Lombrices curiosas

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Relato finalista del certamen «Ciéncia-me un cuento» 2021. Organizado por SRUK/CERUK (Society of Spanish Researchers in the United Kingdom).

TEXTO POR DIEGO JAVIER CELDRÁN
ILUSTRADO POR PABLO RODRÍGUEZ GARCÍA
ARTÍCULOS | KIDS
AGRICULTURA
10 de Noviembre de 2021

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Era un lunes cualquiera; fastidioso para los adultos y adorado por los niños. Julián y Catalina corrieron rápidamente por el patio de la escuela, hasta llegar al sector de la huerta, su preferido. La ansiedad y alegría, rápidamente se esfumaron.

—No salió nada —sentenció Catalina.
—¡Mira, Cata! Las lechugas siguen rechiquitas —acotó Julián en tono de preocupación.

Los pequeños debatían sobre qué podría estar pasando y su preocupación llegó a oídos de Manuela, la veterana ordenanza de la escuela.

—Chicos, esa tierra que pusieron es muy pobre —dijo Manuela con la certeza que brindan los años—. Las plantitas no tienen qué comer —agregó—. En mi huerta agregué lombrices y no dejo de cosechar verduras todo el tiempo.

Catalina y Julián decidieron hacer un experimento para saber si Manuela tenía razón. Recolectaron lombrices del jardín del abuelo de Catalina. Consiguieron algunas macetas, tierra de varios lugares, regaderas y semillas. Con entusiasmo llenaron las macetas, algunas eran de un litro, otras de tres y algunas de cinco. Una vez llenas, agregaron a ojo las lombrices. En algunas macetas pusieron diez, en otras cinco y, por un descuido, en alguna maceta no pusieron. Finalmente sembraron acelga, espinaca y lechuga. Catalina era la encargada de regar. Fiel a su estilo disperso, algunos días regaba de más y a veces de menos. Pasado un mes, los socios investigadores quisieron registrar los datos para obtener respuestas.

—¡Cata! Nos ha dado cualquier cosa. Mira, en esta maceta la acelga esta pequeña. Sin embargo, en la otra está más grande. Con las lechugas igual. ¡Es un desastre! ¿Qué habrá pasado? —Se cuestionó Julián–. ¿Cómo podemos saber si las lombrices son buenas o no? —agregó perturbado.
—¿Y si pedimos ayuda, Juli? —Propuso Catalina con una hermosa e irresistible sonrisa.

Los dos amigos hablaron con la maestra de ciencias y le contaron su fallido experimento. La maestra les explicó el método científico y se pusieron manos a la obra. Julián y Catalina decidieron usar el mismo tamaño de maceta y llenarlo con un único sustrato. Solo sembrarían acelga. Todas las macetas recibirían igual cantidad de lombrices. Además, regarían con un volumen de agua conocido y, por supuesto, no podía faltar un tratamiento testigo o control negativo: sin lombrices. El experimento fue todo un éxito. Las macetas con lombrices claramente producían más. Estaba comprobado, Manuela tenía razón, las lombrices son buena para la huerta.

Los jóvenes científicos, anotaron con todo lujo de detalles cada uno de los pasos. Esto les permitió compartir su experiencia con otros niños de otras escuelas. Con el correr del tiempo se enteraron que en otra escuela y siguiendo sus pasos arribaron a resultados similares. Catalina y Julián no se quedaron de brazos cruzados, sino que hicieron un proyecto de «lombricultura» para su escuela. Al poco tiempo, la huerta de la escuela rebosaba de verduras y los curiosos niños de nuevos conocimientos.

 

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