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17 Enero

El legado microscópico de Albert Schatz

Por Quique Royuela

Albert Schatz (2 de febrero de 1922 - 17 de enero de 2005) fue un eminente microbiólogo cuyo principal descubrimiento y aportación al mundo de la ciencia es el descubrimiento de la estreptomicina, el primer antibiótico aminoglucósido, utilizado para el tratamiento de la tuberculosis, infección producida por la bacteria Mycobacterium tuberculosis o bacilo de Koch.

En los oscuros laboratorios, donde el mundo invisible cobra vida, un joven microbiólogo llamado Albert Schatz se embarcó en una odisea científica que cambiaría el curso de la historia médica. Era la década de 1940, un tiempo de desafíos, guerras y misterios, y Schatz estaba decidido a explorar el reino microscópico en busca de soluciones a las enfermedades que azotaban a la humanidad.

Schatz, con su mirada inquisitiva y su pasión por lo diminuto, se sumergió en el estudio de las bacterias. Se adentró en un mundo donde las criaturas invisibles determinaban el destino de la salud humana.Schatz tuvo que interrumpir sus estudios de posgrado por el estallido de ls Segunda Guerra Mundial y fue reclutado como bacteriólogo en el Destacamento Médico de las Fuerzas Aéreas. Destinado en hospitales del ejército en Florida, a menudo fue testigo de infecciones bacterianas graves, como a las que él se enfrentaría.

Créditos: Special Collections and University Archives, Rutgers University

Así, en su incansable búsqueda se encontró con un tesoro escondido: un microbio llamado Actinomyces griseus, que cambiaría el panorama de la medicina para siempre.

Este pequeño organismo, invisible al ojo humano, contenía un secreto que Schatz estaba destinado a descubrir. Con paciencia y tenacidad, cultivó las bacterias, observó sus propiedades y desentrañó su capacidad para combatir a los invasores microscópicos que causaban estragos en el cuerpo humano.

El gran hallazgo de Schatz llegó en forma de estreptomicina, un antibiótico poderoso que se convertiría en un arma contra la tuberculosis, una enfermedad temida y devastadora producida por la bacteria Mycobacterium tuberculosis. Schatz había encontrado un escudo microscópico que protegería a la humanidad de uno de sus enemigos más antiguos.

Mycobacterium tuberculosis creciendo en una placa de cultivo.Créditos: CDC/Dr. George Kubica - This media comes from the Centers for Disease Control and Prevention's Public Health Image Library (PHIL)

La noticia de su descubrimiento resonó en los pasillos de la ciencia y la medicina. La estreptomicina no solo combatía la tuberculosis, sino que también se convertiría en la primera arma efectiva contra otras enfermedades bacterianas. Schatz, el explorador del reino microscópico, se había convertido en un héroe anónimo, cuyos logros cambiarían la vida de innumerables personas.

Sin embargo, la historia de Schatz también lleva consigo la sombra de la controversia. La fama y el reconocimiento no fueron fáciles de alcanzar. En la danza de la ciencia y la ética, Schatz se encontró en una batalla legal por el reconocimiento de su contribución al descubrimiento de la estreptomicina. Su relación con otros científicos, incluido Selman Waksman —responsable del laboratorio donde Schatz había logrado sus descubrimientos—, se volvió tumultuosa. El propio Selman Waksman definió a Schatz como «el alumno más brillante que he tenido» y le atribuyó el mérito del descubrimiento de la estreptomicina. Sin embargo,  a medida que se dedicaban más recursos a la producción masiva de estreptomicina, Waksman comenzó a atribuirse el mérito, sobre todo ante la prensa, como principal responsable del descubrimiento de la estreptomicina.

Albert Schatz (izquierda), Donald Reynolds (centro) y Selman Waksman (derecha). Créditos: Rutgers University Archives.

El 1952, en uno de los múltiples errores cometidos por la fundación Nobel, se otorgó en solitario el Premio Nobel de Fisiología o Medicina a Selman Waksman por el descubrimiento de la estreptomicina, olvidándose del verdadero artífice de la obra que supuso descubrir el primer tratamiento contra una bacteria que hacía estragos en plena Segunda Guerra Mundial.

A pesar de los desafíos y las controversias, el legado de Schatz perdura. Sus contribuciones al mundo de los antibióticos allanaron el camino para futuras investigaciones y salvaron vidas en todo el mundo. Aunque su nombre no haya estado siempre en los titulares, nunca es tarde para recordar a Albert Schatz como un pionero audaz que, con su mirada a través del microscopio, abrió nuevas fronteras en la lucha contra las enfermedades infecciosas.

Así, la historia de Schatz nos recuerda que, en el mundo microscópico, donde lo invisible se vuelve evidente, los héroes no siempre llevan capa, pero su valentía puede cambiar el destino de la humanidad.

 

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