Arquímedes y los científicos que siguieron siendo niños

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Eloísa tiene sólo cinco años y ya conoce el «Tornillo de Arquímedes», una máquina que sirve para elevar líquidos. No es superdotada, su madre le lee el cuento adaptado para su edad sobre un griego que vivió siglos antes de que ella naciera: Arquímedes de Siracusa (287 a. C). Fue un físico, ingeniero, inventor, astrónomo, filósofo y matemático. A la niña no le sorprende la lista de especialidades; ella quiere ser bombero, pintora y vacunera (como le dice a las enfermeras que ponen vacunas). Y ¿por qué no?

TEXTO POR LORNA TOSELLI
ILUSTRADO POR ARES ZANOAGA
ARTÍCULOS | KIDS
HISTORIA DE LA CIENCIA | INVENTOS
30 de Mayo de 2024

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Se narra que en aquella época debían ir a buscar agua a los ríos y luego subir los cerros con baldes colmados del líquido. Hoy abrimos una llave y ya está. Y bueno, había tipos como Arquímedes que se dedicaban a observar y a pensar cómo resolver problemas cotidianos de las personas, o bien, hacerles la vida más fácil, aplicando sus conocimientos.

El invento del griego consiste en una manivela, que permite a un tornillo girar sobre su eje, haciendo que el fluido suba por el interior del tubo. Y hoy aún se conoce como el «Tornillo de Arquímedes» y con esa herramienta se siguen creado hasta el día de hoy, tecnologías que se basan en sus postulados.

La madre de Eloísa, quien lee el cuento, no se sorprende con el ingenioso invento de Arquímedes. En la era digital, es mucha la información que circula y se ha perdido la capacidad de asombro. Posiblemente, no conocía al griego de Siracusa, Sicilia. Y su invento… no lo sabía, no se acordaba. Como tampoco sabía de turbinas hidroeléctricas, que transforman la energía cinética del agua en energía mecánica, o que en 1827 el francés Benoî Fourneyron inventó la turbina hidráulica; máquina que produce energía, al permitir que el movimiento de un fluido que pasa a través de ella, haga girar una turbina que va conectada a un transformador. A la madre, en cambio, le sorprende la lista de especialidades de Arquímedes. Cuando hoy existen médicos que se especializan en traumatología y luego se subespecializan en caderas y posteriormente, en un tipo específico de operación de la misma articulación. Así también, se van especializando actualmente las personas de ciencias.

Los científicos sostienen su quehacer con la mirada de los niños. Su capacidad de asombro permanece indemne; el adulto está más anestesiado por el exceso de información de su alrededor. Lo que sí, hoy en día no dan los tiempos para abrirse a tantos campos de interés como en aquella época. Y se especializan en temas más acotados. Apasionados en una materia, ahondan en el conocimiento. Y esa área de interés se transforma en su lente o gafa a través de la cual observan el mundo. Tal como Arquímedes lo hacía hace tiempo atrás, en el siglo XXI, muchos científicos se dedican a observan todo el tiempo los problemas cotidianos o humanos de dimensiones, y tratan de resolverlos, o al menos, avanzar en soluciones para la humanidad.

Como una muralla de ladrillos o una pirámide de Egipto. El trabajo de distintos seres humanos que no se conocieron entre sí, pero que trabajan en un equipo atemporal, juntan sus ideas como ladrillos o piezas de pesadas piedras, que se elevan en una sólida construcción. A través de los siglos, se construye el conocimiento. Tecnologías y herramientas van siendo mejoradas, en cadena. Inventos aparecen, emergen teorías y otras caen. El cemento de la muralla de ladrillos o la fuerza de acople de las piedras de las pirámides, son la mezcla perfecta entre: pasión por el conocimiento, la constante observación, capacidad de asombro y curiosidad; el anhelo en algunos casos de mejorar las condiciones de vida de las personas; la perseverancia, tenacidad y, sobre todo, la característica que nos hace únicos como especie y que nos diferencia del resto de los mamíferos: imaginación y creatividad.

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