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05 Junio

El informe MMWR y los primeros casos reconocidos de SIDA

Por Quique Royuela

El 5 de junio de 1981, el Morbidity and Mortality Weekly Report (MMWR) de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) publicó un informe que marcaría el comienzo de una de las epidemias más devastadoras del siglo XX. En este informe, se documentaron cinco casos de una rara forma de neumonía por Pneumocystis carinii en hombres homosexuales en Los Ángeles, California. Lo que parecía ser un detalle médico más resultó ser la primera señal reconocida del Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA).

A principios de los años 80, la comunidad médica no tenía conocimiento de una enfermedad que afectara selectivamente el sistema inmunológico de manera tan severa. Las infecciones oportunistas como la PCP eran extremadamente raras y generalmente solo se observaban en pacientes con sistemas inmunitarios severamente comprometidos, como aquellos que habían recibido quimioterapia o trasplantes de órganos. La aparición de PCP en individuos jóvenes y previamente sanos fue alarmante y desconcertante.

El informe del MMWR «Pneumocystis Pneumonia — Los Angeles» describía cinco casos de hombres homosexuales que presentaban una forma severa de neumonía causada por el hongo Pneumocystis carinii. Estos pacientes también presentaban infecciones por otros patógenos inusuales, lo que sugería una deficiencia inmunológica subyacente. El informe señalaba que todos los pacientes tenían en común la falta de una respuesta inmunitaria efectiva, pero en ese momento, no se comprendía la causa de esta deficiencia.

El artículo concluía con una llamada a los profesionales de la salud para reportar casos similares, destacando la preocupación de que estos casos podían ser solo la punta del iceberg de un problema mucho más grande.

Después de la publicación del informe comenzaron a surgir más casos similares en otras ciudades de Estados Unidos. A medida que aumentaba el número de pacientes con infecciones oportunistas y cánceres raros como el sarcoma de Kaposi, quedó claro que se enfrentaban a una nueva enfermedad. La relación inicial con la comunidad homosexual y la aparición en usuarios de drogas intravenosas, hemofílicos y haitianos llevaron a la identificación de los cuatro grupos de riesgo iniciales.

La enfermedad fue errónea e injustificadamente denominada «inmunodeficiencia relacionada con homosexuales» (GRID, por sus siglas en inglés), basado en los prejuicios existentes contra la comunidad homosexual, aunque después se reconoció que la enfermedad no estaba limitada a la comunidad gay. En 1982, el CDC acuñó el término SIDA para describir la condición, un término que reflejaba más precisamente la naturaleza del síndrome.

La comunidad gay fue la primera en ser visiblemente afectada por el SIDA, lo que llevó a una respuesta social y política mixta. En muchos casos, los pacientes y sus familias enfrentaron el estigma, la discriminación y el miedo. A menudo se les trataba con desdén y desconfianza, exacerbando el sufrimiento emocional y físico.

Sin embargo, también surgieron movimientos de activismo comunitario y apoyo mutuo. Organizaciones como Gay Men's Health Crisis (GMHC) en Nueva York y la Fundación San Francisco AIDS se formaron para proporcionar apoyo, educación y abogar por los derechos de los afectados por el SIDA. Estas organizaciones desempeñaron un papel crucial en la sensibilización pública y en la presión a las autoridades para que aumentaran la investigación y los recursos dedicados a la lucha contra la epidemia.

A medida que la epidemia crecía, la comunidad científica intensificó sus esfuerzos para identificar la causa del SIDA. En 1983, investigadores franceses del Instituto Pasteur, dirigidos por el investigador. Luc Montagnier, aislaron un virus que creían que estaba relacionado con el SIDA, al que llamaron LAV (Lymphadenopathy-Associated Virus). Poco después, en 1984, el investigador Robert Gallo y su equipo en los Estados Unidos también identificaron un virus, al que llamaron HTLV-III (Human T-lymphotropic virus type III), y que se demostró ser el mismo virus que el LAV. Este virus fue finalmente renombrado como Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH).

CRÉDITOS: C. GoldsmithContent Providers: CDC/ C. Goldsmith, P. Feorino, E. L. Palmer, W. R. McManus - This media comes from the Centers for Disease Control and Prevention's Public Health Image Library (PHIL)
Microfotografía de VIH-1 en liberación (en verde) en un cultivo de linfocitos. CRÉDITOS: CDC/PHILC. Goldsmith, P. Feorino, E. L. Palmer, W. R. McManus. 

El descubrimiento del VIH permitió el desarrollo de pruebas de diagnóstico, lo que facilitó la identificación de personas infectadas y la implementación de medidas preventivas para evitar la transmisión del virus. Las primeras pruebas de anticuerpos contra el VIH se desarrollaron a mediados de los años 80, permitiendo la detección del virus en la sangre.

En los primeros años de la epidemia, el SIDA era prácticamente una sentencia de muerte. Los tratamientos eran limitados y se centraban en el manejo de infecciones oportunistas. La aprobación del primer medicamento antirretroviral, AZT (zidovudina), en 1987, proporcionó una esperanza para los pacientes, aunque los efectos secundarios eran significativos y el virus desarrollaba resistencia rápidamente.

El desarrollo de terapias antirretrovirales altamente activas (HAART) a mediados de los años 90 marcó un punto de inflexión en la lucha contra el SIDA. Estos tratamientos combinados lograron reducir significativamente la carga viral en los pacientes, mejorando drásticamente la calidad de vida y la esperanza de vida de las personas infectadas con VIH.

Además de los avances en tratamiento, las estrategias de prevención se volvieron esenciales. La promoción del uso del preservativo, la educación sobre prácticas sexuales seguras y los programas de intercambio de agujas para usuarios de drogas intravenosas ayudaron a reducir la transmisión del VIH.

El informe de 1981 del MMWR no solo fue el punto de partida para la identificación del SIDA, sino que también subrayó la importancia de la vigilancia epidemiológica y la colaboración internacional en la lucha contra las enfermedades emergentes. La respuesta a la epidemia de SIDA transformó la investigación médica, la salud pública y la percepción social de las enfermedades infecciosas.

A lo largo de las décadas, la lucha contra el SIDA ha demostrado la importancia de la inversión en investigación científica, la necesidad de políticas de salud pública inclusivas y basadas en la evidencia, y el poder del activismo comunitario para lograr cambios significativos. Aunque el SIDA sigue siendo un desafío global, los avances logrados desde aquel informe inicial de 1981 han salvado millones de vidas y continúan inspirando esfuerzos para erradicar la enfermedad.

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