Ahora que somos mariposas

Portada móvil

Cuento finalista del tercer concurso de cuentos infantiles Ciéncia-me un cuento. Organizado por la Society of Spanish researchers in the United Kingdom (SRUK/CERU).

TEXTO POR ELIZABETH HERNÁNDEZ APRÁEZ
ILUSTRADO POR PILI RODRÍGUEZ
ARTÍCULOS | KIDS
MARIPOSAS | METAMORFOSIS | ZOOLOGÍA
12 de Noviembre de 2020

Tiempo medio de lectura (minutos)

En este árbol vivimos cincuenta pájaros, seis ardillas, mil trescientas tres hormigas, dieciocho micos, mis dos hermanas y yo. Nuestra casa es grande, alta, con muchos pisos y un techo tupido de hojas. Debajo de una de esas hojas vivimos nosotras, allí tenemos nuestro propio cuarto, cada una permanece encerrada en un huevo pequeñito que no mide más de seis milímetros. No armamos bulla ni nos movemos para evitar que los monos o alguno de los otros grandullones animales nos hagan daño. Aquí nos dejó nuestra madre, la mariposa más bella y colorida de este bosque.

Aunque nuestras estancias son agradables y cómodas, las tres queremos salir de aquí para conocer el mundo. ¿Lo conseguiremos hoy? Parece que sí, porque ya estoy más grandecita y soy capaz de carcomer mi huevo. Ñam, ñam, ñam. Me siento algo nerviosa, pero contenta. Cuando rompo el primer huequito, me asomo poco a poco por él. Salgo. Afuera hay mucha luz, el aire es fresco y todo es tan bonito que presiento que voy a ser feliz, muy feliz. Busco a mi mamá, pero no la encuentro. Llamo a mis hermanas.

—Carla, Manuela —grito fuerte para que me oigan. Les digo que abran el cascarón, que no tengan miedo. Me hacen caso, salen asustadas de sus huevos y ahora las tres somos orugas. Nos juntamos y sonreímos al vernos por primera vez—. Soy Alexandra —les digo con mucho entusiasmo.
—¿Cuándo vendrá mamá? —Me interrumpe Carla con una vocecita asustada y tímida.
—¡Quién sabe! —Responde Manuela, que ha comenzado a saborear una de las suculentas hojas del árbol.

A mí también se me ha abierto el apetito. Escojo una hoja verde y grande. La pruebo. Es jugosa y amarga, pero me gusta su sabor. Mi hermana Carla nos imita, termina comiéndose una hojita en forma de corazón.

Desde que salimos de nuestros huevos, no hacemos más que comer, comer y comer. Ñam, ñam, ñam. En la tarde, cuando el sol se quiere esconder, Manuela encuentra una hoja dulce y decide compartirla con nosotras. Justo cuando estamos a punto de darle el último mordisco a ese sabroso platillo, llega mamá y llora de felicidad al vernos.

—¡Qué hermosas hijas tengo! —dice, después nos da un beso.
—¡Mamá! —gritamos las tres en coro.

Nos quedamos embelesadas, admirando su belleza. Mamá es una mariposa colorida inconfundible, la parte superior de su cuerpo es de un tono rojo fuerte, en sus alas anchas hay dos ocelos negro azulados, y por debajo está pintada de un tinte marrón, casi negro. Brilla cuando surca el aire.

—Ahora que son orugas, tienen que comer muchas hojas frescas para que crezcan y sean como yo —nos aconseja mamá mientras vuela alrededor de nosotras.

Después se despide. Se va porque debe llevarles polen a muchas plantas para que estas germinen o produzcan semillas.

Los días siguientes nos dedicamos a comer tal y como nos lo pidió mamá. Gracias a que nos alimentamos bien, hemos crecido, pero todavía no nos parecemos a nuestra bella madre. La verdad es que no somos nada bonitas. Parecemos tres tubos sin gracia, nuestro cuerpo es cilíndrico como el de los gusanos y está dividido en segmentos, tenemos algunas pigmentaciones rojizas y pelos filudos. Nuestra redonda cabeza sostiene pequeñas antenas. Somos cegatonas, pues no poseemos ojos compuestos sino tres pares de ocelos. Eso sí, somos dueñas de un aparato bucal que cualquier animal envidiaría, ya que es de tipo masticador, con un labio superior e inferior y dos mandíbulas macizas que nos sirven para cortar los alimentos. Por eso es que somos tan comelonas. Ñam, ñam, ñam.

