Cómoda con seis cajones

Portada móvil

Intrigante relato donde un crimen se desencadena y el protagonista se ve obligado a cubrir sus huellas con meticulosidad científica, pero su obsesión por la limpieza puede ser también su punto débil...

TEXTO POR FERNANDO ANTOLÍN MORALES
ILUSTRADO POR LAURA GIL CASANOVA
ARTÍCULOS
CIENCIA ESPELUZNANTE
13 de Febrero de 2024

Tiempo medio de lectura (minutos)

La sangre era grumosa, espesa, oscura, y el sonido rítmico de las gotas que caían al suelo rompía el afilado silencio que seguía a la escena que acababa de tener lugar. La habitación estaba llena de salpicaduras escarlata, especialmente la cómoda. En su esquina todavía estaban incrustados algunos restos de pelo, quizá de cráneo, del cuerpo que estaba tendido sobre el parqué como un saco mal tirado.

«Lo único que el negro coge mucho polvo», les comentó la dependienta cuando ya estaban convencidos de su compra. Aquellas palabras salieron de su garganta como si alguien las hubiera arrancado de sus pulmones contra su voluntad. Y resultaron proféticas. En aquella casa se luchó lo imposible por mantener el mueble impoluto durante semanas. Finalmente, se terminó por claudicar.

Deshacerse de un cadáver no es sencillo, pero, sobre todo, precisa de mucha paciencia y pocos escrúpulos. También es importante dejar las preocupaciones a un lado durante todo el proceso, pues estas no suelen conducir más que a la torpeza, las prisas innecesarias e incluso a algunas decisiones de utilidad dudosa. Si se han escogido bien víctima y ocasión, lo habitual es gozar de algo más de veinticuatro horas de total impunidad antes de que comience el escrutinio de miradas suspicaces y recelosas. En ocasiones normales, este tiempo debería ser suficiente para dejarlo todo atado y bien atado.

La limpieza es, sin embargo, un detalle que no se debe pasar por alto. Más de un criminal se ha visto en apuros por haber descuidado esta importante parte del trabajo. Cualquiera que haya visto un par de series conoce las útiles propiedades de la lejía como desinfectante y su capacidad de eliminar toda muestra biológica que resulte incriminatoria. Ahora bien, si bien este producto es inclemente con las pruebas, también suele llamar demasiado la atención de los policías. Su fuerte y característico olor resulta especialmente sospechoso mientras está teniendo lugar una investigación y no resulta complicado constatar su uso. No es de por sí algo que pueda utilizarse en un juicio, pero pocos culpables son capaces de salir indemnes si son observados al microscopio. Se trata de no dejar ningún rastro.

Limpiezas traumáticas. Así se llaman los servicios especiales que realizan algunas empresas para suprimir cualquier resto, mancha u aroma que pueda haber impregnado una estancia tras un incidente violento. El más mínimo indicio que pueda recordar lo que sucedió puede tener importantes consecuencias psicológicas para quienes ahí viven, así que las compañías que ofrecen este tipo de higienización garantizan una perfecta pulcritud. Su secreto: ozono. Tras una limpieza a conciencia, es esta sencilla molécula triatómica la que se encarga del acabado final. No solo desinfecta a la perfección, sino que elimina hasta los más sutiles olores con los que entra en contacto. Pero, además, acabado el proceso, una sencilla ventilación hace que ni siquiera la propia sustancia resulte identificable. Todo queda perfectamente limpio y ni siquiera quedan indicios de que se limpió.

Quizá la adquisición de un generador de ozono pueda parecer comprometedora, pero aquellos cuyas homicidas pulsiones les hacían intuir que le darían uso en el futuro, pudieron aprovechar la confusión de las primeras semanas de pandemia para hacerse con uno. Aunque poco después se corrigió la información, durante unos días corrió la noticia de que este tipo de máquinas suponían la respuesta más implacable al coronavirus y sus ventas se dispararon.

La habitación estaba perfecta. Nada en el suelo ni en la cómoda podía hacer indicar que ahí hubiera tenido lugar un crimen. Todavía quedaban algunas horas para que su pareja regresase del pequeño viaje que había hecho con unas amigas para aprovechar el puente. Incluso tendría tiempo de preparar una cena romántica de bienvenida. Y el único olor que quedaría en aquel hogar sería el del toquecito de romero que siempre le daba a su coq au vin.

La noticia de la desaparición de Sofi se propagó rápido entre amigos, vecinos y familiares y no tardaría en llegar alguna patrulla para hacer las pesquisas habituales según ordenaba el protocolo. Para su sorpresa, detrás de la puerta había muchos más agentes de lo que había esperado y antes de mediar palabra ya le habían endosado una orden de registro y le estaban conduciendo hacia el coche patrulla.

La jefa de la investigación se acercó a la denunciante con un kleenex en la mano y esperó a que esta se recompusiese tras sacar todas las lágrimas y los nervios que se había estado guardando desde que escuchó la noticia. «Tenía usted razón. Yo también tengo una cómoda negra y nunca quedan tan limpias. Ha sido usted muy observadora». «Para nada. Es que él no limpia nunca. Vea cómo está el resto del piso». «No sabe la de crímenes que se han descubierto así». Mientras la científica descubría un doble fondo en uno de los cajones de la cómoda, su mente caprichosa la transportó a los días en que, con ilusión, enamorados, elegían el mobiliario para su primer piso. Sin venir a cuento, mientras una lágrima corría por su mejilla, se le escaparon unas palabras de la boca: «Es que el negro coge mucho polvo».

https://vkm.is/amartemerpartir
Pincha en la imagen para apoyar el crowdfunding de este tebeo

Deja tu comentario!