El Maristán nazarí y los inicios de la medicina moderna

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Cualquiera que haya visitado Granada, habrá paseado junto al río Darro y guardará en su retina la imagen de la Alhambra que pareciera querer absorber a los ensimismados turistas que miran hacia arriba desde el Paseo de los Tristes. Callejeando un poco por allí, se pasa por el Bañuelo;  y junto a él, un enorme solar al que casi nadie presta la más mínima atención. Un solar que albergó uno de los edificios más emblemáticos de la Granada islámica y tan maltratado por la historia que solo conserva una de sus paredes: el Maristán. Pero, ¿hasta qué punto fue importante este edificio?

TEXTO POR FRAN M. R. MARÍN
ILUSTRADO POR LIDIA IVARS
ARTÍCULOS
HISTORIA | MEDICINA
9 de Noviembre de 2020

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La medicina islámica

A lo largo de la Edad Media, sobre todo en el siglo XII, la medicina alcanzó un nivel elevado en el mundo islámico, algo que contrasta con la ruptura científica y el estancamiento que vivía la medicina del Occidente Latino. En la medicina islámica se distinguían tres clases de médicos, según la formación que hubieran adquirido.

El nivel más básico lo constituían los médicos prácticos, mutatabib, quienes habían adquirido sus conocimientos de manera práctica y el ejercicio de su profesión se veía limitado a ejércitos y mercados, donde eran sometidos a una continua vigilancia para asegurar la viabilidad de su labor. En el extremo opuesto, los hukama, sabios versados tanto en la medicina como en las siete artes liberales, eran capaces de recitar de memoria a los grandes clásicos de la época como Platón, Aristóteles, Hipócrates o Galeno. Sin embargo, y pese a su enorme formación, el hakim solía dedicarse más a divulgar sus conocimientos que a la práctica de la medicina, ya que para ello estaban los atibba o médicos, dedicados a la asistencia del enfermo. Solían formarse en la casa de otro tabib (o, con suerte, un hakim), durante un periodo de unos dos años. Eran los profesionales que cumplían de manera más completa la medicina, ya fuese en el domicilio del paciente o en su propia consulta. Ibn Yulyul, en su Libro de las Generaciones de Médicos deja constancia de esto en la página 455: «Tenía a la puerta de su casa más de treinta sillas donde se iban sentando los pacientes, en espera de ser atendidos…»

El hospital islámico

La palabra maristán deriva de la voz persa bimaristanat (bimar: enfermo; istan: destinado a). La propia etimología de la palabra nos remite a Persia como la cuna de los hospitales fundados en el mundo islámico. El primer hospital cuya existencia se ha constatado en el Islam es el de Gundisapur, ubicado en la ciudad persa del Kurzistan, con lo que, probablemente de él nacerían todos los demás. Sería imposible enumerar en un artículo de la extensión de este todos los hospitales de los que se tiene constancia en aquellos siglos, como la finalidad que se persigue no es más que dar un breve contexto histórico cultural a la creación del hospital granadino, se citarán algunos que destacaron algún motivo.

«Tenía a la puerta de su casa más de treinta sillas donde se iban sentando los pacientes, en espera de ser atendidos…»

Bagdad contó con al menos seis hospitales en el siglo X. Entre ellos, el bimaristan adudi era el más famoso por su solemnidad y tamaño. Fundado en el año 982 junto al Tigris, en la parte más occidental de la ciudad, cuenta la leyenda que a la hora de buscarle emplazamiento, Al Razi, su primer director, colocó cuatro trozos de carne en cuatro puntos de la ciudad y levantaron el hospital en el lugar en el que más tiempo tardó en descomponerse.

Años después, en 1154, Nur al Din funda en Damasco el hospital que lleva su nombre y que aún existe en la actualidad, con lo que probablemente sea el más antiguo conservado. Posee un patio central con un estanque y, alrededor, cuatro salas abovedadas y otras cuatro salas sin ventanas. De este hospital se conservan registros de su funcionamiento: listas de los pacientes ingresados, junto con su alimentación y medicación, jornadas de trabajo de los médicos.

En El Cairo antiguo también se construyeron varios hospitales, entre los que destaca el bimaristan de Ahmad Tulun (827 d. C.) que tenía una parte reservada a pacientes alienados, con lo que quizás sea este el primer hospital de la historia con una sección dedicada a las enfermedades mentales. También hay que hablar del Bimaristan Mansuri (1248), que podía albergar a ocho mil personas, sin limitación de tiempo de estancia o tratamiento, separadas según el tipo de padecimiento que presentaban; además de poseer depósitos de víveres y fármacos y disponer de personal auxiliar administrativo y —por primera vez que se tenga constancia— una biblioteca para uso de pacientes y facultativos.

