¿Por qué Bebé no quiere dormir esta noche? Ya se bebió cuatro onzas de leche, y sigue despierto. Disfrutó las suaves nalgadas de mamá, y nada.
Bebé da vueltas y más vueltas en la cuna, como si hubiera hormigas que le estuvieran picando.
Papá empieza a mecer la cuna mientras canta:
—Este niño lindo, que nació de día, quiere que lo lleven a la dulcería.
Entonces mamá, entona la melodía desde el otro lado:
—Este niño lindo, que nació de noche, quiere que lo lleven a pasear en coche.
Pero ya Bebé está aburrido de escuchar la misma canción todas las noches, y mira por la ventana hacia el cielo, donde brilla una luna cuarto creciente.
Papá suspira profundo. Después mira a mamá y dice:
—Quizás nuestro pequeño quiere escuchar un cuento.
A Bebé le brillan los ojos como luciérnagas. Papá empieza a decir:
—En un hermoso apartamento del edificio más alto de la ciudad, había un bebé que no quería dormir por las noches. Sus padres ya no hallaban qué hacer para que cerrara los ojos y se rindiera, así que, al otro día, papá, que era el inventor más conocido de la ciudad, corrió a su taller y se puso a trabajar.
Bebé escuchó el riqui riqui del serrucho sobre la madera. El tac, tac con el martillo, y sintió mucha curiosidad.
Rato después, papá entró por la puerta de la habitación. Traía en sus manos un par de alas esbeltas, que claveteó con bisagras a la cuna de Bebé.
Mamá sabía que papá tenía unas manos maravillosas, así que no sintió miedo, sino que acomodó la almohada de Bebé y lo sentó sobre ella.
Papá aprovechó para ir en busca de un timón de barco, que también había construido, y lo puso en la parte delantera del mueble.
Entre los dos, levantaron la cuna, y la dejaron caer por la ventana, desde el último piso del edificio donde vivían.
Bebé cerró los ojos y se sujetó fuerte al timón. Papá y mamá miraban desde lo alto, esperando que remontara el vuelo.
La cuna movió las alas, como una de las palomas que se posaban en el alero de edificio y se alzó muy cerca de las nubes.
Bebé se asustó al principio. Él que nunca había salido de su cuna a no ser en brazos de mamá y papá, estaba ahora planeando como si fuera piloto de un avión.
No había acabado de pensarlo, cuando sintió que una enorme aeronave sobrevolaba la cuna, erizándole los pelos de la cabeza.
— ¡Wau! —fue la cuarta palabra de Bebé, porque ya había aprendido a decir mamá, papá y leche.
La cuna volvió a agitar las alas y se deslizó despacio sobre la ciudad, rumbo a una de las montañas más bellas del mundo.
II Denali
La cuna de Bebé descendió en la cima del monte Denali, en Alaska. Desde arriba vio todo, como si fueran granos de comino.
Bebé sintió el aire fresco que le acarició las mejillas.
— ¡Wau! —volvió a decir, y mostró los dientes que comenzaban a salir.
Después alzó las manos, queriendo arrancar un pedazo de nube, para rellenar la almohada.
— ¿Qué haces? —escuchó decir.
Bebé miró a todas partes.
— ¡Soy yo! —dijo la nube— No está bien que arranques pedazos de mi cuerpo, como si fuera un algodón de azúcar. — ¡Wau! —gritó Bebé asombrado. — ¿Eso es todo lo que sabes decir? —preguntó la nube y dejó caer unas lloviznas azules sobre la cabeza de Bebé.
La cuna sacudió las alas al sentir las gotas frías que la humedecían. Bebé miró arriba y se puso serio:
—No es hora del baño —dijo con una vocecita que se parecía al silbido del viento sobre el Denali.
—Son gotas mágicas —respondió la nube— Por eso acabas de hablarme.
Bebé saltó sobre la almohada. Iba a decir wau, pero se contuvo.
— ¿No te cansas de estar ahí arriba? —preguntó ansioso. —Solo estoy de paso —confesó la nube— Pronto viajaré con el viento hacia otra parte, y cuando me llene de vapor de agua, me convertiré en nubarrón, y caeré sobre el valle que ves allá abajo.
