni ningún alimento que proceda de un animal, al flexitarianismo que se define como «la práctica de ser flexible sobre la forma en que se es vegetariano».

TEXTO POR LIDIA DELGADO CALVO-FLORES
ILUSTRADO POR CAROLINA CANCANILLA
ARTÍCULOS
ALIMENTACIÓN | ANTROPOCENO | EXTINCIÓN
6 de Mayo de 2019

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Las razones que llevan a alguien a ser vegetariano son muy diversas. Podríamos hablar largo y tendido acerca de las pésimas condiciones en las que viven muchos animales destinados al consumo humano, de si es más saludable o no incluir la carne en la dieta, o de si es simplemente una moda pasajera; pero lo cierto es que hay un motivo crucial por el que todos deberíamos plantearnos dejar de comer carne o, al menos, disminuir su consumo. Ese motivo es frenar el cambio climático. Como lo oís. Existen acciones individuales que contribuyen a reducir nuestro impacto sobre el planeta como cerrar el grifo de la ducha mientras nos enjabonamos, usar la bici como medio de transporte o reducir, reciclar y reutilizar; pero ninguno es tan eficaz como disminuir el consumo de carne y productos de origen animal para reducir nuestra huella de carbono. Ya lo manifestó la ONU hace años y ahora investigadores de la Universidad de Oxford se reafirman en la misma conclusión en un reciente metaanálisis que han publicado en la prestigiosa revista Science.

De acuerdo con un informe publicado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, criar ganado de manera intensiva produce más gases de efecto invernadero (medido en equivalentes de CO2) que todos los coches, camiones, trenes, barcos y aviones del mundo.

Alimentar a 7600 millones de personas está destruyendo nuestro planeta. El 43% de la superficie habitable de la Tierra está dedicada a la agricultura. De ese porcentaje, un 87% es para comida y el 13% restante es para biodiesel y textil. Pero la cosa se pone aún más seria cuando hablamos del ganado vacuno. Y es que resulta que criar vacas es la práctica más insostenible medioambientalmente de todo el sistema de producción de alimentos.

De acuerdo con un informe publicado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, criar ganado de manera intensiva produce más gases de efecto invernadero (medido en equivalentes de CO2) que todos los coches, camiones, trenes, barcos y aviones del mundo. Las vacas, debido a su sistema digestivo, liberan a la atmosfera una media de 160 kilos de metano por individuo, siendo este gas ochenta y seis veces más contaminante que el famoso C0(dióxido de carbono) y, además, precursor del ozono, otro gas con efecto invernadero en las capas bajas de la atmósfera. Y no solo está el problema de la emisión de gases, también el del consumo de recursos. Dos tercios del agua dulce del planeta se destinan a la agricultura y la ganadería. Se necesitan grandes cantidades de agua para cultivar los cereales que luego sirven de alimento al ganado y se necesitan muchos kilos de esos cereales para criar una vaca, por lo que la huella hídrica asociada a la ganadería es altísima. De hecho,  el agua total empleada para producir una sola hamburguesa equivale al agua que gasta una persona duchándose durante dos meses enteros.

Como lo oís. Existen acciones individuales que contribuyen a reducir nuestro impacto sobre el planeta como cerrar el grifo de la ducha mientras nos enjabonamos, usar la bici como medio de transporte o reducir, reciclar y reutilizar; pero ninguno es tan eficaz como disminuir el consumo de carne y productos de origen animal.

La degradación ambiental asociada a esta práctica también es muy importante, la agricultura y ganadería intensivas se relacionan directamente con la extinción masiva de especies debido a la pérdida de su hábitat . En los últimos trescientos años, la extensión de suelo dedicado a cultivos se ha multiplicado por seis, lo que ha supuesto la pérdida de casi un tercio de todos los bosques del planeta. Como consecuencia, a día de hoy, un 83% de los mamíferos terrestres son ganado o seres humanos. Otro ejemplo preocupante es que un 91% de la destrucción de la Amazonia brasileña se asocia directamente con la cría intensiva de ganado.

Alimentar a 7600 millones de personas está destruyendo nuestro planeta.

Para concluir, querría dar unos datos referentes a la producción de vegetales frente a la obtención de productos de origen animal. El impacto que tiene producir alimentos de origen animal excede en gran medida al de los productos vegetales, hasta tal punto que la acuicultura y la producción de carne, huevos, leche  ocupan el 83% de toda la superficie cultivable del planeta, aunque solo aporten el 37% de la proteínas y el 18% de las calorías de la dieta. Y cuando hablamos específicamente de la carne de vacuno: cualquier sistema de producción de bovino emite seis veces más gases de efecto invernadero y ocupa treinta y seis veces más extensión de tierra que cualquier sistema de producción de vegetales.

Llevar una dieta basada en productos de origen vegetal reduce las emisiones de gases de efecto invernadero hasta en un 73%, pero si por alguna razón el vegetarianismo no es para ti, también estarás contribuyendo con la causa medioambiental eligiendo alimentos que hayan sido producidos de manera sostenible y/o procedentes de la agricultura ecológica.

Si aún necesitas más razones para cambiar tus hábitos, te animo a ver el documental Cowspiracy, producido por Leonardo DiCaprio, en el que durante una hora y media se aborda en profundidad el tema del coste medioambiental que supone consumir productos de origen animal. 

Referencias bibliográficas

—Gerbens-Leenes et al. 2013. The water footprint of poultry, pork and beef: A comparative study in different countries and production systems. Water Resources and industry. 12, 25-36.
—Howarth. 2015. Methane emissions and climatic warming risk from hydraulic fracturing and shale gas development: implications for policy. Energy and Emissions Control Technology. 3, 45-54.
—Machovina et al. 2015. Biodiversity conservation: The key is reducing meat consumption. Science of Total Environment. 536, 419-431.
—Margulis. 2003. Causes of deforestation in the Brazilian Amazon. The World Bank.
Gases precursores de ozono troposférico. Ministerio para la Transión Ecológica de España. 
—Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura. 2006. Livestock’s long shadow: environmental issues and options. FAO.
—Poore & Nemecek. 2018. Reducing food’s environmental impacts through producers and consumers. Science. 360 (6392), 987-992.
—Ripple et al. 2014. Ruminants, climate change and climate policy. Nature Climate Change. 4 (1), 2-5.
Understanding Global Warming Potentials. United States Environmental Protection Agency.
—Willett et al. 2019. Food in the Anthropocene: the EAT-Lancet Commission on healthy diets from sustainable food systems. Lancet. 393 (10170), 447-492.

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