Ser o no ser

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¿Es posible que una de las frases más célebres de Shakespeare esté relacionada con el nacimiento de la idea de lo que son los átomos? Nos encontramos en una clase de un instituto en la que los alumnos, aburridos después de una infructuosa lección de filosofía, se topan con una profesora de química que les indica que la relación entre la filosofía y la química puede ser más profunda de lo que pensaban.

TEXTO POR LAURA GÓMEZ CUESTA
ILUSTRADO POR YERAY VICENTE VEGA
ARTÍCULOS
FILOSOFÍA | QUÍMICA
23 de Abril de 2024

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El timbre sonó de repente y Diego cerró el libro de filosofía con alegría. No es que le aburriesen la filosofía y las largas charlas que daba el profesor, pero… Le aburrían la filosofía y las largas charlas que daba el profesor. Sin embargo, no era como el resto de sus amigos, que tachaban a la filosofía como algo estúpido y que no tenía sentido enseñar. Diego no la rechazaba tan tajantemente pero sí le costaba prestar atención, sobre todo porque hasta al mismo profesor se le entrecerraban los ojos al hablar con sopor.

Mientras el profesor se despedía distraídamente de los alumnos, estos aprovechaban la situación entre clase y clase para despejarse y parlotear entre ellos.

­—Menos mal que la tortura ha terminado —dijo su mejor amigo, Raúl. Se había reclinado en el respaldo de la silla y la estaba columpiando levemente hacia atrás, haciendo equilibrios con los pies en el suelo.
—Ya ves. Pensaba que me iba a dormir aquí mismo —añadió Lucía, que estaba sentada detrás de ellos —. Parece que Carol se ha dormido de verdad —susurró.

Tanto Diego como Raúl se dieron la vuelta a la vez para observar a Carol, que estaba tirada encima de su mesa, con los brazos haciendo las veces de almohada, roncando con suavidad.

—Jopé, qué envidia —comentó Raúl.
—Como que tú no te has echado alguna que otra siesta durante las clases —dijo Lucía.
—¿Te acuerdas cuando se quedó dormido en inglés y dejó babeado todo el cuaderno? —. Diego se echó a reír y Lucía le siguió.

Justo antes de que Raúl convenciera a Lucía para que le dibujase monigotes en la cara a Carol, la profesora de química entró en el aula. Entró como siempre, con pasos fuertes y hablando con voz potente.

—Buenas tardes, clase ¿Cómo vamos?

La profesora colocó con pesadez la pila de libros y cuadernos que portaba de la mano. Se recolocó las gafas y abrió uno de los libros. Echó un vistazo al tema que había seleccionado para aquel día y, dispuesta a escribir el título de la lección en la pizarra, se acercó a ella con la mano en alto. No obstante, se paró súbitamente.  

—¿«Ser o no ser»? —leyó en voz alta lo que estaba escrito en la pizarra—. ¿Esto es de lo que habéis estado hablando en la clase anterior? ¿Qué era, lengua?
—Era filosofía, profe —respondió Raúl, como si realmente hubiera estado atento a las explicaciones del profesor de filosofía.
—Conque filosofía… Qué interesante. Pensaba que era lengua porque, como ya sabréis, esa frase es de un escritor muy famoso en todo el mundo. —Como nadie hacía ningún ademán de haber entendido a lo que ella se refería, la profesora añadió—. No me digáis que no sabéis a lo que me refiero. «Ser o no ser, esa es la cuestión». ¿A nadie le suena?
—Ya sé. ¿Cervantes? —respondió una chica desde el final del aula, aunque a los oídos de Diego la respuesta sonó más a una pregunta. La profesora negó suavemente con la cabeza, sonriendo.
—¿Pitágoras? —masculló Carol, que aún seguía medio dormida. Algunos se rieron con fuerza ante la ocurrencia.
—El que lo dijo fue Descartes, que no sabéis nada —dijo uno tan seguro de sí mismo, que tanto Diego como Raúl fueron convencidos.

Los átomos se concebían como elementos que no se podían ni dividir ni destruir, y que no eran visibles para nosotros

Como la profesora había dado carta blanca para responder a esa pregunta, todo el mundo se estaba apuntando a soltar el primer nombre de alguien importante que se le viniera a la cabeza. Tanto fue así, que la profesora se vio obligada a cortar las intervenciones con una palmada.

—No, os estáis liando. Es más sencillo que eso. A ver, ¿quién escribió Romeo y Julieta?
—Esa sí que me la sé —murmuró Raúl. Levantó la mano con ahínco, pero alguien más se le adelantó.
—Shakespeare.

La profesora asintió y caminó de vuelta a su mesa de trabajo. Pasó unas cuantas páginas del libro antes de volver a hablar.

—¿Alguien sabe ya lo que son los átomos? ¿Os lo enseñaron el año pasado en clase?

Algunas manos se alzaron, pero fueron muchas menos de las que pensaba Diego que se levantarían. En realidad, todos deberían levantar la mano porque habían aprendido eso en el curso anterior, pero Diego supuso que, como él, la gran mayoría sabría responder a una de las preguntas de la profesora y no era a la primera. Así que, con desconfianza por si les invitaba a responder al tema de los átomos, la gente hacía como si la segunda no existiera y así se libraban de contestar cualquiera de las dos.

