¡Lo que cuesta llegar al fin del mundo! (o a un lugar parecido, al menos)

Portada móvil

Hace años recorrí un terreno pedregoso, con plantas que te pinchaban según ibas andando, por un camino —si es que se puede llamar camino a eso— que descendía por una pendiente muy pronunciada. ¡Menuda aventura! Aun hoy, tras muchos años, seguimos recordando toda la familia aquel día. Y todo por ver unas rocas algo especiales que, a veces, nos preguntamos si merecieron la pena. Pero claramente sí, así tenemos historieta para toda la vida.

TEXTO POR RAQUEL MARTÍNEZ CANTÓ
ILUSTRADO POR GINA MARTÍNEZ
ARTÍCULOS
GEOLOGÍA
20 de Diciembre de 2021

Tiempo medio de lectura (minutos)

Fuimos muy al norte de España, de excursión al Cabo de Peñas, en Asturias. La idea era pasar un día tranquilo en familia, pero ir con una geóloga a un paraje natural nunca es sinónimo de calma y tranquilidad. Resulta que allí, bajo el acantilado, había unas rocas que presentaban una estratificación un tanto diferente y original, según había leído ella. ¿Y qué significaba aquello? Que íbamos a acabar todos bajando hasta allí para verlo e intentar entender qué era aquello que decía.

Primero vimos el faro, con su centro de interpretación. Sabíamos que era antiguo, pero no tanto. Fue en 1852 cuando empezó a iluminar el litoral asturiano y desde entonces no hay día en que no haya funcionado. Curioso también me resultó que antes de ese año el lugar se usaba como punto de luz, pero por medio de fuego de quemar troncos entre piedras. Claro está que aquello no iluminaba ni la mitad de las cuarenta y una millas que se logran ahora (en tiempos buenos, que son la minoría; la mayor parte del tiempo ilumina dieciocho millas, por la bruma).

En el centro de interpretación preguntamos por alguna ruta para bajar desde allí al lado derecho, hasta casi el mar. La verdad es que la chica nos miró un poco raro, pero nos indicó que había un caminito que salía de allí cerca. Emprendimos viaje ¡y menudo caminito! Al principio todo iba bien, cada vez más empinado, pero bueno. Sin embargo, llegó un punto en el que el camino casi desaparecía y allí no cabía ni un pie delante de otro. Nos las vimos y nos las deseamos para hacer malabares y no caernos. El camino estaba lleno de arbustos que pinchaban muchísimo. Ganas no nos faltaron de arrancar alguno con el que nos hicimos daño… Pero no, seguimos hacia abajo poco a poco y con cuidado. Creo que algún documento gráfico hay de los momentos de casi caídas que tuvimos todos.

Acantilados de Cabo de Peñas (Créditos: Raquel Martínez-Cantó)

¡Por fin llegamos abajo! Pocos centímetros más arriba del agua nos paramos a admirar los acantilados y las rocas que en ellos se ven. Impactan. Son unos acantilados muy altos, de más de cien metros de altura. Arriba se aprecia la rasa litoral, que es donde empezamos este camino. La rasa es una superficie horizontal, de gran extensión, que se sitúa a bastante altitud sobre el nivel del mar. En Asturias existen muchísimas y en esta zona se ven muy bien, sobre todo desde aquí abajo.

Visión de la rasa litoral actual
Rasa litoral actual (Créditos: Raquel Martínez-Cantó)

Pero la geóloga del grupo nos pide que nos pongamos «las gafas de geólogo» y miremos con más detalle. La rasa nos comenta que tiene un origen marino, que es al consenso que se ha llegado por la comunidad científica. Otra cosa que nos comenta, y que tenemos la suerte de ver por la marea baja, es la superficie actual de abrasión. Esto se forma por el oleaje, que va cortando los estratos verticales de las cuarcitas del Ordovícico (las rocas que forman el acantilado que vemos).

¿Y por qué hemos bajado hasta aquí? Por todo lo anterior y para observar la estratificación cruzada tipo hummocky. Claramente, tuvo que explicarnos qué era aquello. Se trata de una muestra de cómo se sedimentaron las rocas que estamos viendo. Forman estratos, pequeñas líneas visuales dentro de una misma capa, de aspecto cruzado (por eso se llama estratificación cruzada). Se producen por las condiciones del medio donde se depositan los materiales y aquí, en este caso, indican que hubo una corriente generada por tormenta y, a la vez, se produjo un oleaje de alta amplitud en profundidad, es decir, que no solo afectó el oleaje a la superficie del agua. Lo que se ha estudiado es que este tipo de estructura sedimentaria aparece en zonas de transición, con afección de las mareas, y se forman al producirse tormentas.

Explicación de cómo se ve una estratificación tipo hummocky, extraída de Walker (1984)
Explicación de cómo se ve una estratificación tipo hummocky. Walker (1984)

 

Detalle de una estratificación tipo hummocky, en Book Cliffs, Colorado (imagen libre)

Pues sí, amigos, conseguimos ver esa forma sedimentaria rara por todo lo que necesita para formarse. A ojos no expertos, aquello parecía una marabunta de líneas de roca, más marcada sobre la roca general, que iban chocando entre sí y que producía una especie de ojos por sus formas cruzadas. No pudimos hacer fotos en las que se viese bien, porque empezaba a subir la marea y esto estaba enfrente nuestra, no podíamos tocarlo. Sin embargo, siempre podremos decir que hemos visto unos hummocky en Cabo de Peñas, y viendo fotos de otros lugares, recordaremos cómo eran.

Como la marea nos iba ganando terreno, volvimos hacia arriba buscando el faro por mitad de este espacio protegido (y con las piernas hechas un cromo). Durante la subida pudimos ver cómo diversas aves migratorias pasaban por encima nuestro, camino de su siguiente destino. También, en algunos puntos, nos paramos a admirar los pliegues de la costa central asturiana y ver las calas y playas. El día estaba muy despejado y se podían ver muchas de ellas, aunque estuviesen a bastante distancia. La verdad es que ver estas cosas hizo que se nos hiciera más llevadera la subida.

Ya de vuelta en el centro de interpretación, nos volvimos a encontrar con la chica que nos indicó el camino. Al preguntarnos por cómo había ido, le contamos la experiencia y también le dijimos que el camino estaba bastante mal por los arbustos. Nos contó que es un ecosistema protegido, que no pueden tocarlo. Se trata de un brezal–tojal y lo que más molesta son los tojos, de la especie Ulex europaeus, que tienen ramas muy espinosas y unas flores amarillas. Es un arbusto muy ramificado y que alcanza los dos metros de altura con cierta facilidad. Aparece, generalmente, en terrenos ácidos y con mucha humedad ambiental, por eso es común encontrarla en toda la costa cantábrica. Ahora ya entendimos más la dejadez que parecía sufrir el camino que habíamos transitados.

Nos comentó también que próximo a esto hay un yacimiento donde se aprecia una sucesión paleozoica de interés, considerada un Lugar de Interés Geológico (LIG CA025), pero esto ya lo dejamos para otra excursión, que todos estábamos muy cansados y llenos de emociones. Estar en este paraje te transporta a otros sitios como Irlanda o Escocia. La vegetación, las rocas, los acantilados… todo es de película.

 

Referencias  

WALKER, R.G., 1984: Shelf and shallow marine sands. In: Walker, R.G. ed. Facies Models: 141-170. Reprint series l. Geoscience. Canadá

 

¡Nuevo número de Principia Magazine ya disponible!

 


Deja tu comentario!