Guisantes verdes listos

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En 2017 se llevó a cabo un ingenioso experimento liderado por la University of Western Australia que dio mucho de qué hablar. La prensa generalista se hizo eco e interpretó los resultados a su manera, como viene siendo habitual. Para saber realmente lo que ocurre en un laboratorio, lo mejor es hablar directamente con los protagonistas de la investigación. Por eso, mientras se llevaba a cabo el proyecto, contactamos con Roberta. Esto fue lo que nos contó.

TEXTO POR ESTIBALIZ URARTE RODRÍGUEZ
ILUSTRADO POR DIANA BLANC
ARTÍCULOS
ABOTANOPSIA | BOTÁNICA
15 de Marzo de 2021

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Soy una planta de guisante y las personas que se dedican a estudiarme me llaman Pisum sativum. Bueno, no solo a mí, a todas las plantas que son de mi especie. Igual que tú eres Homo sapiens, yo soy Pisum sativum. ¿Lo pillas? Además, tengo una suerte de apodo, «Massey Gem», que hace referencia a mi cultivar. Conozco a otras plantas de guisante que también tienen motes molones: «Sugar Snap», que suena a grupo de dance de los 90, «Jaguar», que denota un rollito salvaje, o «Sugar Daddy», que suena a… bueno, mejor no digo a qué suena. Lo de que cada ejemplar tenga su propio nombre y apellido no se lleva en el mundo vegetal, pero si lo preferís podéis llamarme Roberta.

El caso es que un grupete de plantas de guisante «Massey Gem», incluida servidora, llevamos un tiempo aquí en un laboratorio de la University of Western Australia protagonizando —sí, sí, protagonizando, a ver si pensabais que las plantas no éramos importantes— una investigación liderada por Monica Gagliano, experta en comportamiento vegetal. Monica viene del norte de Italia, por eso habla inglés con ese acento tan peculiar. No es que yo pueda escucharla o entenderla, soy una planta, pero permitidme ciertas licencias literarias, como echar mano del antropomorfismo, para que comprendáis mejor lo que vengo a contaros.

Monica y su equipo, formado por Mavra, Martial y Michael, se han propuesto averiguar cómo detectan nuestras raíces las fuentes de agua. Los científicos ya saben que dirigimos nuestras raíces hacia el agua a través del suelo cuando descubrimos un gradiente de humedad (¡nos han pillado!), pero desconocen mediante qué mecanismo percibimos el preciado líquido. Esta capacidad que tenemos las plantas de dirigir las raíces hacia la fuente de agua más cercana se llama hidrotropismo, positivo en este caso, porque la raíz responde al estímulo —disponibilidad de agua— creciendo hacia él. Existen muchos otros tropismos o respuestas de las plantas hacia estímulos del medio ambiente, como el fototropismo (respuesta a la luz), el heliotropismo (respuesta al sol), el quimiotropismo (respuesta a sustancias químicas) o geotropismo (respuesta a la gravedad). Nosotras nos movemos, y mucho, lo que ocurre es que para los seres humanos somos unas lentas de cuidado, como los Ents de El Señor de los Anillos, ¿os acordáis?

En la Tierra hay casi ocho mil millones de seres humanos y todos esos seres, incluidos vosotros y vosotras que me estáis leyendo, tenéis que alimentaros. Más vale que hagáis la ola a todos esos científicos y científicas que nos estudian

Pero a lo que íbamos, que me voy por los zarcillos. ¿Cómo detectan nuestras raíces la fuente de agua para crecer hacia ella? Para intentar descubrirlo, Monica y compañía nos colocaron, cuando éramos plántulas —la fase inicial de nuestro crecimiento, algo así como nuestra infancia— en una especie de tubo de PVC en forma de Y invertida relleno con tierra. Este diseño permitía que nuestras raíces pudieran crecer por uno de los brazos del tubo, por el otro, o por ambos. Cada brazo del tubo desembocaba en una macetita de plástico independiente. Debajo de cada maceta, a su vez, se colocaba una bandeja. Así, el equipo podía aplicar distintos tratamientos a cada maceta y ver hacia dónde crecían más las raíces de una misma planta. Chulo, ¿verdad? Es que esta Monica es muy lista.

