Descifrando los secretos de los colores

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«En el caso de la luz, los colores primarios son el rojo, azul y verde. Su suma nos da luz blanca, y las diferentes combinaciones de cada uno de estos tres colores y los que vamos logrando a partir de ellos, permite obtener todos los colores que vemos».

TEXTO POR NAIARA NIETO REMENTERIA
ILUSTRADO POR NAIARA NIETO REMENTERIA
ARTÍCULOS | KIDS
COLORES | FÍSICA | LUZ
17 de Mayo de 2021

Tiempo medio de lectura (minutos)

—¡Esto es imposible! —Gritó Iris con el ceño fruncido y los brazos cruzados, como siempre que algo le parecía injusto o no le salía como esperaba.
—¿Qué te ocurre, cariño? —Le preguntó su madre con media sonrisa. Conocía bien esa reacción. Iris era inquieta y curiosa, también perseverante, y cuando se sentía frustrada tenía muy mal genio.
—Pues nada, que en la escuela nos han dicho que la luz blanca, como la del sol, está compuesta por todos los colores del arcoíris, pero llevo un buen rato haciendo pruebas y nada. Cuantos más colores mezclo, ¡peor! He empezado por el rojo, después amarillo, verde, azul, índigo y lila, y lo que salía era una especie de marrón. Después, he ido añadiendo los demás de mi caja especial de cuarenta y ocho colores y ¡no ha mejorado nada! —Contestó la pequeña realmente disgustada.
—¿Sabes que lo que planteas es algo muy interesante? Y cuanto más sepas, más vas a querer saber.
—Uy, mamá, ¿esto no será como cuando te hago algunas preguntas y empiezas a explicarme muchas cosas complicadas y yo me aburro y tú te acabas frustrando (de alguien lo había heredado Iris)? —Preguntó dejando a su madre un poquito desilusionada.
—Lo cierto es que todo dependerá de lo bien que te lo explique… Déjame intentarlo y prometo que, si te aburres, lo dejamos para otro momento, ¿trato hecho?
—Está bien —contestó la niña condescendiente.
—¡Comencemos por el principio! —Prosiguió su madre con renovado entusiasmo —. Como tú misma has dicho, la profesora os estaba hablando de los colores, pero en concreto, de los colores de la luz. Y una cosa es cómo se comportan los colores de la luz, y otra, cómo se comportan los colores de las cosas, de la materia, de los pigmentos y los colorantes: el color de las flores, de tus pinturas, de las cosas que se pueden tocar, de lo material.
—¿Y una medusa? —Preguntó Iris un poquito retadora y traviesa—. Una medusa no la podemos tocar, ¿no?
—Realmente podemos tocarla, otra cosa es que no debamos hacerlo porque nos va a picar… pero eso tú los sabes perfectamente —le contestó su madre guiñándole el ojo.
—¡Entendido, mami!
—En el caso de la luz, los colores primarios son el rojo, azul y verde. Su suma nos da luz blanca, y las diferentes combinaciones de cada uno de estos tres colores y los que vamos logrando a partir de ellos, permite obtener todos los colores que vemos.
—¿El verde? Yo pensaba que el amarillo… —replicó Iris.
—¡Muy buena observación! El verde es uno de los colores primarios de la luz, junto con el azul y el rojo, pero en el caso de los colores materiales, como tú bien indicas, es diferente. Los colores primarios de la materia son: el rojo, el azul y el amarillo en lugar del verde. A partir de las combinaciones de estos colores se van obteniendo el resto, y así es como funcionan los pigmentos de tus pinturas.

La niña escuchaba atenta, por lo que su madre se animó a profundizar un poco más:

—No hay que olvidar que sin luz no hay color. Siguiendo con el ejemplo de tus pinturas, vemos sus colores porque cuando les da la luz, absorben unos colores y reflejan otros, y son precisamente estos que se reflejan los que vemos. Cuantos más colores mezcles, es decir, cuantos más pigmentos de diferentes colores añadas, más luz absorberá la mezcla, que ira robando sus colores a la luz blanca. Teóricamente, hasta llegar a la ausencia de luz que es lo que vemos en color negro.

En esta ocasión Iris no lo tenía tan claro.

—Entonces, ¿es como si lanzáramos pelotas de diferentes colores contra una pared y cuando chocan solo unas rebotan y son esas las que vemos?

Su madre asintió sin tener muy claro que la comparación fuera la más acertada, pero sin duda, resultaba ilustrativa.

—Ahora entiendo por qué la mezcla de mis pinturas no resultaba en blanco, porque estaba mezclando pigmentos y no luz, pero ¿por qué no me salía negro? —Continuó Iris.
—Lo que a veces parece sencillo en la teoría, no es tan perfecto en la práctica… —admitió su madre—. Con este problema también se encontraron los que fabrican impresoras, y por eso incluyen un cartucho con tinta negra. Y no solo eso, acompáñame, vamos a investigar en la impresora.