Bebé miró hacia abajo. Imaginó la hierba bañada por la lluvia. Las gotas cayendo sobre las hojas de las plantas.
De repente Bebé se levantó aferrado a la baranda de la cuna.
— ¿Y qué hay más arriba? —preguntó, curioso.
La nube comenzó a moverse para seguir el viaje por el monte Denali.
—Planetas, estrellas y galaxias —respondió la nube mientras se alejaba.
Bebé pensó que quizás alguna vez llegaría hasta alguna de ellas, y se aferró al timón, porque la cuna con alas, emprendía un nuevo vuelo hacia otra hermosa montaña de nuestro planeta tierra.
III Ama Dablam
Bebé se tomó medio frasco de leche, que mamá le había preparado antes de partir.
Luego de una pequeña siesta, despertó justo cuando la cuna aterrizaba en la cumbre de la montaña Ama Dablam en Nepal.
Estaba cubierta de nieve y Bebé se cubrió con el edredón, porque empezaba a sentir mucho frío.
De repente sintió unas enormes pisadas que estremecían la cuna. Bebé se volteó para ver quién causaba semejante ruido, capaz de provocar una avalancha.
El hombre de las nieves era tan grande, que nubló el sol a su alrededor.
— ¿Qué haces en mi montaña? —preguntó el peludo gigante. —Estoy de paso —dijo Bebé sin temor.
El hombre de las nieves dio una fuerte pisada, y varias partículas de nieve cayeron sobre Bebé y su cuna.
— ¡Tranquilo! —expresó Bebé— Vas a desprender la nieve. Mi cuna y yo solo disfrutamos del paisaje.
El yeti, se mantuvo inquieto por algunos segundos. No sabía quién era aquel piojillo que invadía su montaña, pero resultaba tan inofensivo, que con su dedo índice podía aplastarlo si deseaba.
— ¿Vives aquí, solo? —preguntó Bebé mirando su ancha nariz. —Todo el tiempo —contestó el gigante. — ¿No tienes miedo a las alturas? —siguió preguntando Bebé. —No sé qué es eso —confesó el hombre de las nieves.
Bebé se rascó el ombligo con el dedo meñique. Él tampoco sabía lo que era el miedo, pero imaginó que sería como cuando mamá apagaba las luces de la habitación y sentía la brisa tocando a la ventana.
—Es muy alta tu montaña —dijo preparando el timón de la cuna voladora. —Por eso vivo aquí —dijo el gigante— Aunque muchas personas se la pasan molestando mi tranquilidad.
Bebé supo que se estaba refiriendo a los turistas que la visitaban cada temporada, y a él, que estaba allí junto a su cuna alada.
Antes de que la cuna alzara el vuelo, Bebé hizo una bola de nieve.
—Ya tenemos que irnos —dijo sonriendo— Espero que te gusten las bromas. —Tampoco sé lo que es una broma —dijo el gigante afelpado. — ¡Ya verás! —dijo Bebé mientras la cuna se levantaba por encima de la cabeza del enorme habitante de la montaña Ama Dablam.
Cuando estuvo fuera de su alcance, Bebé lanzó la bola de nieve sobre la cabeza del gigante, que gruñó, mientras daba manotazos al aire.
Y Bebé se alejó riendo, como ríen todos los bebés cuando alguien les hace cosquillas en la planta de los pies.
IV El cráter del Ngorongoro
Esta mañana la cuna de Bebé voló hasta el cráter del Ngorongoro, en Tanzania.
— ¡Qué calor! —dijo, secándose el sudor con una almohadilla.
El volcán había hecho erupción recientemente, y aún se podían ver los fulgores saliendo del cráter.
Bebé, sacó el paraguas contra chispas y rayos solares que papá había construido.
La cuna agitó las alas hasta descender en la extensa llanura. Era como un zoológico enorme, con animales sueltos por doquiera.
Bebé sacó la cámara fotográfica y empezó a tirar fotos a cebras, antílopes y a rinocerontes negros.
De pronto vio que la hierba se movía cerca de la cuna. Bebé guardó la cámara y se acurrucó tras los barrotes de la barandilla.
Un león acechaba oculto tras los arbustos. A Bebé se le erizó la piel, porque todavía no tenía muchos pelos para que se erizaran.