Independientemente del país en el que estuvieran ubicados, lo cierto es que la aparición de los maristanes, propició la enseñanza de la medicina, pues aportaban unas instituciones en las que los estudiantes se hacían cargo de los enfermos, bajo la supervisión de los atibba; completando el conocimiento teórico, para el que ya existían otras entidades como las Madrazas o las Casas de la Sabiduría. Estos primeros hospitales se destinaban a los enfermos de clases sociales y eran, normalmente, financiados por personalidades acomodadas de la época, quienes, además, los dotaban de importantes rentas para su mantenimiento. Además, se caracterizaban por una serie de aspectos que, hoy en día llaman la atención al pensar la cantidad de siglos que han transcurrido desde entonces, a saber:

  1. Nula dependencia del poder religioso: al no estar institucionalizado el clero, este se mantenía al margen de las fundaciones de hospitales y, por lo tanto, de su control posterior. Tampoco desempeñaban ningún papel en la asistencia de los enfermos.
  2. Papel superior del médico en el hospital: desde los inicios, la dirección de los hospitales estuvo encomendada a los propios médicos, quienes visitaban varias veces al día a los enfermos, se organizaban en turnos de guardia y poseían auxiliares encargados del cuidado de las enfermerías las veinticuatro horas del día.
  3. Programación docente para los alumnos: los pilares de la enseñanza de la medicina eran las Casas de la Sabiduría, dotadas de grandes bibliotecas para aportar el conocimiento teórico; el aprendizaje junto al médico, con el que se pasaba consulta y se discutían los casos y la asistencia al hospital donde se actuaba como auxiliar, completando su aprendizaje junto a la cama del enfermo y asistiendo a las sesiones científicas a cargo del personal médico.
  4. Distribución de los enfermos según su patología: era una práctica común en hospitales grandes (en los pequeños no tendría objeto) destinar salas distintas para pacientes aquejados de problemas quirúrgicos, oftálmicos, mentales y procesos febriles.
  5. Conocimiento preciso de sus dotaciones económicas: los hospitales islámicos se sustentaban mediante las rentas que producían las donaciones como prueba de benevolencia, practicando uno de los preceptos coránicos: la limosna; todo ello administrado de manera correcta por personal destinado a tal fin.

El hospital islámico en occidente

La primera referencia que se tiene de un hospital en el occidente islámico es en la ciudad de Qiruan (Túnez), a mediados del siglo IX. Sin embargo, apenas hay noticias respecto a los hospitales en al Andalus hasta la segunda mitad del s.iglo XIV, cuando se funda el Maristán de Granada. Se cree que en el siglo XII hubo un hospital en la zona de Levante, pero esta hipótesis no está lo suficientemente corroborada y aún se pone en duda su veracidad, máxime teniendo en cuenta la creencia que se llego a tener acerca de la existencia de otro hospital en Algeciras, debido a un error de traducción.

...los pilares de la enseñanza de la medicina eran las Casas de la Sabiduría, el aprendizaje junto al médico y la asistencia al hospital como auxiliar...

Por lo tanto, y mientras no aparezcan otra información que lo contradiga, se debe concluir que en al-Andalus no existió más hospital que el Maristán de Granada, fundado por el sultán Nazarí Muhammad V en 1367. Según su lápida fundacional, su construcción duro unos veinte meses, desde la «2ª decena del mes de muharram del año 767 musulmán» (que viene a ser finales de septiembre, primeros de octubre del 1365 cristiano), hasta la «2ª decena del mes de shawwad del año 768 musulmán (mediados de junio de 1367 cristiano).

El Maristán fue construido en la margen derecha del río Darro, en un lugar conocido como arrabal de la tranquilidad y sobre un edificio ya existente, lo que facilitó la labor. Constaba de ocho naves compartimentadas en unas cincuenta habitaciones, lo que nos lleva a pensar en una capacidad de unos doscientos enfermos. Estas galerías se distribuían en dos niveles alrededor de un patio central rectangular presidido por una gran alberca de catorce metros de largo por cinco de ancho, alimentada por el agua que salía de las bocas de dos leones de piedra, tal y como describe Gastón Morata en su novela El perfume de Bergamota. Actualmente no se tiene constancia de personal adscrito al hospital, lo cual no quiere decir que no lo hubiera. Lo que sí es probable es que, desde su origen, fue dedicado a albergar pacientes alienados, por lo que, probablemente nos encontremos ante el primer manicomio de Europa.

...desde su origen, fue dedicado a albergar pacientes alienados, por lo que, probablemente nos encontremos ante el primer manicomio de Europa

Con la llegada de los Reyes Católicos (siglo XVI), el Maristán se convirtió en Casa de la Moneda. Un siglo más tarde pasó a ser un albergue de los monjes mercedarios del convento de Belén. En el siglo XVIII pasó a convertirse en almacén de vinos y en el siglo XIX, casa de vecinos, cuartel y cárcel. En 1843 se demolió de manera parcial… Desde entonces, este edificio histórico y emblemático para la medicina española y europea espera su restauración, que fue iniciada en enero de 2020 y paralizada con motivos de la pandemia.

 

Bibliografía básica

García Granados, J. A.; Girón Irueste, F. y Salvatierra Cuenca, V. El Maristán de Granada: un hospital islámico. Asociación Española de Neuropsiquiatría, 1989.

 

Algunas novelas

Barrejón López, Fernando. El cielo roto. Suma, 2013

Franklin, Ariana. Maestra en el arte de la muerte. Suma, 2007

Gastón Morata, José Luis. El perfume de Bergamota. Editorial Almuzara, 2007

Gordon, Noah. El médico. Rocabolsillo, 2008.

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