Manuela Serra Sabater: «inteligencia viva» en la neurociencia española
Todo es posible si te dan la oportunidad. Manuela, una joven sin estudios universitarios, descubre células nerviosas de gran importancia en el ámbito de la investigación en neurociencia. Bajo el amparo de Santiago Ramón y Cajal, Manuela brilla y con ella la humanidad. Esta es su historia.
Manuela (1900-1988) era una chica de clase acomodada en el Madrid de principios del siglo XX. En la España de la época, fuertemente influenciada por la Iglesia, la mujer solo era educada para ser buena madre y esposa y de moral intachable. Solo una tremenda desgracia podía justificar el trabajo fuera de casa.
En 1919, esa desgracia llega al hogar de los Serra-Sabater. El fallecimiento de su padre, abogado de profesión, obliga a Manuela a aceptar un empleo como técnico de laboratorio de Santiago Ramón y Cajal para sostener a su familia económicamente.
Este episodio, marcará un antes y después en su vida y en la historia de la neurociencia.
Pese a carecer de formación universitaria, no tarda en demostrar que posee una «inteligencia viva» y gran capacidad para el trabajo. Tanto es así, que tres años más tarde, consigue publicar su primer y único artículo científico, firmando como única autora. Era 1921.
Los felices años veinte: madre, ama de casa y esposa El papel de la mujer en el mundo académico y científico de los años veinte era poco más que anecdótico. Pese a que en Estados Unidos y algunos países europeos brotaban ya movimientos feministas y sufragistas, el mundo académico no era lugar para mujeres. En la España de 1920, que una mujer estudiase era algo impensable. Estudiar deformaba a la mujer y la alejaba de su verdadero aprendizaje: «la educación en el sentimiento».
Trabajar fuera de casa estaba mal visto. Era considerado el recurso último ante situaciones de penuria. Lo que verdaderamente podía garantizar la estabilidad económica de las mujeres era el matrimonio.
Por eso, no es extraño que Manuela se retirase del mundo investigador en 1927, para casarse y cuidar de su familia. Tradición y religión dominaban la vida.
Manuela continúa los estudios de su mentor en tejidos animales y en 1921 publica su artículo Nota sobre las gliofibrillas de la neuroglia de la rana, donde describe e ilustra ella misma por vez primera las células gliales de la médula espinal de una rana adulta.
Cajal y Manuela, modernos para su época Si Manuela fue moderna para su época a la hora de dedicarse a la investigación, no lo fue menos Cajal. Santiago Ramón y Cajal no solo supo identificar neuronas, dendritas y conexiones neuronales hasta ahora nunca vistas, supo, además, ver, valorar y reconocer el trabajo de sus discípulos y sus investigaciones.
En su libro Recuerdos de mi vida, de 1927, Cajal reconoce públicamente el trabajo de todos sus discípulos, incluyendo a las dos únicas mujeres de su laboratorio, la australiana Laura Foster y la española Manuela Serra Sabater.
Incluso, hoy, esto puede ser considerado puntero, teniendo en cuenta que los derechos de autor siguen siendo aún el talón de Aquiles la ciencia actual y motivo de tremendas disputas.
Lo poco que se conoce de Manuela como investigadora es gracias a Ramón y Cajal.
Desde mis ojos de mujer científica del siglo XXI, la tutela de Cajal y los frutos de Manuela, son un hito, incluso para la época actual. Demuestran que la capacidad de uno puede llegar a alcanzar límites insospechados si uno se rodea de mentores y equipos nutritivos. Que motivan, alzan, respetan y no te restringen. Demuestra también que la falta de estudios no es un obstáculo si te dan la oportunidad de aprender y desarrollarte.
No tener estudios superiores o ser una mujer no son elementos que limiten tu potencial.
Los Avances en neuroanatomía de «Manolita» Manolita, como era conocida en su laboratorio, continuó los estudios iniciados por Cajal sobre lo que hoy llamamos neuronas. Células responsables de transmitir y procesar la información que recibimos del exterior e interior del cuerpo y responder adecuadamente: huir, acelerar el corazón, respirar, pensar, calcular...
A principios de siglo XX, la existencia de las neuronas era desconocida.
Se creía que la información se transmitía por una red de fibras continuas como los cables de un electrodoméstico. No se sabía, de la existencia de unidades más pequeñas e individuales, tampoco podían verse con las técnicas de coloración de tejidos del momento. Hasta la llegada de Cajal, premio Nobel de medicina en 1906, que modificó la técnica de tinción de Golgi consiguiendo colorear e identificar esas pequeñas unidades: células que se conectan unas con otras, las neuronas.
Manuela continúa los estudios de su mentor en tejidos animales y en 1921 publica su artículo Nota sobre las gliofibrillas de la neuroglia de la rana, donde describe e ilustra ella misma por vez primera las células gliales de la médula espinal de una rana adulta. Las células de la glía tienen función de soporte y ayuda. No transmiten la información, como las neuronas. En su artículo describe células ependimarias o ependimocitos, vitales para el mantenimiento del equilibrio del sistema nervioso y responsables de producir el liquido cefalorraquídeo que baña el interior de nuestro cerebro y médula espinal.
Identifica también astrocitos: células que mantienen a las células nerviosas unidas entre sí, como un pegamento, y que les ayudan a funcionar correctamente; y células de la microglía: guardianas de nuestro sistema nervioso, células que nos protegen frente a infecciones y células cancerígenas.
Manuela realiza para el artículo una decena de ilustraciones en tinta china donde puede observarse la existencia de estas unidades independientes. Se descarta así la idea de una red de fibras largas y se demuestra la existencia de varios tipos de células con diferente función, que dan vida al sistema nervioso de los animales vertebrados.
Revolución neuronal La revolución en el área de la neuroanatomía estaba en marcha gracias al laboratorio de Cajal. Manuela forma parte ya de ese grupo de pioneros en el estudio del sistema nervioso, aunque decidiese abandonar. Reconocida por el propio Cajal en 1927 por sus aportaciones a la ciencia, merece por parte de la sociedad su lugar en la historia de la ciencia.
¿Qué hubiese sido capaz de conseguir Manuela, de haber continuado con sus investigaciones? Desgraciadamente, nunca lo sabremos
Bibliografía:
Artículos:
Serra 1921. Nota sobre las gliofibrillas de la neuroglia de la rana. Trab. del Lab. de Inv. biol.19:217-29.
Nombela, Giné, de Castro. 2020. Manuela Serra en la Escuela de Cajal, entre técnico de laboratorio y neurocientífica. Neurosciences and History 8(2): 39-48
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