Frances Northcutt: una mujer en el centro de control

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Frances Northcutt (1943), más conocida como Poppy, es matemática, ingeniera y abogada especializada en la defensa de los derechos de las mujeres.  Su elección de las matemáticas no solo tuvo que ver con sus claras aptitudes, sino también son su rebeldía hacia lo que el mundo consideraba «un campo de hombres». Cuando finalizó sus estudios supo que quería formar parte de los programas espaciales. Lo que no sabía era que terminaría convirtiéndose en la primera mujer en trabajar como ingeniera en el centro de control de las misiones Apolo de la Nasa y que jugaría un papel fundamental en el Apolo 13.

TEXTO POR LAURA MORATO
ILUSTRADO POR MIREYA CHORRO
ARTÍCULOS | MUJERES DE CIENCIA
APOLO | MUJERES DE CIENCIA | NASA
11 de Julio de 2022

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13 de abril de 1970. Los astronautas de la misión Apolo 13 se encuentran a 322 000 kilómetros de la Tierra tras cincuenta y cinco horas de vuelo. Todo parece marchar a la perfección, hasta que un estallido pone sobre aviso a los tripulantes de la nave Odyssey: acaba de explotar uno de los tanques de oxígeno situado en el módulo de servicio. Jack Swigert, piloto del módulo de mando destinado a transportar a la tripulación, contacta por radio con el centro de control de la misión. Aún no lo sabe, pero aquellas palabras terminarían convirtiéndose en una las frases más reconocidas de la historia: «Houston, hemos tenido un problema».

Imagen del centro de control tras la explosión del tanque de oxígeno en el Apolo 13. Créditos: NASA
Imagen del centro de control tras la explosión del tanque de oxígeno en el Apolo 13. Créditos: NASA

El objetivo era pisar de nuevo la superficie lunar. Concretamente, aterrizarían en la región norte del cráter Fra Mauro. Lo cierto es que, tras lo conseguido con el Apolo 11 y el Apolo 12, todos esperaban que la misión terminase siendo un éxito. Sin embargo, el gas que la tripulación necesitaba para respirar se perdía cada vez más en la inmensidad del espacio. Aquella tercera expedición al satélite pasó a convertirse en una cuestión de vida o muerte ante la mirada del pueblo americano que parecía recuperar, en ese preciso instante, el interés por aquella misión espacial.

Inevitablemente, el pánico se abrió camino en Houston: el alunizaje era imposible; ahora solo quedaba traer a aquellos tres hombres de regreso a la Tierra antes de que se agotaran la energía y las reservas de oxígeno. El módulo lunar les serviría de salvavidas, pero no era suficiente. La difícil tarea de hacerlos regresar sanos y salvos a la Tierra aún estaba por resolver.

En medio del caos, Frances Northcutt, más conocida como Poppy —así le gustaba que la llamaran desde que su hermano pequeño le puso aquel mote—, recibió una llamada desconocida. Un reportero de la ABC le preguntaba cuánto iba a costar traerlos de vuelta a casa. Sin saber muy bien qué había sucedido, Northcutt encendió corriendo la televisión. Había estado en Florida presenciando el lanzamiento el 11 de abril y no tenía que volver al trabajo hasta dentro de uno o dos días. Pero estaba claro que en aquel momento su presencia era más que necesaria en el centro de control de la misión.

Solo hacía cinco años que Poppy había empezado a trabajar para la empresa aeroespacial TRW Systems, contratada por la NASA para desarrollar programas computacionales aplicados en el cálculo de las trayectorias en las misiones a la Luna. El objetivo:  asegurar la vuelta a la Tierra de las tripulaciones desde la órbita lunar. Un fallo en los cálculos, y la nave podía quemarse por completo. Pero sus comienzos habían sido como el de tantas otras mujeres: empezó a trabajar como computadora humana realizando los cálculos matemáticos que ordenaban los equipos de ingenieros, de los que ellas parecían no poder formar parte. O eso creían…

Frances Northcutt en su puesto de trabajo en el centro de control.Créditos: NASA

Aún podía recordar a la perfección la primera vez que entró en aquella sala: los auriculares, las consolas, tener que escuchar tantos canales al mismo tiempo… La NASA había acelerado la misión del Apolo 8 con la intención de vencer a Rusia en la carrera por llegar a la Luna. Los controladores de vuelo no estaban familiarizados con los programas desarrollados por el equipo del que formaba parte Northcutt, de manera que terminaron siendo trasladados al centro de control de la misión para ayudarlos y hacer correcciones en tiempo real en caso de algún incidente.

Era 1968 y aquel ascenso en su carrera la convirtió en la primera mujer ingeniera en el centro de control de la NASA con tan solo veinticinco años. A veces podía sentir el peso de la responsabilidad que aquello conllevaba, pero el mundo tenía que saber que las mujeres también eran capaces de hacer ese trabajo. Por aquel entonces la prensa parecía preocuparse más por su corte de pelo y su forma de vestir. «¿Cómo es trabajar en un entorno tan dominado por los hombres?», le preguntaban sin cesar. Para Poppy aquel mundo lo dominaban las máquinas, y estas no le intimidaban en absoluto.

«Me dije a mi misma: yo sé tanto como ellos. Y aún si hay algo que no sé, soy tan lista como ellos y puedo aprenderlo».
Frances Northcutt, en una entrevista concedida a la BBC.

Desde entonces, había participado en todas las misiones Apolo que vinieron después. Cuando los astronautas del Apolo 11 consiguieron amerizar el 24 de julio de 1969, sabía que entraría a formar parte de la historia. Trajo de vuelta a casa a los primeros hombres en pisar la Luna, y esta vez no iba a ser diferente. Al fin y al cabo, era una especialista en «retorno a la Tierra».

En las simulaciones siempre habían probado con situaciones en las que algo salía mal: fallo en los motores, pérdida de la comunicación; casos en los que la misión debía ser abortada. No sabían exactamente el alcance del daño, pero aquellos programas estaban pensados para casos de emergencia. Y sin duda consiguieron hacer aquello para lo habían sido diseñados.

El Apolo 13 amerizó en el Océano Pacífico el 17 de abril de 1970. Sus tres tripulantes: Jim Lovell, Jack Swigert y Fred Haise, sobrevivieron a un viaje que podría haber acabado en desastre. No pisaron la Luna, pero sin duda debía ser recordado como un nuevo éxito del Programa Apolo.

La repercusión mediática que tuvieron las misiones Apolo le otorgó a Poppy Northcutt un altavoz que no quiso desaprovechar. Aunque ella había conseguido ser ascendida y pagada por el trabajo que desempeñaba, no había sido fácil y había muchas otras mujeres que no podían decir lo mismo. La brecha salarial era evidente y las oportunidades para ellas muy limitadas.

De esta forma, su interés por los derechos de las mujeres fue creciendo cada vez más. Tras finalizar el Programa Apolo en 1972, estuvo trabajando durante una década más para TRW Systems, a la vez que estudiaba la carrera de derecho. Vio en las leyes una forma de defender la igualdad de género y poner fin a la discriminación que las mujeres sufrían en cualquier ámbito. El nuevo rumbo que tomó su carrera le permitió conseguir otras muchas victorias fuera del centro de control de la NASA.

Aún hoy, sigue luchando por ellas.

 

 

Serie de minicómics «Intrépidas».
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