Los tratamientos eran relativamente sencillos. Primero, en una de las bandejas echaban agua y en la otra no. Aquí es fácil adivinar hacia dónde crecían las raíces, la verdad. Tontas no somos, aunque no tengamos cerebro ni sistema nervioso. En el siguiente experimento se ataba un tubo de PVC flexible alrededor de una de las macetas y a través de este fluía agua, simulando una tubería. A ninguna de las macetas se les echaba agua. Aquí el equipo se llevó una grata sorpresa. ¡Nuestras raíces crecían hacia la maceta que estaba rodeada por el tubo flexible de PVC! Al parecer podían localizar la fuente detectando las vibraciones generadas por el agua en movimiento en el interior de la tubería. Para seguir profundizando en esto del sonido, Monica y su equipo sometieron a algunas de nosotras —a mí este no me tocó, mechachis— a otra prueba: conectaron algunas macetas a un reproductor de mp3 que emitían sonidos de agua grabados y otras a un reproductor que emitía sonidos producidos por un ordenador. Estos sonidos, al contrario que el sonido real del agua, hacían que las raíces se alejaran de la fuente. Monica concluyó que podía ser el efecto de las ondas magnéticas de los aparatos de grabación. Finalmente, los investigadores pudieron comprobar que, si hay agua de verdad, la preferimos a cualquier sonido. ¡Ya os he dicho que no somos tontas! Si en una maceta añadían agua y en la otra conectaban la tubería casera, nuestras raíces crecían hacia la maceta con agua. Más vale pájaro en mano que ciento volando. ¿Cómo os quedáis?

Estos experimentos están causando mucho revuelo ahora que ha salido el paper, un artículo publicado en una revista científica que da validez al estudio. Los medios de comunicación no especialistas están diciendo cosas que no son, como que «las plantas podemos oír el agua”». Ya os digo yo que las plantas no oímos nada. ¿Pero, cómo vamos a oír si no tenemos oídos? A mí es que esos titulares me parecen sensacionalistas, totalmente enfocados al clickbait, qué queréis que os diga. Es cierto que Monica es un poco mística: a veces nos habla y se piensa que le contestamos, pero obviamente no lo hacemos, no podemos hablar, y una compañera que germinó a la vez que yo —podéis llamarla Elena— me contó que durante un tiempo tomaba infusiones de ayahuasca, que es una planta exótica de Sudamérica que te da mareos o algo así. A pesar de estas cosillas propias de muchos seres humanos, no se puede negar que sus experimentos siguen a pies juntillas el método científico y, tal y como me explicó Elena, han pasado la revisión por pares, lo que significa que se ha comprobado su veracidad. La verdad es que la chica tiene mucho mérito.

Saber cómo funcionamos las plantas es muy importante para vuestra especie, por eso es un error que no prestéis casi atención a la investigación que se hace con nosotras. ¡Qué injusto! Las plantas somos la base de vuestra alimentación, generamos gran parte del oxígeno que respiráis, os proporcionamos tejidos, colorantes, medicamentos, materiales para construir edificios, para fabricar instrumentos musicales, papel, sustancias para que lo paséis fetén, adornamos vuestros espacios, damos de comer a vuestros animales y nos podemos convertir en combustible. ¿Por qué no les dais un mayor reconocimiento a las personas que nos investigan? Por cierto, que gracias al botánico (y colaborador de Principia) Rafael Medina, ya tenéis un término en castellano que define este pasotismo vuestro hacia nosotras: abotanopsia.

Los hallazgos del equipo de Monica y los experimentos que sigan haciéndose en esta línea son fundamentales por dos grandes motivos. Por un lado, la obstrucción de tuberías por invasión de raíces os cuesta muchísimos millones cada año, y algunos árboles incluso pueden llegar a dañar edificios, piscinas, aceras, carreteras… A lo mejor, conociéndonos mejor podríais evitarlo. Por otro lado, saber más sobre el funcionamiento de nuestras raíces, sobre cómo responden a estímulos como el ruido o el agua, puede ayudar a mejorar la eficiencia de vuestros cultivos en un futuro próximo. En la Tierra hay casi ocho mil millones de seres humanos y todos esos seres, incluidos vosotros y vosotras que me estáis leyendo, tenéis que alimentaros. Más vale que hagáis la ola a todos esos científicos y científicas que nos estudian, porque de ellos depende vuestro futuro y el de vuestros bisnietos.

 

Referencias

Monica Gagliano et al., 2017. Tuned in: plant roots use sound to locate water.

¿Las plantas tienen algo que decir? Esta científica dice que sí. 2019. The New York Times.

Rosa Porcel. 2020. Esto no estaba en mi libro de botánica. Almuzara.

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