Tres ocho seis

Portada móvil

Este texto corresponde al segundo premio del IX concurso científico-literario dirigido a estudiantes de 3º y 4º de ESO y de Bachillerato, basado en basado en la novela de Kazuo Ishiguro, Klara y el Sol, organizado por la Escuela de Máster y Doctorado de la Universidad de La Rioja.
Texto de Marta López Bastidaalumna de 1º Bachillerato del IES La Laboral de Lardero.

TEXTO POR MARTA LÓPEZ BASTIDA
ILUSTRADO POR NEREA ORTIZ
ARTÍCULOS
INTELIGENCIA ARTIFICIAL | RELATO
28 de Octubre de 2022

Tiempo medio de lectura (minutos)

Tres ocho seis.

—Bienvenido, sujeto tres ocho seis —dice una voz mecánica por encima de mi cabeza—. El nombre del sujeto es Sal, ¿es correcto?

No respondo. Mis oídos pitan y esa femenina voz no me ayuda mucho a poderme orientar. Decido abrir los ojos y lo que veo me sorprende todavía más.

—El nombre del sujeto es Sal, ¿es correcto? —repite la voz, esperando una respuesta por mi parte.
—¿Eh? Sí, sí…

Miro a todas partes para comprobar si lo que veo a mi alrededor es real. Las paredes son blancas, el suelo es blanco, y el techo es blanco. Enfoco un poco con los ojos, pero no encuentro la esquina que indica donde comienza y termina cada cual. Es una habitación blanca sin ninguna salida aparente; no hay nada más conmigo.

—¿Se me permite referirme al sujeto como Sal? —La voz vuelve a sonar y yo miro hacia todas partes buscando ver de dónde procede, aunque me resulta totalmente imposible.
—¿Dónde estoy?
—¿Se me permite referirme al sujeto como Sal? —No parece que vaya a responderme si no lo hago yo primero, así que me limito a asentir con la cabeza.
—Bienvenida, Sal. Tengo el placer de comunicarte que tu perfil ha sido aceptado en el Programa para Mejorados Fallidos.

Frunzo el ceño en cuanto oigo las palabras de la mujer.

—¿Eso significa… que estoy viva?
—No, técnicamente —responde con un tono bastante indiferente—. La forma material del sujeto tres ocho seis murió. El sujeto cognoscente no lo hizo.
—Creo que no lo estoy entendiendo. ¿Cómo puedo estar aquí hablando contigo si se supone que yo no sobreviví?
—Es una situación compleja. Este escenario está ocurriendo en la conciencia del sujeto, aunque no está siendo planteado por él, sino por el Programa para Mejorados Fallidos. Este se realizó de forma confidencial y solo unos pocos perfiles han logrado acceder.
—¿Y en qué consiste ese programa?
—Cuando el sujeto falleció, toda su memoria estaba copiada en un chip que llevaba incorporado con capacidad de dos petabytes. Esa información pasó a nosotros y decidimos procesar todos estos datos y ponerlos en funcionamiento, reactivando al sujeto cognoscente.
—Entonces, yo ahora mismo no tengo un cuerpo físico, sino que estoy metida en un ordenador.
—Exacto.

Me tomo unos segundos para procesarlo, ya que nunca había oído que algo así fuera siquiera posible.

—¿Y cuál es la finalidad de todo esto?
—Ahora mismo, esta es solo una fase experimental. Dependiendo de los resultados de la investigación, uno de los proyectos futuros es devolver a los sujetos a una forma material.

Eso suena todavía más macabro que lo anterior, lo que me hace levantar las cejas.

—¿Devolverme a la vida? ¿Es eso posible?
—Hipotéticamente, podría serlo. Todavía está por confirmar. ¿El sujeto tiene más preguntas?

Niego con la cabeza y la voz cesa por un momento.

—Bien, entonces podemos comenzar con la primera fase de la investigación. Existen tres fases de investigación, y en la última sabremos realmente cómo de apto es el perfil del sujeto.

