Un viaje musical, múltiples estaciones

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La experiencia de escuchar una canción como Like a Rolling Stone de Bob Dylan es mucho más compleja de lo que parece. Aunque percibimos la música a través de nuestros sentidos, en realidad, es nuestro cerebro el que la interpreta. Este proceso implica un viaje desde el oído externo hasta el cerebro, donde se traducen las señales eléctricas en sonido. Sin embargo, cada persona tiene su propia versión de la canción, influenciada por su cognición y experiencias pasadas. Este viaje, aunque fascinante, también es vulnerable; el daño a las células ciliadas del oído puede provocar una pérdida auditiva permanente.

TEXTO POR LORNA TOSELLI
ILUSTRADO POR CARLOTA LOZANO
ARTÍCULOS
MÚSICA | NEUROCIENCIAS | SONIDO
9 de Mayo de 2024

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Suena la canción Like a Rolling Stone de Bob Dylan. Para el órgano del cuerpo que percibe esto, el oído, no hay Bob, no hay Dylan. Ni siquiera hay una melodía; solo ondas sonoras, el estímulo que llega desde el ambiente y que aún no alcanza en ese lugar el gran poder para generar emoción o aversión alguna. Necesita llegar al cerebro para que éste las interprete y genere sensaciones. Pero el cerebro tampoco escucha la canción, porque es una especie de cableado por donde transitan señales eléctricas en redes neuronales. El desenlace de este proceso, que parece una especie de codificaciones y decodificaciones en clave de la Segunda Guerra Mundial, finalmente es creer que escuchamos Like a Rolling Stone. Cuando la verdad es que cada persona en su cerebro tiene su propia versión de la canción. La percepción es producto de los estímulos que llegan a los órganos de los sentidos sumado a la cognición y la experiencia. Las sensaciones que se experimentan son alteradas por la «inherente subjetividad», dice Eric Kandel.

Esta onda viajera necesita hacer un recorrido por las tres partes que componen el oído: oído externo, oído medio y oído interno. ¡Uf, es toda una odisea! Es un automatismo que sucede cada vez que tocan la bocina en la calle, cuando corre el agua de un río que susurra o cuando el perro ladra que ladra. Sensaciones que son el resultado del laborioso trabajo del sistema auditivo, de la banda de experiencias que acompañan y el director cerebro de la orquesta.

En palabras más que simples la cosa es así: suena la canción en el ambiente (estímulo). El oído lo recibe como una onda sonora u ondas mecánicas de diversa amplitud, frecuencia y el resto del mundo hertziano que se propagan a través del aire. Todo esto sucede en el conducto del oído externo. De pronto, ¡choque!, la onda sonora golpea el tímpano, una membrana que se asimila a la superficie superior de un tambor. Se convierte en vibración, pasando al juego de presiones de aire que se da en la cámara del oído medio. Cruza a través de una cadena de huesecillos (nada más figurativo que llamarse martillo, yunque y estribo). Para desembocar en la compuerta de líquidos en donde se da la bienvenida para ingresar al oído interno. Las ondas vibratorias mueven estos fluidos, a través de pasadizos secretos por un misterioso laberinto, en cuya estructura membranosa interior se encuentran los cilios pilosos que alojan las células ciliadas.  Con el movimiento y la dirección en que queden dispuestas, convertirán las ondas sonoras o energía mecánica al único lenguaje que comprende el cerebro: señales eléctricas.

¿Dónde están estas células especializadas? En el órgano de Corti que se aloja en la cóclea; una especie de concha marina dentro del oído. La cóclea no escucha sólo el mar, es una activa intérprete capaz de hacer la transformación o transducción, imprescindible del sistema auditivo.

Si se dañan las células ciliadas debido a ruidos fuertes, infecciones, ciertos medicamentos o el envejecimiento, estas células no se regeneran. Su daño puede provocar pérdida auditiva permanente.

El viaje es alucinante. Al final, al alcanzar el cerebro, utilizar mecanismo de cognición y rescatar de la memoria, antiguas experiencias sensoriales, la melodía Like a Rolling Stone es interpretada en el cerebro como sonido. Bueno, ocurren muchas cosas más en este viaje de milisegundos. Hasta emerge la alegría, la nostalgia o quien sabe qué emoción. Pero lo cierto es que cada uno tiene una canción distinta en su cabeza. El cerebro tampoco tiene idea de quien es Dylan. Realmente, el cerebro tampoco lo sabe.

 

Referencias

Drake, Richard L.; Vogl, A. Wayne; Mitchel, Adam W. M. España. 2013. «Gray Anatomía Básica». Ediciones Elsevier.
Kandel, Eric. Estados Unidos. 2021. «Principles of Neural Science». Ediciones Mc Graw Hill.
Marieb, Elaine N. España. 2008. «Anatomía y Fisiología». Ediciones Pearson.

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