En los últimos días hemos comido tanto que ya la ropa nos queda pequeña, tuvimos que desprendernos de nuestra cutícula rígida. Las orugas tenemos un exoesqueleto y para poder crecer debemos cambiar de piel, o de ropa, como decimos nosotras. A esto se le llama muda. Cada vez que vamos a estrenar vestido, buscamos un sitio seguro, dejamos de comer y entramos en un período de reposo.

Una mañana cualquiera, cuando estamos estrenando nuestro quinto vestido, mi hermana Manuela, que es muy lista, se percata de algo.

—Chicas, creo que ya no estrenaremos más ropa, hemos alcanzado nuestro máximo tamaño. Es el momento de convertirnos en crisálidas.
—¿Eso significa que pronto seremos mariposas? —Pregunta Carla.
—Así es —le contesto a mi hermana más pequeña, que al escuchar mi respuesta se pone a saltar en sus tres patas. Yo también me pongo contenta, pero les advierto a ellas que debemos planear nuestro paso de orugas a crisálidas. Si bien es cierto que estamos lo suficientemente creciditas y que hemos acumulado toda la proteína y energías necesarias para ser adultas, aún somos indefensas, lentas, no tenemos habilidad para protegernos de avispas, sapos, pájaros, serpientes, libélulas, micos y todo tipo de depredadores, por eso es importante encontrar un lugar seguro para realizar allí nuestra última transformación.

Elegimos la rama más alta del árbol en el que hasta ahora hemos vivido. Es frondosa, fuerte, amigable y pocos animales suben hasta allá. Empezamos a pupar. Cada una escoge una hoja y nos envolvemos en ella formando un capullo. Para que nuestra nueva casita sea sólida y firme, tejemos una red de hilos de seda que fija la posición de la hoja. Quedamos completamente ocultas dentro de esa cápsula para que nadie nos haga daño. Allí dentro nos vamos transformando. Permanecemos quietecitas mientras nuestros cuerpos crean nuevos órganos y destruyen los que ya no nos harán falta. Son momentos difíciles, pero hermosos. Lentamente va quedando atrás la piel de la pupa y empieza a aparecer la mariposa que llevamos dentro. Al principio, nuestras alas son arrugadas y densas, pero cuando nuestro cuerpo empieza a bombear un líquido llamado hemolinfa, las alas se nos extienden como papalotes. En cuestión de minutos debemos irrigarlas y desarrollar muy bien las antenas para que ellas nos ayuden a orientarnos a la hora de volar. Ah, y que no se nos olvide tener lista la espiritrompa, una especie de cánula que tenemos en la boca y que nos servirá para succionar el néctar de las flores. Solo así podremos sobrevivir.

Por fortuna, todo sale bien. Yo me echo a volar y me doy cuenta de que detrás de mí viene Manuela, y Carla se eleva en el aire gritando:

—¡Lo logramos, lo logramos! ¡Yujuuuuuuuuuu!

Espero a mis dos hermanas, y cuando estamos juntas, volamos como si fuéramos una sola. Nos separamos y nos volvemos a juntar. Después dibujamos en el aire un círculo que tiene la forma de este mundo, que seguramente conoceremos volando. Más tarde damos un paseo, nos vamos de flor en flor probando su rico néctar. Cuando llegamos a un alto girasol, una bella mariposa nos saluda.

—¿Cómo están, niñas? ¿No me reconocen? ¡Soy su mamá!
—¡Mamáaaaaaaaaa!

Volamos alrededor de nuestra madre. Ella hace movimientos en zigzag, como si bailara. Tratamos de imitarla, pero aún somos novatas. No puede quedarse con nosotras porque tiene la misión de polinizar unas blancas flores de romerillos. Para despedirnos de ella juntamos nuestras alas.

—Sean felices —nos dice—, que la vida es corta.

Ella sabe que viviremos tan solo treinta días. Se va, repitiendo nuestros nombres. El resto del día nos lo pasamos volando de aquí para allá.

Así transcurre nuestra vida. Todos los días aprendemos a perfeccionar el vuelo, a escoger los mejores néctares, pero, sobre todo, a llevar el polen de planta en planta.

Ahora que somos mariposas, sabemos que de nosotras depende que haya plantas, frutos y comida para todos los seres vivos que habitamos la Tierra. Por eso tomamos en serio nuestro trabajo.

De día vuelo, de noche descanso. Claro, que yo conozco una mariposa nocturna que hace todo lo contrario: sale a volar de noche. Se llama Lulú y es muy andariega. ¿Dónde estará? Quizá en el cuarto de una niña o un niño que lee este cuento.

Suscripción anual a Principia Kids
Suscríbete a Principia Kids en papel

 

Deja tu comentario!