La luz de la habitación blanca va apagándose poco a poco hasta sumirse en una completa oscuridad. Frente a mí, se enciende una pequeña lucecilla amarilla flotando en el aire, que parece querer que la siga. Ilumina un pequeño camino y comienza a avanzar por él, conmigo justo detrás para no tropezar con la oscuridad que hay en el resto de la estancia.

Una risa comienza a retumbar entre la penumbra. Tras detenerme a escucharla, me doy cuenta de que en realidad son dos carcajadas de unas niñas pequeñas, probablemente de unos cinco o seis años. No tardan en aparecer frente a mí a un lado del sendero. Ellas también están iluminadas únicamente por el punto de luz que hay flotando encima de sus cabezas mientras juegan a construir algo con piezas de colores. Son totalmente opuestas: la primera parece un poco más mayor, con pelo cobrizo a la altura de los hombros y la piel aceitunada; la otra, mucho más pálida y rolliza, con una sonrisa inocente iluminando su cara. Los ojos son los que demuestran que son hermanas, ya que ambas tienen el mismo color avellana brillando bajo las pestañas.

—Sal, ¿reconoces a estos dos sujetos?

La voz femenina vuelve a aparecer de la nada, sacándome de mi ensimismamiento.

—Sí. Somos mi hermana Josie y yo cuando éramos pequeñas —el rostro de mi hermana viene a mi mente en cuanto hablo de ella—. Me acuerdo de ese día.
—¿Qué es lo que recuerdas?
—Mamá acababa de comprarnos ese juego de construcciones a las dos. No tardamos en llegar a casa y abrirlo para poder jugar juntas. Estuvimos toda la tarde construyendo castillos, coches, edificios… incluso un barquito que echamos al agua de la bañera sin que mamá se enterase.
—¿Y qué es lo que esto te transmite?

Recordar a Josie me ha hecho ponerme un poco nostálgica; supongo que ella me echará mucho de menos y que le habrá ido mucho mejor que a mí, y yo en cambio no sé ni dónde se supone que estoy ni qué es lo que va a pasar conmigo.

—Tristeza. Me gustaría poder ver a Josie.

La voz no vuelve a responder. La luz que estaba sobre las niñas se apaga de golpe, dejando otra vez solo el camino sin nada alrededor en lo que fijarse que pudiera darle algún tipo de interés. Aun así, sigo andando lentamente. No pasa mucho rato hasta que se vuelven a ver sombras alejadas de mi por unos pocos metros, así que camino más rápido para descubrir qué es. Esta vez, la luz tenue no flota en el aire, sino que sale de una lámpara colocada en una mesita de noche. A su lado, hay una cama sobre la que alguien está durmiendo. Una de esas es mi madre, y la persona diminuta que está hecha un ovillo en su pecho, soy yo cuando era mucho más pequeña. Ella me acaricia el pelo inconscientemente, y yo respiro con profundidad sin inmutarme, transmitiendo mucha paz.

—¿Reconoces a estos dos sujetos? —La voz mecánica vuelve a preguntar, cosa que esta vez estaba esperando.
—Es mi madre, y la que duerme con ella soy yo hace unos cuántos años.
—¿Por qué estabas durmiendo con ella?
—De pequeña tenía miedo a la oscuridad. No a la oscuridad que había en mi habitación o en la casa por la noche, sino a la que veía en el cielo cuando miraba por la ventana a medianoche. Ver todas esas estrellas sobre un fondo negro extendidas por el cielo y por encima de la hierba… Me daba escalofríos.
—Esa no es una respuesta correcta a la pregunta.

Esa vocecita está resultando bastante irritante…

—Lo sé, lo sé. No me has dejado terminar. Mamá sabía sobre esto, así que cuando veía que yo no conseguía dormir, me cogía y me llevaba a su cama. Encendía la lucecita de la lámpara para que yo no pudiera ver nada a través de la ventana, y se quedaba junto a mí hasta que me durmiera.
—¿Y qué es lo que esto te transmite?
—Nostalgia, supongo.
—¿Supones?
—Sí, no sabría muy bien qué decir. Mamá me quería muchísimo, no pongo eso en duda, pero a veces tenía la sensación de que enfermé por su culpa. Podría haber elegido que Josie y yo no mejoráramos, aunque eso hubiese supuesto más dificultades para nosotras.
—¿Entonces estás enfadada? —La voz salta en cuanto yo guardo silencio. No suena para nada exasperada, solo curiosa.
—No.
—¿Y triste?
—Tampoco.

