¿Eh?, sí, más o menos (o más me hubiese gustado a mí), pero no os creáis todo lo que dicen las leyendas porque no fui nombrado rey ni nada por el estilo. ¡Si es que los puentes vamos por libre totalmente! Vamos a ver, ¿tú te imaginas tener control sobre todos y cada uno de los que hay en el mundo? ¡Pero si somos millones! No daría abasto para tanto trabajo ni aunque el día tuviese setenta horas.

Es verdad que en China estamos siete de los diez puentes más largos del mundo, pero es que nuestros ciudadanos necesitan desplazarse rápidamente de un lugar a otro y ya nos construyen sobre cualquier lugar. Por ejemplo, yo cruzo el lago Yangcheng en un tramo de nueve kilómetros, famoso por los cangrejos y con una superficie de unos veinte kilómetros cuadrados: ¡imagina las vistas que tengo! Además, en este tramo me reforzaron a base de bien para resistir terremotos de magnitud 8 y el impacto de buques de guerra, toda una declaración de intenciones de que quieren que esté aquí mucho tiempo.

Como os decía, al querer moverse rápido, me hicieron con las vías del tren que une Pekín y Shanghái, aunque realmente uno las ciudades de Shanghái y Nanjing, con veinticuatro estaciones y una velocidad media de unos 340 km/h. A veces me pregunto por qué tanta prisa, con lo bonito que es el paisaje del viaje. Además, en mi calzada también hay carriles para coches, concretamente ocho, por todo el tráfico que pasa por aquí, unos treinta mil vehículos diarios.

Fui inaugurado el 30 de junio de 2011 y, como toda leyenda tiene parte de verdad, recibí el título de «puente más largo del mundo» por mis 164.8 kilómetros de longitud, pero nunca fui coronado rey. Aunque abrí las puertas en 2011, casi un año antes estaba acabado y solo faltaba por comprobar que todo estaba correcto y era según lo planeado.

Las obras duraron solo cuatro años, ¡poquísimo! Y se hicieron con una tecnología impresionante. Pensad que estoy hecho de hormigón pretensado y tengo unas cuatrocientas cincuenta mil toneladas de acero (como sesenta y cinco torres de Eiffel) y unos 2’3 millones de metros cúbicos de cemento (más o menos tres mil ochocientas piscinas olímpicas), y es muchísimo material que transportar y montar. Así que sí, os confirmo vuestras sospechas de que los chinos son muy trabajadores y están hechos de otra pasta.

También os quería dar un dato interesante: tengo una altitud media bastante alta, unos treinta metros. ¿Qué os parece? Otro dato de récord es el espacio entre las columnas que me sostienen —o arcada— que es de ochenta metros. ¡Casi nada! Por cierto, tengo cinco mil doscientos pilares a lo largo de toda mi calzada y dieciséis kilómetros divididos en veintidós túneles.

En mí trabajaron unas diez mil personas, se estima (y fue muy segura porque no hubo muertos en ella) y la construcción tuvo un coste de ocho mil quinientos millones de dólares. Todo el personal fue chino, principalmente de la empresa nacional Shandong Guausu Group, y no hubo que traer a ingenieros extranjeros para construirme, ya que en China se ha avanzado mucho respecto a la construcción de puentes.

Como decía, uno de mis paisajes favoritos es el del delta del río Yangtsé, con los arrozales y los pequeños lagos. ¿Os acordáis de esa imagen de la película Mulan donde van cantando hacia la guerra y pasan por los arrozales? Pues esa misma visión tengo yo.

Os invito a todos a venir a verme y a disfrutar del viaje y las vistas.

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Puente Danyang–Kunshan