Yo, protón

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¡Hola! Soy un protón. Me conoces, ¿verdad? Llevo muchos años en boca de los científicos, químicos sobre todo. Seguro que has oído hablar de mí a profesores, compañeros y a ese tipo que suele poner voz a los documentales tan interesantes con los que tu abuelo se queda dormido. Así que hoy quiero contarte una pequeña historia de cómo llegaron todos ellos a conocerme y cómo sabes, hasta tú mismo, de mi existencia. ¿Estás dispuesto a leerme con atención?

TEXTO POR RAQUEL MARTÍNEZ CANTÓ
ILUSTRADO POR JUSTINE GÁLVEZ
ARTÍCULOS
FÍSICA | HISTORIA | PROTÓN | QUÍMICA
9 de Abril de 2020

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Empezaré por el principio, creo. Pero más bien es el principio para vosotros, porque yo ya estaba aquí mucho antes de que mi amigo Ruthy me pusiese este nombre tan curioso. Exacto, fue Ernest Rutherford, un gran científico que se dedicó a investigar y experimentar con gas nitrógeno. En 1918 —ya os decía que esto más que el principio es casi el final de mi historia— me encontró. ¡Yo, que había logrado ocultarme hasta entonces! Me pilló de una forma algo especial, esta que os cuento: en el laboratorio se puso a lanzar partículas alfa contra el nitrógeno gas y descubrió que ahí, dentro del gas, se detectaban núcleos de hidrógeno. Las partículas alfa, por si te lo estás preguntando, son núcleos de helio (donde habitan dos neutrones y dos protones en un volumen muy pequeñito), es decir, partículas muy pesadas con carga positiva que consiguen una velocidad extraordinaria: ¡Unos quince mil kilómetros por segundo!

Total, que aquí, mi amigo, se puso a pensar. Mucho. Y lo que mejor se le ocurrió para explicar esto fue que los núcleos de hidrógeno debían contener algunas partículas diminutas que llamó «fundamentales de la materia». Y como los núcleos que detectó fueron los del hidrógeno, decidió darle el «número 1» (hoy conocido como «número atómico»). Pensad, él no sabía que dentro del núcleo de hidrógeno estaba yo solo, un protón. Así que fue todo un avance.

Ernest se apoyó en Thompson, compañero suyo del laboratorio, que pocos años antes había descubierto a mi adversario: el electrón. Perdonad que haga un inciso para que entendáis por qué me llevo tan mal con él: se pasa el día de un lado para otro, visita a otros átomos… ¡y yo mientras aquí solo! Me da una envidia…

Bueno, a lo que iba, que Thompson había descubierto el electrón, con su carga negativa y esas cosas, y esto dio una pista a Ruthy para buscarme. Él creía que debía existir una carga contraria a la del electrón para que hubiese estabilidad en el núcleo. Y como ya sabéis el final, advertiréis que no iba nada desencaminado.

Pero… ¡un momento! Acabo de caer que si no os acordáis de esas clases y documentales tan amenos os estaréis preguntando qué hago yo aquí, en un átomo de hidrógeno, cual es mi función, para qué sirvo y todas esas cosas que bien podrían estar en una sección de preguntas frecuentes. ¡No sé cuántas veces habré escuchado esas estas dudas!

A ver, lo primero que tienes que saber es que soy un tipo muy positivo, me encanta unirme a otros como yo y contarnos historias de cómo sobrevivimos a tal o cual catástrofe, con quién nos hemos ido relacionando y esas cosas de protones. Os parecerá que somos de lo más aburrido, pero no. Bueno, depende de nosotros y de la cantidad que seamos y la forma de relacionarnos con otros átomos. Porque, sí, amigos, de la cantidad de protones dependerá la de neutrones y la de electrones, por norma general, ya que les atraemos. Ellos no son los más molones, ya que viven a nuestro alrededor porque nosotros les dejamos. Venga, vale, sí, también hay otro tipo de fuerzas externas que pueden modificar todo esto, pero no os voy a contar esa historia que daría para mucho más y no quiero ser un plasta.

También os quiero decir que soy tan majo que me han hecho un número para que me sepas identificar, el número atómico. Vamos, que con este número puedes saber cuántos compañeros estamos en el núcleo y, por tanto, qué elemento formamos. ¿Ya lo sabías? Seguramente, pero casi siempre se os olvida…

Hace relativamente poco, investigadores como Rutherford se pusieron a mirar en mi interior para ver si soy tan estable como parecía o no. Desde que descubrieron los quarks —esos pequeñajos que nos forman—, saben que están en mi interior y eso les hace pensar que existe cierta inestabilidad en mí. Pero no quiero entrar en ese terreno porque aún queda mucho por investigar. ¡Ni yo mismo me conozco al por completo! Ojalá vayan averiguando más cosas y pueda hablar de todo esto con más protones como yo próximamente. De momento, les voy a preguntar qué opinan de estas teorías porque yo ya no sé qué pensar.

Me despido de todos vosotros, que quiero empezar otro camino, esta vez con más amigos.

 

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