Espero alguna pregunta más, pero no llega.

La experiencia se acaba cuando la luz de la lámpara deja de brillar poco a poco.

—La primera fase ha finalizado. Pronto dará lugar el comienzo de la segunda fase.

La habitación vuelve a convertirse en un espacio blanco igual al que había justo antes de la primera fase. Decido sentarme en el suelo y esperar a algo, lo que sea, pero nada ocurre. No sé cuánto tiempo ha pasado cuando decido levantarme y revisar el atuendo que llevo puesto, cosa que no se me había ocurrido hacer previamente. Veo que voy vestida con nada más que una fina bata y unos calcetines blancos.

—¿Por qué voy vestida como si estuviera en un hospital? —digo inconscientemente en voz alta.

En cuanto las palabras abandonan mis labios, una pesadez me invade y me obliga a cerrar los ojos. Vuelvo al suelo con torpeza para evitar caer y golearme, pero justo entonces, mis párpados se rinden y el sueño me gana.

En el escaso segundo que dura un pestañeo, mis ojos vuelven a abrirse, solo que esta vez estoy en un sitio completamente diferente. La estancia me recuerda a una sala de interrogatorio típica de las películas de policías; no hay nada más que una mesa rodeada de dos sillas y un estante con numerosos archivadores repletos de hojas. En la pared de mi izquierda, hay una ventana. Levanto la vista hacia ella y veo que, al otro lado, hay varias personas caminando de aquí para allá en una habitación repleta de maquinaria, pero sobre todo de ordenadores. No cabe duda de que es un laboratorio o algo similar.

Cuando miro al frente, veo al hombre que tengo sentado frente a mí.

—Impresionante —afirma, apuntando algo con un boli en un pequeño cuaderno—. Absolutamente impresionante.

Es un hombre no muy mayor, vestido con una sencilla camisa azul abotonada hasta el cuello, donde comienza una barba blanca perfectamente cortada. Sus cejas pobladas se mueven arriba y abajo cuando gesticula, al igual que todas las arrugas de su frente.

—Has tardado casi una hora en darnos cualquier tipo de reacción al estímulo, pero en cambio has llegado hasta aquí en menos de dos minutos.

El hombre sigue hablando, más para hablarse a sí mismo que para mí.

—Bienvenida, Sal. Tengo el placer de comunicarte que has pasado la primera fase con éxito.
—¿Dónde estoy? ¿Quién es usted?
—Estás en la segunda fase de investigación, aunque a mí me gusta más pensar que esto es simplemente un pequeño diálogo entre tú y yo. Yo… digamos que yo y el resto de personas que ves a través de ese cristal somos la parte más real de este proyecto. Pero tú podrías estar aquí, con nosotros.
—¿Con vosotros?
—Sí, Sal, con nosotros —repite entusiasmado—. ¿Ves ese ordenador al otro lado de la ventana? Tu conciencia había sido activada ahí, y en menos de dos minutos ha llegado hasta este de aquí. Si estuviéramos hablando de algo tan sencillo como un email, esto no sería relevante. Pero en este caso hablamos de dos petabytes de memoria, una operación que dura como mínimo horas.
—¿Eso significa que podré volver a casa con mi familia?
—No exactamente… Con estos nuevos avances seríamos o capaces de dar a una forma artificial un intelecto, un sujeto cognoscente que carece de forma física. Juntaríamos ambas carencias para lograr algo nunca antes visto, un nuevo concepto de los amigos artificiales. Unos que pueden razonar y sentir, a diferencia de los actuales. Los nuevos C4 podríais ser mucho más que amigos artificiales.
—¿Convertirme en un amigo artificial? —Mi cabeza no puede con el asombro causado por sus palabras—. No puede estar hablando en serio.
—Oh, no, aquí no hacemos nada en contra de la voluntad de nadie —el hombre niega con la cabeza, ofendido—. Por eso mismo eliminaríamos parte de la información almacenada, como recuerdos y memorias, dejando simplemente las partes más necesarias. Tendríamos una conciencia real que solo necesita aprender, algo así como una tabula rasa.
—Yo… no estoy muy segura de querer convertirme en algo así, lo siento. No quiero olvidar ninguno de mis recuerdos. Aunque eso implique tener una forma física, esa no sería yo; sería una parte de mí tratando de sobrevivir.
—Piénsalo muy bien, Sal.

