Distancias astronómicas: de la Luna y los planetas

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La luz del Sol tarda unos ocho minutos en llegar hasta nuestros ojos. La de la Luna, tan solo un segundo. La luz de la estrella más cercana al Sol viaja durante cuatro años por el espacio hasta que podemos verla (por esto se dice que está a una distancia de cuatro años luz). Las galaxias más lejanas que conocemos se encuentran a 13 000 millones de años luz. Son distancias astronómicas tan grandes que no nos caben en la cabeza. Pero ¿cómo se calculan?

TEXTO POR JUAN JOSÉ SÁENZ DE LA TORRE
ILUSTRADO POR JOSÉ PARADA
ARTÍCULOS
ASTRONOMÍA
24 de Septiembre de 2015

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En esta serie de artículos trataremos de explicar cuáles son los métodos con los que medimos las distancias en el Universo. Empezaremos en nuestro vecindario más cercano, la Luna y los planetas, y más adelante nos adentraremos en la Vía Láctea e incluso llegaremos a echar un vistazo a los confines del Universo, donde se atisban las galaxias primigenias.

Selene y su vestido de lentejuelas

Antes de que los Bee Gees o los Jackson Five pusieran de moda las lentejuelas en los años 70, la NASA se adelantó y puso unas muy especiales en la Luna: las del Lunar Laser Ranging RetroReflector. Se trata de unos espejos, llamados retrorreflectores, que reflejan los rayos de luz de una forma muy particular: los mandan exactamente por donde han venido.

Gracias a varias misiones espaciales estadounidenses (Apolo 11, 14 y 15) y soviéticas (Luna 17 y 21) que dejaron en la Luna estos espejos, hoy en día podemos medir la distancia de la Tierra a la Luna tan solo pulsando un botón. Si enviamos una señal láser hacia cualquiera de los reflectores, el haz de luz rebota y vuelve a la Tierra. Midiendo el tiempo que tarda la luz en ir a la Luna y volver (y sabiendo que la velocidad de la luz es de 299 792 km/s en el vacío) podemos saber a qué distancia está nuestro satélite. Gracias a estas medidas hemos descubierto, por ejemplo, que la Luna se aleja de nosotros 3,78 centímetros cada año.

Localizando planetas por radar

Astronómicamente hablando, la Luna está aquí al lado. Está tan cerca que incluso hemos podido pasarnos a hacerle una visita y regalarle espejos. Por desgracia, nuestros planetas vecinos se encuentran algo más lejos y mandar misiones para ir a poner espejos es, de momento, inviable.

Para el caso de los planetas a los que ya hemos enviado sondas que han aterrizado (como por ejemplo, Marte) la solución es sencilla: medimos el tiempo que tardamos en recibir las señales que nos manda la sonda.

Pero, ¿y si nunca hemos aterrizado en el planeta o el satélite cuya distancia queremos medir? En este caso los astrónomos recurren al radar. El radar se inventó en los años 30 y se usó con profusión en la Segunda Guerra Mundial para detectar incursiones enemigas. Actualmente, es la herramienta que emplean cada día los controladores aéreos para que los aviones aterricen de forma ordenada en los aeropuertos (y para que no se estrellen mientras vuelan).

El sistema es simple: una antena manda una señal electromagnética que rebota en el objeto y nosotros podemos detectarla cuando viaja de vuelta. Como sabemos a qué velocidad viaja esa señal no es complicado calcular la distancia.

Mantén cerca a tus amigos…

… y a tus enemigos cuanto más lejos mejor. O al menos mantenlos vigilados.

Es interesante saber a qué distancia están Júpiter, Venus, Marte… pero es aún más interesante saber a qué distancia están y qué trayectoria llevan objetos que pueden colisionar con la Tierra, como Apofis. Este asteroide cercano a la Tierra se puso de moda hace unos años, cuando los astrónomos vieron que había posibilidades de que impactara con nuestro planeta. Gracias a la astronomía por radar, Bruce Willis puede dormir tranquilo, y nosotros también. Conforme se tomaron medidas más precisas, pudo calcularse que el asteroide pasará muy cerca de nosotros pero no supondrá ningún peligro.

Para detectar y mantener vigilados cuerpos llamados NEOs (del inglés Near Earth Objects, u objetos cercanos a la Tierra), como Apofis, se utilizan herramientas como la astronomía por radar que hemos explicado antes. Esta permite localizar con exactitud estos objetos y así conocer cuál es su peligro potencial.

Una de las instituciones encargadas de vigilar estos NEOs es el NEO Coordination Centre de la Agencia Espacial Europea (ESA). Mientras ellos estén mirando por sus telescopios, nosotros podemos estar seguros (no como nuestros queridos Astérix y Obélix) de que el cielo no caerá sobre nuestras cabezas.

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