La viajera

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En el año 1977, la NASA envía dos sondas al espacio con los nombres de Voyager 1 y 2. En su interior, una cápsula del tiempo con imágenes, música, sonidos y saludos de la Tierra cuenta la historia de nuestro planeta, e incluso ofrece indicaciones esquemáticas de nuestra ubicación. En 2007, el cantautor Ismael Serrano saca un tema en el que plantea qué pasaría si unos hipotéticos habitantes del sistema estelar Alfa Centauri encontraran una de esas sondas.

TEXTO POR MIGUEL JIMÉNEZ GUARDADO
ILUSTRADO POR RAÚL CANALES
ARTÍCULOS
RELATO | VOYAGER
12 de Julio de 2021

Tiempo medio de lectura (minutos)

—¿Qué haces?

Path se ruborizó, pero no soltó el símbolo que llevaba colgado. Un círculo dorado, recorrido por reflejos azules procedentes de la ventana de la nave. Desde su asiento, Boe la observaba con una mezcla de curiosidad y burla.

—¿Estás rezando?
—Sí —contestó Path, frunciendo el ceño—. ¿Te molesta?
—Al contrario —dijo Boe—. De hecho, de pequeño me gustaba mucho la mitología. Lástima que al madurar dejara de creer en fantasías —añadió con una sonrisa, encogiéndose de hombros.
—Boe —intervino una voz desde el lado opuesto del habitáculo—, déjala en paz. Espero que hayas preparado todo el instrumental. No me gustaría haber venido hasta aquí para irme de vuelta sin un solo dato.

La sonrisa desapareció de la cara del chico al tiempo que agachaba la mirada.

—Sí, jefa. Ya lo sé.
—Bien —la mujer se volvió para mirar a Path, relajando el gesto— Y usted, ¿ha estudiado el funcionamiento de su traje EVA? Necesito que sea capaz de operarlo de forma autónoma. No quiero que la investigación se vea comprometida por tener que estar pendientes de su seguridad.
—Sí, doctora. Creo que lo podré manejar sin problemas.
—Si solo lo cree, le recomiendo que haga un último repaso. Será una buena forma de aprovechar el tiempo antes de aterrizar. Respeto su fe, pero no le ayudará ahí fuera.

Path miró su colgante, que todavía tenía agarrado.

—Sí, doctora. Yon-i, bigut —añadió en un susurro, terminando su oración, y abrió el manual del traje de actividades extravehiculares en su ordenador. Sin embargo, a los pocos segundos se encontró levantando la cabeza de nuevo.
—¿Usted tampoco cree en el Artefacto, doctora Sai? —preguntó tímidamente.

La científica suspiró.

—Si de verdad quiere saberlo… No es que no crea en la existencia del supuesto Artefacto, pero me resulta difícil concebir que su procedencia sea exógena. Pienso que simplemente debió ser construido en nuestro planeta por alguna civilización antigua con una cierta capacidad tecnológica. Si los líderes de su religión no lo guardaran con tanto celo, quizá podríamos estudiarlo para conocer mejor su naturaleza. No me diga que usted, como arqueóloga, no piensa lo mismo.

Path titubeó antes de contestar.

—Estoy de acuerdo. No comulgo con la Iglesia, aunque sea creyente. Creo que lo que usted plantea nos aportaría un conocimiento muy valioso. Por esa razón estoy aquí, al fin y al cabo.

La doctora le sostuvo la mirada durante un momento.

—Le seré franca: no creo que vaya a encontrar lo que está buscando. Sin embargo, mentiría si dijera que no estoy intrigada. Así que le deseo suerte —dijo, y en su rostro se esbozó una tenue sonrisa. Path, algo reconfortada, se la devolvió. Boe, que había seguido el intercambio desde el otro asiento, apartó la mirada con irritación.
—¿Está todo listo, Tek? —preguntó Sai en alto.
—Todo listo, jefa —contestó una voz amortiguada desde una pequeña cabina que contenía el panel de control central de la nave.
—¿Incluido Treinta y Cuatro?
—Incluido Treinta y Cuatro.
—Perfecto —la científica se recostó en su asiento y cerró los ojos, preparándose para la maniobra de aterrizaje. Tek, el mecánico, salió de la cabina y se dirigió al asiento que quedaba vacante en una esquina del habitáculo.
—En cuarenta y dos segundos tocaremos suelo. Si llegamos de una pieza, claro.

Path dio un pequeño brinco en su asiento. Tek rió.

—¿Primera vez? Tranquila, es una broma. Las condiciones son perfectas. Cierra los ojos y ponte cómoda.

Cuarenta y dos segundos y un cegador fogonazo después, la nave se posaba suavemente sobre la cima de una colina cubierta por un manto verde. El paisaje, hasta donde alcanzaba la vista, estaba formado por ese tipo de relieve, y una ligera brisa lo atravesaba moviendo perezosamente la hierba.

Tras unos minutos, una compuerta en la base de la nave se abrió para dar paso a cuatro figuras vestidas con voluminosos trajes EVA. Avanzaron unos metros hasta detenerse ante un montículo algo más alto que ellos, también cubierto de vegetación. Detrás caminaba un cilindro de metal blanco de cuya parte inferior salían tres patas mecánicas. En un lateral portaba la inscripción «34-R7H».