El gesto del hombre empieza a torcerse un poco, como si mi respuesta no hubiese sido la que esperaba.

—Has demostrado ser totalmente excepcional, no nos obligues a desperdiciar algo así. ¿Qué otra alternativa tienes? Si te niegas, no nos quedará más remedio que eliminar la información por completo, lo que significa que todo lo que queda de ti desaparecerá.
—Como usted ya ha dicho, yo no soy real. Todo lo que era ya desapareció hace tiempo; esto es un avance increíble, sí, pero a costa de todos los que estamos en esta situación ahora mismo.
—Está bien —se nota que no ha sido una conversación de su agrado pero que está dispuesto a respetar mi decisión—. Ha sido un placer conocerte, Sal. Es una pena que este sujeto vaya a ser eliminado, pero el Programa para Mejorados Fallidos no puede desarrollar un C4 si la conciencia original no está de acuerdo.

Él se limita a mirarme con un poco de tristeza cuando una voz familiar retumba dentro de mi cabeza.

—Procediendo a eliminar el almacenamiento del sujeto tres ocho seis.

Las palabras de esa metálica voz femenina me indican que ya está hecho. Yo solo cierro los ojos y espero, tranquila. Recuerdo el día en que jugaba con Josie a construir cosas y las infinitas noches dormida al lado de mamá. Si solamente hubiera decidido no mejorarme… quien sabe, tal vez podría estar siendo una persona de carne y hueso y no una conciencia atrapada dentro de un ordenador.

Comienzo a sentir cómo todo lo que conozco se va aleando poco a poco hasta desaparecer. Es como si fueran pompas de jabón que flotan en el aire alejándose para explotar. Voy olvidando al hombre, a este lugar, a mamá, a Josie…

Y de repente, todo se vuelve negro.

 ***

—¡Sal! ¡Sal!

Alguien sacude mis hombros con violencia.

—¡Sal!
—¿Qué ocurre? —pregunto confundida.

Abro los ojos lentamente, y lo primero que veo es a Josie a horcajadas encima de mí, vestida con su pijama amarillo y expresión preocupada.

—Por Dios, qué susto me has dado —cuando ve que respondo, su preocupación se convierte en enfado—. Estabas dormida y has empezado a patalear y a gritar. Tienes suerte de que he sido yo la que se ha despertado y no mamá. ¿Te encuentras bien?

Tardo un poco en contestar, asimilando la situación.

—Sí, sí. Habrá sido una pesadilla.
—Está bien. Yo me voy a la cama —me da un beso en la mejilla y camina hasta el marco de la puerta de mi dormitorio—. Buenas noches, Sal.
—Buenas noches.

Apaga la luz al salir y todo vuelve a quedar oscuro. ¿Ha sido un sueño de verdad? O ¿qué ha sido eso? Inconscientemente, mi mano viaja hasta mi cuello y, con únicamente dos dedos, comienza a tantear la superficie con delicadeza. Nada. No hay ningún chip subcutáneo ni nada parecido. Mucho más calmada, doy la vuelta en la cama, arropándome a mí misma bajo el edredón.

Es en ese momento de comodidad, cuando el roce de mi hombro con las plumas delata al diminuto bulto de tacto metálico que se encuentra en el interior de mi brazo.

Deja tu comentario!