Epónimos anónimos: Scoville y el picante

Portada móvil
TEXTO POR MARTA ISABEL GUTIÉRREZ
ILUSTRADO POR VERA GALINDO
ARTÍCULOS
CAPSAICINA | PICANTE | SCOVILLE
10 de Septiembre de 2020

Tiempo medio de lectura (minutos)

«¡Crónicas picantes! ¡Crónicas picantes! ¡Crónicas picantes!». El público ruge.

—¡Sí! ¡Hoy, el hombre se va a enfrentar a la bestia! 

«¡Ah! ¡Uh! ¡Sí!». El público anima enloquecido y deseoso de ver comer a aquel hombre.


—¡Sí! ¡Yo! Yo mismo me voy a enfrentar al mayor reto culinario que pueda haber en el mundo. Aquí, en la ciudad de Pica Mucho, existe un pequeño restaurante que cocina las alitas de pollo picantes más picantes de la historia.

«¡Uh! ¡Uh! ¡Uh!». Jalea la gente que ha ido a ver la grabación del programa.


—Más picantes que las del programa de ayer pero menos que las del de mañana. Pero antes de enfrentarme a este reto vamos a conocer la receta secreta del chef Scoville. Veamos, ¿cuál es el secreto de tus alitas?
—Pues bien, las alitas llevan un condimento picante secreto desde antes de freírlas, y, además, preparo la salsa picamucho con especias secretas picantes traídas de la India, un poco de extracto de habanero y esto de aquí —Scoville saca un bote etiquetado con una calavera.
—¿Qué es este jugo tan denso y rojo, chef?
—¿Conoces mi escala? La escala Scoville. Medimos el picante en unidades Scoville. Comenzamos diluyendo extracto de chile en agua azucarada hasta que no podamos detectar el picante en boca. Por ello, un chile dulce, que no pica, no contendría esta sustancia del tarro y sería el cero en la escala. Un chile habanero, por ejemplo, tendría trescientas mil diluciones aproximadamente hasta que no se detecta el picante. Y lo del bote es capsaicina pura. La molécula responsable de este picante con dieciséis millones de unidades en la escala. Es tan picante que para manipularla debemos ponernos estas gafas, tres capas de guantes y una máscara de gas. Si ello no sobreviviríamos a la cocina.
—¡Esto me gusta! ¿Puedo probarlo?
—Sí, claro.
—¡Sí! ¡Oh! —moja su dedo meñique en la capsaicina y lo introduce en su boca.
—¿Pica? —pregunta el chef.
—¡Guau! Nunca había probado algo tan picante. Pero, ¡Qué haces! ¿Vas a añadirlo todo a las alitas?
—Junto con los habaneros de antes, unos cuantos jalapeños y estos chiles cultivados en el jardín de mi casa.
—Y ahora, comeré este plato de cincuenta alitas de pollo picamucho en menos de diez minutos para ganarme un puesto en la pared del honor y una camiseta talla extragrande con la que podré secarme el sudor tras haber terminado el reto.
—¡No olvides que solo once personas lo han conseguido! Y tú tienes el dorsal 512 en número de participantes.
—¡Debo terminarme el plato!

«¡Crónicas picantes! ¡Crónicas picantes!». El público enloquece y anima hasta el último bocado del presentador.

—Llevo tan solo dos minutos y ya he terminado con la mitad del plato. Pero cada bocado es como morder un trocito de infierno. ¡Esto está muy muy picante!
—Te recuerdo que puedes beber agua o leche durante el reto. Pero debes terminar a tiempo, ¡te quedan solo siete minutos!
—Yo me decantaría por la leche. El agua solo va a conseguir que la capsaicina se diluya pero no me quite el picor. Al revés, la arrastrará más rápidamente por mi garganta y será peor. La leche, sin embargo, como es grasa, envuelve las moléculas de capsaicina evitando que interaccionen con los receptores encargados del sabor y aliviando ese picor tan intenso. —Scoville cuenta el secreto a las cámaras sin que el duelista se entere.
—¡Cómetelo todo! ¡No pica, es tu imaginación! ¡Otra alita más! —Hasta los niños quieren animar al valiente para que termine su plato.
—No puedo, estoy derrotado. Tan solo me queda una alita para la victoria y unos pocos segundos

El presentador mira el plato y recuerda las últimas palabras que le dedicó su abuelo antes de morir. Se le escapan las lágrimas. Quizás por recordar mi niñez, quizás por el picante, no lo sabe, pero parece que aquello le ha animado a terminar el reto picamucho y conseguir una foto en la pared del honor y una camiseta.

—¡3, 2, 1…!
—¡Sí, último bocado! La boca me arde, pero lo conseguí, ¡Sí!

El chef abraza al presentador y le regala la camiseta picamucho. Posan juntos para la foto que irá a la pared del honor junto con los otros vencedores.

[…]

—¡Qué dolor de cabeza! —Miro a mi alrededor—. ¡Otra vez dormido en el laboratorio! Este proyecto me está agotando. Debo terminar el examen organoléptico antes de que el trabajo acabe conmigo. Este 1912 está siendo muy intenso para mí y últimamente tengo sueños muy raros… Seguro que es por comer tanto picante.

 

Nota de la autora

No sé si Scoville lo sabía, pero hoy en día todavía se sigue usando su escala para medir el grado de picor de un producto. El test inicial era subjetivo, dependía del alimento que se tomara —porque no todos los pimientos pican igual— y de la persona que realizara la prueba. Además, no quiero imaginar cómo se te quedaba la lengua después de unas cuantas diluciones de variedades tan picantes como el chile habanero o la cayena. Hoy en día se utilizan técnicas de análisis cuantitativo para la detección de capsaicina, como por ejemplo la cromatografía. Pero la escala ha mantenido esas unidades de Scoville en honor a este químico y farmacólogo estadounidense.

Deja tu comentario!