El placer de Euclides

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TEXTO POR JOSÉ ANTONIO LORENCIO ABRIL
ILUSTRADO POR ALEJANDRO ARNAIZ
ARTÍCULOS
MATEMÁTICAS | MICRORRELATOS
8 de Abril de 2022

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No podía aguantar la semana de espera que le había sido impuesta para conocer lo que el profesor llamó «el mundo de la verdad». Esa misma tarde se presentó en casa de su maestro e insistió en que necesitaba conocer. El maestro se vio obligado a interrumpir la merienda y atender a nuestro protagonista.

El joven Euclides estaba sintiendo el placer que solo los humanos podemos experimentar: el placer del estímulo mental, del reto intelectual. El placer de comenzar a entender por primera vez. Esto sucedería probablemente sobre el siglo III a. C., mientras Euclides escuchaba las probables palabras de un seguro profesor hoy desconocido acerca de cómo pueden dividirse ciertas unidades entre tantas otras.

Euclides descubriría algún día de su vida el concepto de división, que le acompañaría por el resto de su tiempo sobre la Tierra.

—Vamos, Eu. Deja por un día esos números y disfruta con nosotros —dijo Pármeno, amigo de la infancia de Euclides—, vamos a celebrar tu nueva posición de profesor.
—No lo entendéis, ninguno de vosotros. La belleza de lo que estoy a punto de lograr es tal que daría la vida y todas mis posesiones si fuera la única forma de que todos los hombres que quedan por venir al mundo tengan la oportunidad de ver lo que yo veo, de saber lo que sé y de sentir lo que siento. Eso que tú llamas números y para ti son simples grafías manuscritas que usamos los profesores para enseñar y los contables para no perder la cuenta, para mí significan el acercamiento de los mortales al lenguaje de los dioses, el entendimiento de los humanos de la verdad del mundo, la que no está sujeta a la materia ni a la apetencia ni al momento ni al cambio. Y si no te basta con el conocimiento de la verdad y te adhieres a aquellos que claman que solo lo práctico es útil, dime cómo Tristán resolvió el conflicto de los terrenos de aquellos once hermanos que heredaron vastas extensiones de terreno si no fue usando los números. Dime cómo Alcander mantiene la calidad de su pan y consigue día tras día que no se quede crudo ni se queme si no es gracias a un proceso de pruebas que le llevó a conocer la cantidad, mediante números, de tiempo que debía mantener la masa en el horno o las proporciones de harina, agua y sal. O explícame cómo es que dos monedas diferentes pueden ser acuñadas para que tengan el mismo valor si no es mediante el conocimiento numérico de cuánto vale tanta cantidad de qué material.

Ocurre constantemente que el placer filosófico del conocer por conocer produce saberes que permiten a otros obtener su placer de transformar el conocimiento en hecho, y es entonces que todos podemos obtener el placer del buen pan, del buen vino, de la buena tela en nuestros ropajes. ¿Y me dices, Pármeno, que no disfruto? ¡Si yo disfruto por tres! Disfruto al comer, disfruto al crear y disfruto, sobre todo, al conocer.

Y es así cómo me gusta imaginarme la última vez que Pármeno intentó invitar a su viejo amigo a una fiesta. Pero también me gusta pensar que es así cómo Pármeno se interesó por los escritos de Euclides y descubrió el tercer y más humano de los placeres. Que así fue cómo consiguió aumentar su felicidad y cómo entendió que un número es una verdad, no un dibujo. Que un número primo es más que un divertimento y que su amigo era el primero en grabar en Los Elementos que los números primos nunca terminan, que existe un método para conocer el mayor divisor de dos números dados y que su amigo lo había descubierto y otras muchas verdades que jamás cambiarían y que debían su hallazgo a su compañero desde la infancia.

 

 

Relato surgido de la tarea propuesta en la clase «Narrativa científica» (impartida por Enrique Royuela) a los alumnos de la III edición del curso ‘La divulgación científica: un relato transmedia’, organizado por la Unidad de Cultura Científica y de la Innovación (UCC+i) de la Universidad de Murcia (UMU)

 

 

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