Sea la luz

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La luz es esencial para la vida. Los seres humanos, con nuestro cerebro eminentemente visual, además, la necesitamos para comprender el mundo que nos rodea.  Sin embargo, desde que aprendimos a tiranizarla con la invención de la electricidad, nos hemos convertido en girasoles ciegos que vagan desorientados en el transcurso de los días y las noches. Cabe preguntarse entonces si en un mundo lleno de sombras y espejismos, lograremos alguna vez atravesar el túnel y atrapar de nuevo su luminoso final.

TEXTO POR BLANCA SALGADO FUENTES
ILUSTRADO POR MARIBEL PORTELLANO SORIANO
ARTÍCULOS
ARTE | FÍSICA | LUZ | ÓPTICA
28 de Junio de 2023

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Con la llegada de la primavera, no es raro experimentar el magnetismo del cielo despejado. El claro manto que cubre los parques y avenidas nos invita a salir a la calle, dejándonos anhelantes frente al deseo frustrado por los quehaceres cotidianos. Nos seduce la posibilidad de que el sol acaricie nuestras mejillas, intuir los primeros indicios de la estación estival. Una inesperada satisfacción nos sorprende. De repente, nos sentimos más alegres, como si, inconscientemente, asintiéramos frente a una necesidad tan esencial como la del oxígeno que respiramos. No cabe duda de la fascinación que la luz inspira y ha inspirado desde siempre; cómo podría, siendo el origen de todo: el aliento que insufló vida en nuestro planeta. Desde tiempos remotos hasta nuestros días, su hechizo ha trascendido el ámbito de lo sensorial, alcanzando también el territorio socioeconómico e intelectual. Sin embargo, y a pesar de la maestría que demostraron artistas como Sorolla o Vermeer al atraparla en sus lienzos, la luz es una aliada escurridiza. A lo largo de los siglos se han sucedido las disputas acerca de su comportamiento y sus propiedades, cuestiones de las que se ocupa la rama de la física que conocemos como óptica. Primero fueron las teorías sobre la visión, más tarde, el foco del debate se trasladó a la pregunta por su naturaleza: ¿es la luz una onda o una partícula? Resulta que la respuesta dependía del contexto. Aparte de tratar de desentrañar los misterios de la luz, la óptica ha dado lugar a ingeniosos instrumentos. Además, nos sorprenderían las repercusiones que los conocimientos de la óptica tienen sobre diversos ámbitos, incluyendo la ingeniería, la astronomía, la fotografía o la medicina.

El ejemplo paradigmático de las herramientas generadas en el seno de la óptica son las lentes, dispositivos que aprovechan el cambio de dirección y velocidad que experimenta la luz al pasar de un medio a otro, lo que se conoce como refracción, y provocan la convergencia o divergencia de los rayos que los atraviesan. Jugando con esta propiedad se pueden conseguir singulares efectos, por ejemplo, corregir defectos visuales como la miopía. Pero, estos objetos aparentemente tan sencillos han dado mucho más de sí, de tal manera que su combinación con otros componentes ópticos ha permitido el desarrollo de instrumentos más complejos capaces de ofrecernos nuevas perspectivas del universo. Gracias a la invención del microscopio y el telescopio, pudimos posar la mirada tanto en lo diminuto como en lo abrumadoramente inmenso y lejano. También podemos rastrear las huellas de la óptica en las pantallas de nuestros dispositivos móviles, la fibra óptica que empleamos para mantenernos conectados e, incluso, en la investigación reciente sobre patologías como el cáncer o las enfermedades neurodegenerativas. Como vemos, las utilidades de la luz son infinitas.

En este marco de aplicaciones tan sofisticadas de la óptica, resulta curioso que el origen resida en una pericia ancestral y artesana: el pulido de lentes. Un oficio en el que llegó a adquirir gran destreza Baruch Spinoza, filósofo racionalista del siglo XVII de quien se dice que esta labor no solo le sirvió de sustento económico, sino que acabó influyendo en su forma de pensamiento. Siendo descendiente de los judíos sefardíes expulsados de la península ibérica, su vida estuvo marcada por el ostracismo. Ni siquiera en la tolerante Holanda halló descanso este pensador entregado a la búsqueda de la verdad. Sus ideas acerca de Dios y la religión hicieron que lo excomulgaran de su comunidad judía en Ámsterdam y le granjearon no pocos detractores. No obstante, a veces el tiempo pone las cosas en su sitio y, aunque sus obras fueron perseguidas y él no fue comprendido por sus coetáneos, el transcurso de los años hizo que el mundo aceptara mirar a través de las lentes que él mismo había confeccionado.

...el transcurso de los años hizo que el mundo aceptara mirar a través de las lentes que él mismo había confeccionado

Se puede decir que Spinoza, junto con otros personajes que vivieron en la antesala del Siglo de las Luces, estaba deslumbrado por el poder de la razón y el conocimiento. Su método filosófico se describe como geométrico y óptico, lo que quiere decir que, tomando conceptos previamente establecidos, basándose en la experiencia y recopilando datos de diversas fuentes, el filósofo reorganizó (de modo similar a como hacen las lentes con los rayos de luz) los componentes del pensamiento de su tiempo y dio lugar a una perspectiva completamente nueva e insólita. Su objetivo era encontrar el camino que pudiera conducir a las personas hacia una vida plena. Y así lo hizo. Sus ideas más relevantes a este respecto quedan recogidas en su Ética, y vienen a decir que la vía hacia la felicidad pasa por el conocimiento de uno mismo y el dominio de nuestras emociones.

La luz, bien en sí misma o como símbolo de sabiduría, es esencial para la (buena) vida.

No en vano, Spinoza es conocido como el filósofo de la alegría y, al igual que la tierna emoción que desprende la primavera, nos reveló algo muy importante acerca de nosotros mismos. La luz, bien en sí misma o como símbolo de sabiduría, es esencial para la (buena) vida. Es la fuente de la que emana la energía que circula a través de los ecosistemas, y el bienestar en nuestros cuerpos. Que gocemos de buena salud depende de muchas formas de nuestra exposición a la luz, que es la que sincroniza nuestros relojes internos, encargados de coordinar las funciones de nuestro organismo. Aunque quién lo diría disfrutando de las comodidades que nos proporciona la luz artificial, que desde su aparición nos ha permitido independizarnos de los límites impuestos por el amanecer y el crepúsculo. No obstante, por muy acostumbrados que estemos a transgredir sus horarios, puede que esta emancipación esté contribuyendo al desarrollo de ciertas patológicas y trastornos en la actualidad. Al menos, así lo sugieren los numerosos estudios que tratan de ahondar en los posibles efectos de que nuestros ritmos internos se desliguen de su curso natural.

En definitiva, tal vez debamos comenzar a advertir los peligros de olvidar que, en muchos sentidos, necesitamos que la luz nos guíe.

 

Bibliografía
Benito. 2012. El filósofo pulidor de lentes. Mètode 73. https://metode.es/revistas-metode/article-revistes/el-filosofo-pulidor-de-lentes.html
Britannica https://www.britannica.com/science/optics
Lenoir. 2019. El milagro Spinoza. Editorial Ariel

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