Casi todo el mundo sabe que los bosques son importantes porque nos dan oxígeno y que el «pulmón del mundo» es la selva tropical del Amazonas, pero ¿y si no lo fuera? ¿Y si los árboles no fueran los únicos responsables de capturar dióxido de carbono y devolver oxígeno? ¿Tienes curiosidad por saber la respuesta? Te lo cuento mientras echamos una partida al juego del Trivial.
Imagínate. Es por la tarde, uno de los últimos días de diciembre y estás esperando a que te llamen para cenar. ¿Qué es lo primero que se te ocurre para pasar el tiempo con tus primos? Puede que una de las respuestas posibles sea abrir el armario de la abuela y sacar un juego de mesa. ¿Por qué no? Es una actividad tan entretenida como otra cualquiera. Con esa idea en mente comienza la discusión acerca de a qué juego jugar. ¿Al Monopoly? No, puede resultar un poco intenso. ¿Al parchís? Falta la mitad de las piezas. ¡Ya está! ¿Qué tal si jugáis al Trivial? Lo tiene todo: competencia, datos curiosos y, lo mejor, no habéis perdido ninguna ficha. Genial. Decidido. Se abre la caja del Trivial entonces.
Os dividís las fichas, tiráis los dados y se organiza el orden de los jugadores. Al principio, la partida comienza algo perezosa, la verdad es que no hay mucho ambiente todavía. Además, tampoco parece haber mucha suerte en lo que a las preguntas se refiere. ¿Quién iba a saberse el año en el que tuvieron lugar los primeros Juegos Olímpicos? ¿O cuál es la capital de Nigeria? Parece que la gente no está muy animada y, sin embargo, todos insistís en continuar porque, en algún momento, aparecerá una pregunta sencilla que permita acercarse a la cima del juego.
Pasa el tiempo y es cierto que la gente va topándose con preguntas que resultan más fáciles. ¿Dónde está el Monte Everest? ¿Quién escribió Don Quijote de la Mancha? ¿Cómo se llama el padre de Bart Simpson? Con esta clase de preguntas cualquiera se haría con el primer puesto en el podio. Qué lástima que ninguna de ellas caiga en tu turno. No obstante, mala sería tu suerte si no te tocase alguna pregunta fácil como al resto, ¿no? Mueves tu ficha y ves que tienes que responder algo que está dentro de la categoría verde de preguntas, aquellas que tratan sobre ciencias y naturaleza. Uno de tus primos lee en voz alta lo que pone en la tarjeta.
«¿Cuál es lo que se conoce como “pulmón del mundo”?»
Pff, eso está tirado. Todos sabemos que el pulmón del planeta es la Amazonía, la selva tropical que se encuentra en los alrededores del río Amazonas. Sin pensarlo mucho, sueltas la respuesta y tus contrincantes hacen muecas de fastidio. Parece que puedes volver a tirar los dados, ya que has acertado la pregunta. Pero ¿es esa respuesta realmente cierta?
Antes de nada, hay que dar un breve repaso a la fisiología. ¿Cómo funciona un pulmón? Ya sabemos que los pulmones son uno de los muchos órganos que tenemos en el cuerpo. A grandes rasgos, podríamos decir que es el pulmón el que se encarga de proporcionar el oxígeno necesario a la sangre para que el cuerpo funcione, así como de deshacerse del dióxido de carbono que la sangre transporta. Algo similar sucede en la fotosíntesis de las plantas. Utilizando la luz solar, las plantas convierten el dióxido de carbono y el agua en nutrientes que ellas necesitan, desprendiendo oxígeno en el proceso. En otras palabras, podemos entender esa analogía que existe entre el pulmón de nuestro cuerpo y la fotosíntesis de las plantas. Ya que en La Amazonía hay un montón de plantas que hacen la fotosíntesis, parece obvio que esta sea considerada como el «pulmón del mundo». No obstante, esto no es del todo verdad, al menos no la parte en la que se da a entender que es el pulmón más grande o importante del planeta, porque no es así. Y, entonces, ¿cuál es el pulmón de la Tierra? ¿Cómo es posible que el Trivial nos dé por buena una respuesta que es errónea?
En realidad, los datos indican que la selva del Amazonas realiza aproximadamente el 16% de la fotosíntesis del planeta. Aunque es cierto que esta cifra es impresionante de por sí (estamos hablando de solo una región de la Tierra), hay que decir que solo la mitad del suministro de oxígeno del planeta procede de la fotosíntesis de las plantas terrestres. ¿Dónde queda el resto del porcentaje? Para responder a esto es útil saber que no solo las plantas realizan la fotosíntesis; otros microorganismos como las algas o las cianobacterias también son capaces de fotosintetizar, aunque no en la tierra, sino en el océano. Son estos microorganismos los que llevan a cabo la otra mitad de la fotosíntesis. ¿Quién diría que unos pequeños organismos pueden fotosintetizar lo mismo o incluso más que los árboles enormes que vemos en la selva tropical?
Hablando de estos microrganismos, y gracias a los estudios de la oceanógrafa Sallie Chisholm y sus colaboradores, ya se conoce el nombre del género de cianobacterias más abundante en el océano y, por ende, uno de los que más fotosintetiza: Prochlorococcus. Las estimas acerca de la cantidad que hay de esta cianobacteria es de casi tres mil cuatrillones (es decir, un tres con veintisiete ceros detrás). Es un número tan grande que es casi imposible hacerse a la idea. Además, estas cianobacterias no solo son las más abundantes, sino que también parecen ser bastante eficaces en lo que a realizar la fotosíntesis supone.
Todo esto sirve para reconsiderar ese concepto del «pulmón del mundo» que se tiene en general. La Amazonía no es la que aporta más oxígeno a la atmósfera, sino que los responsables son unos microorganismos que habitan en el océano. Este dato es algo muy curioso que puedes utilizar para asombrar a la gente. No hace falta que lo sueltes ahora, en mitad de la partida del Trivial, porque pueden quitarte ese punto que habías ganado, pero sí que puedes compartirlo más tarde, en la cena, y así dejas a todos boquiabiertos. ¿Te imaginas? «El pulmón de la Tierra no es terrestre, sino que es acuático».
Referencias
Harris. 2020. The lungs of the ocean. Mysterious Ocean, 81–88. Springer International Publishing.
Becker et al. 2019. Co-culture and biogeography of Prochlorococcus and SAR11. The ISME Journal 13: 1506–1519.
Chisholm et al. 1988. A novel free-living prochlorophyte abundant in the oceanic euphotic zone. Nature 334: 340–343.
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