Inteligencia sumergida

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TEXTO POR PAZ AYLLÓN
ILUSTRADO POR ALMUDENA COSTA (@MISUNDERART)
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INFORMÁTICA | MUJERES DE CIENCIA | NASA
9 de Junio de 2022

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Fue tremendamente difícil saber cuál sería mi lugar, cuál sería ese puesto en la sociedad que me permitiría alcanzar mis objetivos y metas personales, hallar algo que favoreciera mi pleno desarrollo, para sentirme aceptada por mí misma, y más aún si desde mi nacimiento estaba predestinada a subordinarme frente a otros.

Es apasionante sentir cómo la mente adquiere conocimientos mediante los procedimientos más básicos que podamos imaginar. La capacidad de aprender puede resultar incluso más satisfactoria que la de enseñar y esto se debe a que la habilidad de desarrollo de cada ser humano es tan amplia como el sujeto desee, es como un placer infinito que nunca cesa.

Pero ¿y si fuera el resto el que no te permitiera sentir ese gozo? Este sentimiento es desgraciadamente uno de los más comunes en nuestra era, un momento de continua evolución científica en el que solo unos pocos tienen acceso a participar. Osaría argumentar que estaría bajo mi entendimiento que solo los mejores en la materia pudieran involucrarse, si nuestro propósito es avanzar, claro. Pero, lo que queda completamente excluido de toda comprensión lógica es defender que la apariencia y la biología de la persona sea más relevante para un proyecto que nuestra capacidad mental.

Me considero una mujer muy capaz de resolver problemas complejos, que, si se me permite decir, no todos pueden hacer. Me encantaría compartir mis conocimientos con mi nación para no quedar atrás en esta disputa por el control de lo desconocido, fuera de las fronteras del globo terráqueo. Sin embargo, existe un problema, o más bien dos. En primer lugar, nací con ovarios por gónadas, y, en segundo lugar, mi color de piel es más oscura que la del humano modelo de este país. Sí, como se puede apreciar son dos datos de muchísima relevancia para mi intelecto y mis derechos, o al menos eso es lo que la ideología actual defiende. Sin embargo, a pesar de ello, he conseguido dejar un sótano, donde disfrutaba con mis compañeras desgranando nuestra capacidad de cálculo diariamente, para formar parte de algo mayor, y es indudable que esto no resulta común para nadie. Compartir habitación con los ingenieros de vuelos de la ahora conocida como NASA era algo impensable. Aunque es cierto que no es del agrado de nadie recibir miradas por encima del hombro, saber que ellos se consideran superiores me crea inseguridades, hacen que me sienta bajo más presión por tener que demostrar que me merezco estas labores, y es agotador. Pero si una mujer negra ha podido recibir la tarea de calcular la trayectoria del Mercury Redstone 3 al salir al espacio, espero que todas esas mentes que no se ven, que no tienen voz y que solo actúan en la sombra, para hacer aquello que sus superiores no pueden consigan ver la luz.

Ahora se avecina un nuevo reto para el que espero estar preparada, se trata del vuelo de la Friendship 7, con John Glenn al mando de la nave. Sin duda no es una tarea sencilla y más teniendo en cuenta que lidiar con los informáticos puede ser bastante complicado. Estos últimos meses he tenido que establecer más contacto de lo habitual con ellos debido a las nuevas computadoras que estamos utilizando. Por lo general y hablando a grandes rasgos, antes de empezar a colaborar en plantas superiores no estaba habituada a establecer conversaciones con personas del sexo opuesto e intereses comunes. Nunca, ninguno de ellos, se había interesado por lo que yo tuviera que decir. Sin embargo, ahora es la oportunidad para que eso cambie.

Además, he de decir que mi relación con los nuevos sistemas informáticos resulta mucho más hostil de lo que querría. Me fascina pensar que una máquina sea capaz de hacer lo mismo que nosotras a la hora de calcular, pero es frustrante que su funcionamiento en ocasiones no sea el más adecuado, y esta clase de errores pueden ser fatídicos, por eso debo comprobarlos una y otra vez.

Esta mañana he entrado a la sección de informática. Hoy es el último día antes del lanzamiento de la nave y cuando me disponía a verificar las nuevas respuestas de la computadora IBM 1790 me he encontrado a un grupo de los que me atrevería a llamar compañeros. Estaban debatiendo sobre el funcionamiento de los nuevos aparatos electrónicos. Me he acercado, les he dado mi opinión sobre el tema, permitiéndome introducir adelantadas fantasías sobre los próximos computadores, y tras ello se ha producido un silencio que parecía infinito. Acto seguido he salido de la habitación.

De manera automática, he recordado la orden que recibí hace unas semanas, cuando Glenn informó de lo siguiente: «Que la chica revise los números. Si dice que están bien, estoy listo». Conocen mi trabajo, conocen mi talento, pero no quieren conocerme a mí, Katherine Johnson.

 

Relato procedente del concurso propuesto como tarea en la clase «Narrativa científica» (impartida por Enrique Royuela) a los alumnos de la III edición del curso ‘La divulgación científica: un relato transmedia’, organizado por la Unidad de Cultura Científica y de la Innovación (UCC+i) de la Universidad de Murcia (UMU)

 

Nuevo Principia Magazine: Ciencia y Música. Ya en preventa.

 

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