La fiera lo vio de cerca. Bebé se mantuvo callado. El león agitó la melena para asustarlo, y Bebé se escurrió bajo las sábanas temblando.
El rey de la jungla dio un salto hacia la cuna, que voló con rapidez lejos de su alcance. Bebé seguía bajo las telas sin atreverse a mirar.
El animal volvió a dar un brinco intentando atrapar a la criatura escurridiza que se ocultaba de su fiereza, y otra vez la cuna voló, alejándose de sus afiladas garras.
Bebé asomó la cabeza. Ya sabía que a la tercera iba la vencida, así que se puso al mando del timón, y luego de una vuelta alrededor del cráter del imperioso Ngorongoro, la cuna siguió rumbo hacia su apartamento.
Quería darse un buen baño, y luego de comer algo, se dormiría como dicen que duermen los angelitos.
Así que el león se quedó con la boca hecha aguas, sin poder comer Bebé.
V Machu Picchu
La cuna de Bebé remontó el vuelo hacia el cielo azul de Perú, y descendió sobre la Pirámide Intihuatana, en la montaña vieja, Machu Picchu. La ciudadela inca más famosa del mundo. Bebé quedó sorprendido por los hermosos templos que se alzaban majestuosamente.
Disfrutó la vista por unos minutos y luego, la cuna alada sobrevoló el templo del sol, la Plaza sagrada, el templo de las tres ventanas, el Intipunku, el templo de la luna, el templo del cóndor, la roca sagrada y por último el templo principal, donde Bebé vio una extraña figura envuelta en túnicas blancas y se llevó las manos a la boca.
— ¡Una momia! —expresó, recordando las historias que su hermana mayor veía en la tele a escondidas de sus padres.
Bebé ni siquiera imaginaba que era la momia del más importante emperador inca Pachacútec, que nadie antes había visto.
Entonces se acercó para verla mejor. La momia sujetó con fuerza la cuna de Bebé, que se estremeció creyendo la desarmaría de un tirón.
Bebé sujetó la almohada entre las manos y golpeó el rostro demacrado de la momia que cayó de bruces sobre el empedrado.
— ¡Wau! —gritó Bebé y sujetó el timón con premura, para alejarse cuanto antes del lugar.
Miró atrás, para ver si era perseguido, pero ya la momia había desaparecido en el interior del templo sagrado.
Bebé aprovechó para pasar bajo la escalinata de las fuentes, y disfrutó una deliciosa llovizna, que lo refrescó del calor, y del susto que se había llevado antes.
VI Monte Everest
Bebé había contado de sus anteriores aventuras, pero los padres no se asustaron. Sabían que era muy valiente.
De todas formas, y sin que Bebé se dieran por enterado, papá había puesto un sistema de monitoreo con cámaras que podían ver lo que sucedía mientras viajaba en su cuna. Mamá y papá también tenían una cama voladora, para salir en su rescate de ser posible.
Bebé quería disfrutar de otras maravillas, y decidió que este viaje sería el último a las montañas más bellas del mundo.
Esta vez tendría un acompañante muy singular. Un pequeño mapache de peluche que mamá le había regalado para su cumpleaños número tres, y llevaba por nombre…
Entonces la cuna salió planeando rumbo a Nepal, donde se alza la montaña más alta del mundo, el Monte Everest.
Bebé sintió cosquillitas en la barriga cuando estuvieron en la cima, y acarició la cabeza de… para aliviar la tensión. Las nubes parecían algodones de azúcar, y recordó su primer viaje. Aquellas lloviznas mágicas que le rozaron la piel.
También recordó aquella curiosidad por saber qué había más allá de las nubes. De regreso le pediría a papá que convirtiera la cuna voladora en un cohete espacial. Y a pesar del frío intenso que le sonrojaba las mejillas, se tiró de bruces en la cuna para disfrutar la tranquilidad de la cima.
Sintió voces que llegaban de algún lugar e imaginó que fueran los alpinistas que cada día intentaban escalar la imperiosa montaña.
Abrazó al mapache felpudo. Se aferró al timón de su cuna voladora y emprendió vuelo de regreso, antes de que lo confundieran con un hombrecillo de las nieves.
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