—Treinta y Cuatro —dijo la doctora Sai—, analiza el sustrato. Mientras, Boe, podrías ir cogiendo muestras.
—Sí, jefa —contestó el estudiante, y se dirigió al montículo que tenían ante ellos, extrayendo un pequeño contenedor de un lateral de su traje y abriéndolo.
—Analizando el sustrato —dijo una voz metálica procedente del cilindro. Un apéndice con forma de tubo salió de su base y se introdujo en el suelo.

Path observaba el proceso y, no por primera vez en lo que llevaba de viaje, se vio asaltada por las dudas. ¿Realmente esperaba encontrar respuestas en este planeta? ¿Merecería la pena el esfuerzo de venir, la carga que sentía que representaba para el resto de los tripulantes? Excepto Boe, habían sido amables con ella, aunque no podía quitarse de encima la sensación de que existía una barrera entre ellos. La respetaban como persona y profesional, pero probablemente pensarían que estaba envuelta en una búsqueda sin sentido. Habían pasado miles de años del Impacto, y mucha gente dudaba incluso de la propia existencia del Artefacto.

Pero ella no.

En una mezcla de planificación y suerte, había logrado acceder a información que, en teoría, formaba parte del contenido original del Artefacto. A primera vista, se trataba de jeroglíficos indescifrables. Sin embargo, siempre le gustaron los acertijos. Tras incontables horas de trabajo, estaba convencida de que había hallado la solución: se trataba de unas coordenadas. Las coordenadas del sistema planetario en el que se encontraba en ese momento. Concretamente, del tercer planeta más cercano a la estrella. El mismo que ahora se extendía bajo sus pies.

Una ola de determinación la llenó por un momento y sintió su confianza renovada. No estaba loca. No era una fanática. Buscaba respuestas y tenía indicios de que se hallaba en el camino correcto. ¿No era lo mismo que hacían sus compañeros científicos? ¿No deberían comprenderla, al menos en ese sentido?

—Eh… ¿jefa? Esto es raro —gritó Boe, sacando a Path de sus pensamientos.
—¿Qué es raro? —contestó Sai, disimulando visiblemente su irritación con el estudiante, al tiempo que levantaba la mirada de los instrumentos de medida.
—El montículo. Está hueco.

La doctora frunció el ceño.

—¿Y…?
—Análisis concluido —exclamó la voz metálica, interrumpiéndola. Todos se volvieron hacia el cilindro—. Primeras capas ricas en materia orgánica. Alta proporción de materiales sintéticos a medida que aumenta la profundidad.
—¿Materiales sintéticos? ¿Qué clase…?
—¡Jefa! —Tek, que volvía de un paseo para examinar los alrededores, cortó de nuevo a la investigadora—. El patrón que siguen estas formaciones es bastante extraño, si le interesa mi opinión. Usted es la experta, pero yo diría que…
—No son formaciones naturales —interrumpió la doctora esta vez, girándose para mirar a Path—. Son edificios.

Un silencio invadió al grupo durante unos segundos. Por primera vez, Path pudo ver la duda en el rostro de la científica.

—Creo que se puede entrar —la voz de Boe, casi en un susurro, rompió el silencio.

Con un gesto, la doctora Sai le indicó a Path que liderara el camino. Esta asintió y, con el pulso a toda velocidad, se dirigió al hueco que ahora se abría en un lado del montículo. Una luz se encendió automáticamente en su traje. Tomando aire, inició el descenso, seguida poco a poco por los demás.

Avanzaron con cautela por la pesada oscuridad, dejando atrás una sucesión de rectángulos en la pared que parecían ser accesos a espacios contiguos. Path apenas podía pensar: la anticipación la embargaba. De pronto, se detuvo. Una de las puertas estaba abierta. Como en un trance, la arqueóloga atravesó el umbral.

La luz de sus trajes iluminó una estancia con la que el tiempo no había tenido piedad. Era difícil distinguir la naturaleza de las cosas que la ocupaban, aunque una cuestión era evidente: todo lo que les rodeaba era artificial. La mirada de Path se paseó por la habitación hasta que, como si la estuviera llamando, se posó sobre un bulto situado en una superficie a media altura. Se aproximó con cautela.

Parecía una especie de contenedor. Tras varios intentos, logró abrirlo. Miró a los demás, que habían permanecido en el umbral y la observaban atentamente. Solo el pequeño robot la había seguido hasta el centro de la estancia. Con cuidado, Path examinó el objeto que se hallaba ante ella.

Su superficie de madera estaba delimitada por un sinuoso contorno con una hendidura curvada a cada lado. Dos orificios con forma de S revelaban que el interior estaba hueco. Entre ellos emergía un segmento alargado terminado en una pieza con un acabado en forma de espiral. Rizadas sobre sí mismas, cuatro cuerdas surgían de esta pieza.

A pesar de lo absolutamente alienígena del objeto, Path lo reconoció al instante.

—Treinta y Cuatro —dijo con calma—, compáralo con representaciones artísticas de la época del Impacto.

Del lateral del robot surgió un rayo de luz que recorrió el instrumento de lado a lado. Mientras el grupo contenía la respiración, la luz se proyectó sobre la pared, mostrando una serie de imágenes y cuadros.

—Coincidencia del cien por cien —dijo 34-R7H.

Path sonrió. Se volvió hacia el resto del grupo, y tres caras de incredulidad le devolvieron la mirada.

—Hipótesis más probable —continuó el robot—: este planeta es el origen del Artefacto.

 

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