Los números contra el Panzer

Portada móvil

Durante la Segunda Guerra Mundial, los espías aliados informaban de que los alemanes estaban construyendo tal cantidad de tanques que resultaría complicado hacerles frente. Sin embargo, el uso de las matemáticas y la estadística sirvió para corregir estos datos y demostrar que la potencia del enemigo era mucho menor, lo que sirvió para cambiar a una estrategia más adecuada y devolver la moral a las tropas.

TEXTO POR FERNANDO ANTOLÍN MORALES
ILUSTRADO POR ENERI MATEOS
ARTÍCULOS
ESTADÍSTICA | MATEMÁTICAS | SEGUNDA GUERRA MUNDIAL
4 de Agosto de 2022

Tiempo medio de lectura (minutos)

Se limpió con la manga el velo de sudor y sangre que le eclipsaba la vista para constatar lo que segundos antes le habían sugerido sus oídos. El tanque enemigo había sido destruido y sus restos de metal, odio y aceite estaban desperdigados por aquella carretera secundaria. «Radio», indicó solícito sin elevar apenas la voz, pero con la autoridad que le concedía el incuestionable liderazgo que ostentaba sobre los miembros de su unidad. «Panzer eliminado, repito, Panzer eliminado. Tenemos dos bajas y un herido, repito, dos b...», el joven teniente fue interrumpido. «¿Puede indicarnos el número de serie del tanque?». Ninguno de los presentes podía dar crédito a lo que estaba oyendo. Acababan de morir dos compañeros y otro estaba necesitado de ayuda médica y, sin embargo, lo que más urgía en Inteligencia era saber el número de serie de aquel vehículo ya inutilizado. ¿Qué importancia podría tener aquello? ¿Acaso no eran todos esos tanques similares? Todos se pusieron a rebuscar con desgana entre los restos de chatarra con la intención de localizar el dichoso número.

El desagradable chirrido de la tiza contra la pizarra sacó a los presentes de su ensimismamiento. Habían descubierto un nuevo número de serie de un tanque alemán y, por tanto, tocaba rehacer los cálculos. Corrían rumores de que los nazis construían aquellas indestructibles cámaras de hierro con una velocidad vertiginosa y aquella información había calado ya en el frente desmoralizando a las tropas aliadas. Si los números eran los que llegaban desde boca de los espías, la guerra estaba perdida. No sería fácil hacer frente a una potencia militar de tal tamaño. Sin embargo, dentro de aquella habitación estaban quienes confiaban más en las matemáticas que en los correveidiles que afinan la oreja mientras yacen con el enemigo en un momento de íntima indiscreción. Y las ecuaciones ponían muy en duda que el ejército rival estuviese tan bien dotado como se venía diciendo. Mientras los informadores hablaban de fábricas que escupían más de mil cuatrocientos tanques mensuales, los cálculos se asentaban más en una cifra que rondaría los doscientos cincuenta. La capacidad militar del enemigo podría ser hasta cinco o seis veces menor de lo que se había estimado.

El enfoque que se habían planteado consistía en ir tomando nota de los diferentes números de serie que identificaban las máquinas de guerra teutonas. Al ser estos consecutivos, se podría hacer una buena estimación de cuántos tanques existían en total. La dificultad radicaba en que, en principio, resulta imposible saber la cantidad íntegra de vehículos que existe. Tradicionalmente se entendía que, si se daba con el carro de combate que correspondía al número doscientos treinta y dos, tan solo se podía asegurar que el enemigo tenía, al menos, doscientos treinta y dos blindados, pero en principio estos podrían ser doscientos treinta y dos o, por qué no, varios miles. Afortunadamente, el auge de la ciencia estadística anticipaba que, a partir de una determinada muestra, se podían anticipar conclusiones para el total de la población de tanques. Aplicando estos cálculos modernos era de esperar una buena estimación del auténtico número que se estaba buscando y, por lo observado hasta entonces, este podría ser mucho más tímido que la bravuconada de la que se jactaban los fabricantes en los bares de Berlín. Y con cada nuevo vehículo identificado, la conjetura se volvía cada vez más sólida y el cómputo cada vez más preciso.

La unidad todavía estaba muy tocada por las bajas de la semana anterior y los refuerzos apenas llenaban las botas de los compañeros caídos en combate. Cada día llegaban chicos más escuálidos al frente, con menos días a sus espaldas y mucho más miedo en sus ojos. El más canijo de los nuevos, al presentarse, tendió un sobre al joven teniente. Al leer la carta, no pudo evitar dejar escapar una sonrisa. Se le informaba de que la potencia militar de los temidos tanques alemanes era prácticamente un sexto de lo que se les había informado cuando se constituyó esta unidad especializada en su destrucción. Miró con orgullo a sus soldados recordando todas las noches sin dormir, desvelado por sentir que sus acciones resultaban inútiles frente a los miles de vehículos que imaginaba saliendo de las factorías germanas. Ahora era consciente de que el pánico y las habladurías habían empañado su razón y que la soñada victoria, impensable hacía tan solo unos minutos, estaba quizás al alcance de su mano. «Creo que es un buen día para desguazar un Panzer», dijo mientras se les erizaba el vello al sentir muy cerca la compañía de los hermanos perdidos trágicamente. Sin ser conscientes de ello, también los números estaban de su lado.

 

 

https://shop.principia.io/
Ciencia y música: la nueva temporada de Principia Magazine y Principia Kids ya disponible. 

 

Deja tu comentario!