Queridas abuelas, os saludan vuestros genes desde el futuro

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A mis dos abuelas, cuya estrella seguro que brilla más hoy.

TEXTO POR BLANCA MONCUNILL-SOLÉ
ILUSTRADO POR LARISSA RIVERO
ARTÍCULOS
ABUELAS | GENÉTICA
30 de Octubre de 2020

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Nos encontramos en el ADN de vuestros nietos. Hemos viajado entre generaciones, mezclándonos con información genética proveniente de otros individuos. Algunos hemos sufrido mutaciones puntuales y discretas, que quién sabe si más adelante podrán sernos favorables. Infinitas gracias por cuidar siempre de nosotros, especialmente por subministrarnos un sinfín de provisiones energéticas. Esto nos da el impulso necesario para seguir con esta carrera evolutiva, en la cual esperamos llegar muy lejos.

Los organismos vivos no son inmortales y perecen, entre otras causas, por la depredación, la acción de los parásitos, los cambios ambientales o también, aunque no es muy habitual, como consecuencia del envejecimiento de sus células. La reproducción (asexual o sexual) es el mecanismo natural para poder perpetuar los genes a lo largo del tiempo. La etapa de crecimiento (previa a la reproducción) permite a los individuos lograr la madurez fisiológica, así como obtener la energía suficiente para llevar a cabo este proceso. Dentro de los animales, se reconocen distintas estrategias reproductivas. Algunos, como las tortugas, producen muchos descendientes por camada, aunque de dimensiones pequeñas. De los cientos, solo un porcentaje muy pequeño logra llegar a la etapa adulta (en las tortugas laúd, Dermochelys coriacea, una de cada mil nacidas). Otras especies, como en los primates, tienen una o dos crías grandes y fuertes. Los progenitores y la sociedad las cuidan y protegen durante un tiempo después de su nacimiento. Aunque esto supone un elevado coste energético, se aseguran de que la nueva generación alcance la adultez, y así su información genética viaje a través del tiempo.

Otro carácter biológico sorprendente de Homo sapiens es su alta longevidad, mucho más elevada que cualquier otro primate.

Los genes de aquellos individuos que no llegan a la etapa reproductora no son transmitidos a la descendencia, y se pierde para siempre. En cambio, aquellos individuos dotados de unas características más aptas para el ambiente donde viven se reproducirán más y sus genes serán más frecuentes en la siguiente generación. Biológicamente se dice que estos tienen una mayor aptitud biológica o fitness. En un mundo lleno de amenazas y peligros, de depredadores y enfermedades, muy pocos individuos son capaces de sobrevivir más allá de la etapa reproductiva. Aquellos que lo hacen empiezan la nombrada etapa de envejecimiento, volviéndose individuos mucho más frágiles. Su sistema fisiológico acabará fallando, entre otros factores, por el acúmulo de toxinas y mutaciones que son perjudiciales a edades avanzadas, y les conducirá finalmente a la muerte. Su desaparición dejará espacio para nuevos individuos, esperando que muchos de ellos lleven sus propios genes.

Dentro del mundo animal, los humanos tenemos un ciclo de vida y una estrategia reproductora que ha despertado el interés de los evolucionistas. Destacamos por un periodo de dependencia infantil y juvenil muy prolongado. Además, existe un retraso en la edad de la primera reproducción. En los chimpancés, las hembras tienen la primera cría alrededor de los once años, mientras que en los humanos —considerando poblaciones cazadoras-recolectoras— no es hasta los diecinueve. Las poblaciones humanas cazadoras-recolectoras se usan comúnmente en antropología para reconstruir la vida de los primeros humanos, y también porque nos ofrecen datos biológicos y ecológicos naturales de H. sapiens. Por lo tanto, permiten comparar la especie humana con otras sin el efecto que la tecnología y organización social actuales tienen sobre nuestro ciclo de vida.

Otro carácter biológico sorprendente de Homo sapiens es su alta longevidad, mucho más elevada que cualquier otro primate. Los gorilas viven entre treinta y cinco y cuarenta años, y los chimpancés y orangutanes alrededor de cincuenta. Los individuos de las poblaciones cazadoras-recolectoras humanas tienen una longevidad media de setenta, mientras que en el periodo Paleolítico la esperanza de vida se situaba entre los quince y veinte años. Otros rasgos propios del ciclo de los humanos son un periodo gestacional muy largo y un destete temprano de las crías (aproximadamente a los treinta y dos meses en los humanos, y a los cincuenta y ocho en los chimpancés).