Madre e hija se dirigieron a la sala donde tenían una pequeña impresora en color. La madre levantó la tapita donde se guardaban los cartuchos de tinta.

—¿Ves? Los colores no son exactamente los clásicos rojo y azul.
—¡Guau! ¡Me encantan ese rosa y ese azul! ¡Son tan vivos!  —Exclamó la niña.
—Se llaman magenta y azul cian, y junto con el amarillo y el negro permiten obtener mejores combinaciones y mezclas más aproximadas a los colores que vemos —le explicó su madre.
—Bueno, Iris, has aprendido mucho sobre colores… —y antes de que pudiera proseguir, la pequeña dio un respingo.
—¡Acabo de tener una idea! —Y salió corriendo hacia su cuarto.

Buscó tres linternas que tenía y después vació la enorme caja en la que guardaba los bloques de construcción, que hicieron un ruido tremendo al esparcirse por el suelo. Su madre se sobresaltó ligeramente. Le invadió una mezcla de orgullo por la imaginación y el desparpajo de su hija, combinado con curiosidad por el tiempo que les llevaría recoger el experimento.

—¡Mamá! ¡Necesito ayuda! —Gritó finalmente Iris —. ¿Qué hago para que salga luz de color con la linterna?

Cuando su madre entró en el cuarto, descubrió un ingenioso escenario. La gran caja de bloques estaba tumbada, abierta al frente, con una sábana de estrellas azules que caía a ambos lados, a modo de telón improvisado, y en la parte superior, unas coquetas cortinillas hechas con una falda de tul. El auditorio lo componía una colección variopinta de muñecos y peluches. En medio del escenario, su muñeca favorita. Bien podía ser una cantante, artista o conferenciante de discurso serio, pero en cualquiera de los casos, era una protagonista de alegre pelo multicolor.

Impaciente, Iris le mostraba a su madre las tres pequeñas linternas.

—¿Cómo logramos la luz de color? —Preguntó finalmente.
—Para eso necesitamos filtros.
—¿Filtros? —Preguntó la niña.
—Sí, como cuando se escurren los espaguetis con el colador y el agua pasa, pero los espaguetis, no. El colador hace de filtro, que permite pasar al agua, mientras que los espaguetis quedan retenidos. No es muy buena comparación la de los espaguetis y el agua con la luz, pero, a partir de ahora, ¡seguro que cuando comas pasta te acuerdas de los filtros! ¿Qué opinas? —Preguntó, no muy convencida. Tenía la impresión de que aquel día las comparaciones no estaban saliendo muy finas.

Iris asintió divertida.

—Sí, pero ¿dónde vamos a encontrar un colador de luz?
—Buena pregunta, hija. Algunos caramelos vienen envueltos en papel de celofán de colores, eso nos serviría, pero no tenemos…

De repente, Iris se dio cuenta de que ella tenía filtros de colores. Inmediatamente, rebuscó entre sus bloques de construcción y rescató unas pequeñas piezas de diferentes formas y colores: Eran pequeños filtros con marco de madera cada uno de un color.

De pequeña, solía hacer construcciones junto a la ventana para ver las bonitas composiciones de color que se iban formando con el paso de la luz a través de los filtros de las diferentes piezas. Ahora sabía que no es que la luz blanca cogiera el color de estos plásticos. Era el plástico el que atrapaba los colores de la luz blanca, excepto el del color que dejaba pasar, que era el del propio color del plástico.

Madre e hija se pusieron manos a la obra y pegaron con cinta adhesiva una pieza a cada linterna. Y así lograron una fuente de luz roja, otra verde y otra azul. Iris estaba muy contenta con su espectáculo de luces. Pero aún le aguardaba una sorpresa.

—Iris, enfoca las tres luces a un mismo punto del escenario —le indicó su madre.

Y cuando los tres colores primarios de la luz se superpusieron, el resultado fue una luz blanca.

—Casi blanca, mami.
—Tienes razón, como decíamos antes, la práctica a veces es más complicada que la teoría, pero espera, ¡que aún hay más! Coloca tu muñeca en el escenario, donde apunta la luz blanca que has formado, pero sin pegarla al fondo.

Mientras Iris seguía las indicaciones de su madre, esta apagó la luz de la habitación para mejorar el efecto.

Tras la muñeca, se crearon sombras de colores: amarillo, cian, magenta, y donde se solapaban: verde, azul, rojo…

—¡Parece magia! —Dijo Iris.
—Magia, pero de la que, si eres observadora y estudias, puedes llegar a descifrar —le dijo su madre —. Y la sensación de descubrir o entender el truco, ¡esa sí que es mágica!
—Tenías razón, mamá. Ahora que he aprendido muchas cosas sobre colores, tengo aún más preguntas. ¿Qué te parece si hacemos que mi muñeca es una científica que da una conferencia y vamos respondiendo las preguntas que hacen los peluches?
—¡Me parece una idea estupenda! Tendremos el ordenador encendido para las preguntas más complicadas —rio su madre encantada con la propuesta.

Y así pasaron una tarde repleta de color y de magia.

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