...la filosofía ha sido siempre una fuente de conocimiento para el ser humano. Nos ayuda a cuestionarnos lo que vemos y tener un punto de partida sobre el que trabajar.

La profesora señaló a uno de los chicos que estaba en la fila más próxima a la ventana.

—Dime, Luis. ¿Sabrías decirme qué es un átomo?

El chico estaba despistado observando cómo jugaban al fútbol los que estaban en el patio y se sorprendió al escuchar que la profesora se dirigía a él.

—Eh… ¿Los átomos no son algo así como unas bolitas muy pequeñitas que no podemos ver y que forman todas las cosas? —Era otra respuesta que sonaba más a una pregunta.
—Sí, bien resumido Luis —afirmó la profesora—. ¿Sabéis quienes empezaron a hablar de ellos? ¿Alguna propuesta?

Algunas manos vacilantes se levantaron de entre los alumnos. Se fueron diciendo algunos nombres de personas, pueblos o países que pudieron ser los primeros en hablar sobre los átomos, pero nadie conseguía acertar.

—Los primeros que hablaron de esto fueron los griegos. Además, los átomos no nacieron en el ámbito de la química, como podríamos imaginarnos, sino que lo hicieron dentro de ideas que provenían de la filosofía —explicó la profesora.
—¿Cómo? —soltó Carol sin querer. Algunos se rieron ante su repentina pero
completamente comprensible pregunta.
—¿La filosofía? —preguntó Raúl otra vez, confuso. Parecía imposible escapar de ella ese día.
—Así es, fue dentro de la filosofía donde se empezó a pensar acerca de la naturaleza de las cosas y es ahí donde comenzó el concepto del átomo. —Se volvió a la pizarra y escribió con tiza el número de la página por la que los alumnos tenían que abrir el libro—. Veréis, hace muchos años, allá por el siglo V, existió un filósofo griego que formó el concepto del átomo. Este filósofo se llamaba Demócrito.
—¿Democrático? —preguntó Diego, como un reflejo. Ya sabía que los nombres de los antiguos griegos eran raros, pero ¿Democrático? Eso era de lo más extravagante.   
—Demócrito —subrayó la profesora. Los alumnos se rieron otra vez—. Él, junto a otro filósofo, crearon la escuela atomista. La idea que defendían era que el universo estaba formado por los átomos y el vacío. Los átomos se concebían como elementos que no se podían ni dividir ni destruir, y que no eran visibles para nosotros. De hecho, la palabra átomo significa indivisible o «sin división».
—¿Y qué tiene que ver eso con Shakespeare? —aventuró a preguntar Lucía.
—Buena pregunta. Resulta que Demócrito decía que los átomos serían algo así como el ser, es decir, la materia, mientras que el vacío sería el no ser. Es como la frase de antes, «ser o no ser». Para los atomistas, esto sería otra forma de referirse a los átomos y al vacío. ¿Entendéis? 
—¿No es un poco complicado todo? —indicó otra de las compañeras de clase. No le faltó apoyo de parte de sus compañeros—. Si ya la química es difícil, imagínate si le añadimos la filosofía…

La profesora se echó a reír y asintió, como si entendiera a la perfección lo que ella quería decir.

—Eso es cierto, pero la filosofía ha sido siempre una fuente de conocimiento para el ser humano. Nos ayuda a cuestionarnos lo que vemos y tener un punto de partida sobre el que trabajar.
—Pues yo creo que es un rollo —mencionó Raúl, aunque no tan bajo como él hubiera querido.
—Todo es necesario para poder comprender mejor las cosas al final —aseguró la profesora. Diego observó las caras de sus compañeros y no le pareció que hubiera muchos que apoyaran la afirmación de la profesora—. Ya lo comprenderéis, no os preocupéis.

Luis seguía dándole vueltas al tema del átomo.

—Pero profe, ¿entonces la idea del átomo que tuvieron los griegos se mantiene hoy en día? Porque no recuerdo nada de eso de las clases del año pasado…

Habló demasiado deprisa y no registró lo que decía a tiempo. Sin embargo, a muchos de sus compañeros sí y le empezaron a susurrar cosas. Luis parecía perdido, pero Diego sabía lo que le estarían diciendo. Y la profesora también.

—¡Ajá! Así que sí que os enseñaron el curso anterior lo que eran los átomos, ¿eh? Y no me lo queríais decir… —. La profesora señaló a Luis y a este se le formó una mueca de impresión en la cara. No sabía qué responder. Carol salió en su auxilio.
—Bueno sí, nos hablaron sobre el átomo el año pasado y yo tampoco recuerdo que nos explicaran esto.
—No pasa nada. Es que todavía queda mucha historia que contar —aclaró la profesora, abriendo las manos delante de ella, gesticulando—, y vamos a empezar enseguida a hacerlo. Espero que todos hayáis abierto los libros por la página 53. Como veis, este tema tratará sobre el átomo. Al contrario de lo que indica su nombre, sí que existen otras partículas más pequeñas. Estas son los protones, neutrones y electrones…

 

Referencias

Rodríguez Arriagada. 2014. Demócrito: una “nueva” práctica de la filosofía. Byzantion Nea Hellás 33, 101–118.

 

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¡Feliz día del libro!

 

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