En H. sapiens existe una etapa postreproductiva (o postmenopáusica) donde, a diferencia de lo que esperaríamos en una especie normal, el cuerpo de las mujeres se mantiene sano y activo, sin un envejecimiento acusado, durante muchos años.

Alrededor de los cincuenta años, las hembras o mujeres de las especies de grandes simios dejan de ser fértiles, y ya no pueden dar nueva descendencia. Mientras que las hembras de chimpancé, orangután y gorila rara vez sobreviven más allá de este declive, las mujeres humanas se caracterizan por vivir muchísimo más. En H. sapiens existe una etapa postreproductiva (o postmenopáusica) donde, a diferencia de lo que esperaríamos en una especie normal, el cuerpo de las mujeres se mantiene sano y activo, sin un envejecimiento acusado, durante muchos años. Este estadio también aparece en otras especies (cetáceos, insectos, entre otros), pero en el caso de H. sapiens se trata de una etapa longeva y generalizada. Así, la figura de la mujer adquiere un nuevo rol muy importante en la sociedad: el de abuela.

¿Y cuál es el sentido biológico de esta etapa? ¿Por qué perduran si ya no son fértiles? La comunidad científica ha propuesto distintas hipótesis para dar respuesta a esta pregunta. Una de las que ha atraído más la mirada del público es «La hipótesis de la abuela». Según esta, las abuelas (mujeres en etapa postmenopáusica) atenderían en el cuidado y la alimentación de sus nietos y otros parientes cercanos (por ejemplo, hijos de sus hermanas). Los estudios han demostrado que su figura incrementa la supervivencia de sus nietos de forma significativa, mejorando tanto su crecimiento como su bienestar. ¿Y porque la abuela gasta recursos energéticos en eso? Al fin y al cabo, sus nietos y parientes llevan sus propios genes. Ayudarlos a sobrevivir y llegar a la edad adulta mejora su propia aptitud biológica. En otras palabras, aseguran de que sus genes pasen a la siguiente generación. Las abuelas cuidan de los nietos ya destetados, mientras las madres dedican sus recursos energéticos a nuevas reproducciones. Se mejora así su fertilidad, se reducen los tiempos entre embarazos y se incrementa la supervivencia de su descendencia. Se trata de un beneficio mutuo para ambas. Adicionalmente, la experiencia de las abuelas sobre el ambiente social y su entorno puede ser clave para, entre otras funciones, la búsqueda de alimento o en la detección de depredadores.

Ayudarlos a sobrevivir y llegar a la edad adulta mejora su propia aptitud biológica. En otras palabras, aseguran de que sus genes pasen a la siguiente generación.

Los paleoantropólogos no han llegado a un acuerdo sobre en qué momento evolutivo se adquirieron estos rasgos. Algunos sugieren que se desarrollaron alrededor de hace seis millones de años, durante la radiación de los homininos (humanos y sus parientes más directos), como una adaptación fundamental del taxón. Otros apuntan que fue en los orígenes del género Homo, hace dos millones y medio de años, coincidiendo con una reorganización estructural del cuerpo humano. Finalmente, hay quienes proponen que fue durante el Paleolítico (entre doscientos y cien mil años atrás). Es posible que todos estos caracteres no se adquirieran en bloque, sino como piezas de mosaico a lo largo de la evolución. La innovación en tecnología y técnicas, así como la recuperación de nuevos restos del linaje humano, podrán ayudar a arrojar luz sobre este tema en un futuro no muy lejano. Hasta el momento solo podemos decir: ¡Que vivan las abuelas!

Fuentes:

Hawkes. 2020. The centrality of ancestral grandmothering in human evolution. Integrative and Comparative Biology: icaa029.

Lahdenperä, Tanskanen & Danielsbacka. 2018. The Grandmother Hypothesis. Encyclopedia of Evolutionary Psychological Science. Springer Nature.

Voland, Chasiotis & Schiefenhövel. 2005. Grandmotherhood. The evolutionary significance of the second half of a female life. Rutgers University Press.

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