La magia de los nombres

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Cuento finalista de la quinta edición de cuentos infantiles Ciencia-me un cuento. Organizado por la Society of Spanish researchers in the United Kingdom (SRUK/CERU).

TEXTO POR MARIO JUÁREZ
ILUSTRADO POR MANU GIL
ARTÍCULOS | KIDS
BIOLOGÍA | CIENCIA-ME UN CUENTO V | TAXONOMÍA
5 de Enero de 2023

Tiempo medio de lectura (minutos)

Por fin era lunes y, pese a que nadie tiene prisa normalmente por levantarse los lunes, Eva llevaba un rato despierta y totalmente lista. Ella nunca admitiría que era por nervios, por supuesto, pero lo cierto era que no podía parar de mover los pies y de manosearse el flequillo. Sentada en el borde de la cama, Eva miraba atentamente una enorme cartulina con fotos, flechas y nombres extraños a la luz de la pequeña lámpara de su mesilla. Era un día muy importante porque hoy confesaría su mayor secreto y tenía que hacerlo bien. Hoy les diría a todos sus compañeros y compañeras de clase que su madre era la maga más poderosa del mundo.

Tras un buen rato repasando cada detalle de su trabajo de clase, la puerta de la habitación se abrió cuidadosamente y Eva vio a su madre, Aurora, entrar con una camiseta y un pantalón en la mano.

—Anda, ¿ya estás preparada? —preguntó Aurora sorprendida.
—Hoy es el día, mamá, no podía quedarme dormida —contestó la niña sin levantar la vista de su cartulina. Su tono era firme, quizá para intentar disimular el constante balanceo de sus pies.

Aurora dedicó una cálida sonrisa a su hija. Estaba muy orgullosa de lo entusiasmada que la veía con su trabajo.

—Muy bien, pero no irás a ningún sitio sin desayunar, así que más te vale terminar rápido ese repaso y poner rumbo a la cocina.
—Pero no tengo hambre, mamá y todavía quiero… —la frase fue interrumpida por un fuerte rugido proveniente de su estómago que fue imposible de disimular—. Chivato… —le susurró Eva a su barriga antes de saltar de la cama y salir con desgana hacia la cocina.

De camino a desayunar, Eva se volvió a preguntar en silencio, como casi todos los días, cómo su madre había mantenido en secreto que era una maga importante, si todo en su casa eran claramente cosas mágicas: las estanterías llenas de libros muy gordos, piedras brillantes en frascos y montones de fotos de animales y plantas. Es decir, cualquiera habría adivinado que allí vivía una maga muy poderosa, pero nadie parecía darse cuenta nunca.

Al llegar a la cocina y antes de hincarle el diente al desayuno, Eva se paró en seco y se giró hacia su madre.

—Mamá, ¿cuándo decidiste que querías ser maga?
—Te lo he dicho mil veces, Eva, no soy maga, soy científica —contestó Aurora divertida mientras le servía a su hija un par de tortitas.
—Bueno, es casi lo mismo —respondió Eva con resolución—. Te he pillado escribiendo símbolos muy raros en la pizarra del despacho, utilizas muchas hierbas cuando cocinas y además conoces el nombre verdadero de todas las cosas.

Todas ellas eran razones de peso, pensó Aurora. Pero la última que le había dado su hija, la de conocer los nombres de las cosas, siempre le había hecho especial gracia. Desde luego, era la forma más bonita que había escuchado por parte de alguien para definir su trabajo en la universidad.

—Yo no lo tenía claro, hija. Cuando decidí en lo que quería trabajar ya era mucho más mayor que tú.
—¿Eso quiere decir que si empiezo ya a leer tus libros gordos podré llegar a ser igual de poderosa? —preguntó Eva ilusionada mientras engullía un trozo de tortita.
—Mucho más, estoy segura —contestó Aurora pasándole la mano por el pelo a su hija—. Ahora date prisa con ese desayuno, que vas a llegar tarde al cole.

Por eso es tan importante la taxonomía: nos permite conocer bien a todos los seres vivos del planeta, mantenerlos organizados y diferenciarlos. Porque, como dice mi mamá: «Nombrar bien una cosa es darle la importancia que merece»

***

Aquel lunes, el aula de Eva había cambiado por completo. Sillas y mesas habían desaparecido y las paredes estaban cubiertas por todo tipo cartulinas muy parecidas a la suya. El profesor les había mandado hacer un trabajo de una persona a la que admiraran, explicando quién era y a qué se dedicaba. Algunas mostraban a cantantes, deportistas de todo tipo e incluso algún personaje de cómic.

—Daos prisa en terminar de colocar vuestros trabajos para poder empezar con las exposiciones —dijo el profesor levantando la voz por encima de los chicos y chicas que ya empezaban a comentar sus cartulinas.

Eva, aunque hecha un manojo de nervios, empezó a colocar la suya con sumo cuidado. Una vez que todas las cartulinas estaban listas en la pared, el profesor sacó un cuaderno y un bolígrafo.

—Bien, empezaremos contigo, Eva. Cuéntanos, ¿a quién has elegido?

Por un momento, Eva se quedó sin palabras al ver a todo el mundo pendiente de ella. «Vamos, ¡no te quedes callada ahora!», gritó para sus adentros intentando hacer funcionar su cerebro. No se había pasado días enteros trabajando en esto para ahora no decir nada.

—Yo…yo he elegido a mi madre, Aurora Sáez —arrancó tímidamente Eva venciendo finalmente al miedo. Una vez esas primeras palabras salieron de su boca, notó cómo los nervios se esfumaban por completo—, porque es la maga más poderosa del mundo.

Algunos murmullos empezaron a surgir entre su público. Era como Eva lo había planeado: nadie esperaba que fuese hija de una maga y ahora tenía a todo el mundo asombrado. Tenía que aprovecharlo.

—Ella dice que es científica, pero yo no me lo creo —continuó decidida—. Solo las magas y hechiceras saben tanto de piedras, plantas y animales. Y, sobre todo, solo una maga podría saber el nombre verdadero de todas las cosas.

En ese momento, un brazo se levantó de su público, seguido de una vocecilla de chico.

—¿Cómo que el nombre verdadero? —preguntó Tomás, uno de sus compañeros de clase.

Eva sonrió con determinación. Sabía que le harían esa pregunta y ella y su cartulina estaban preparadas para ello. Tiró de un pequeño hilo que despegó un trozo de papel que ocultaba varias fotos y palabras.

—Antes de hablar de los nombres, hay que saber otras cosas —aclaró Eva—. Mi madre es profe en la universidad, que es como el colegio, pero para los mayores y más difícil —Eva señaló hacia una parte de su cartulina en la que se veía escrito el nombre de «Biología», rodeado de fotos de flores, setas y delfines—. Ella es bióloga, que son los que más saben de los seres vivos. En concreto, mi madre se dedica a explorar desde los bosques a las montañas en busca de nuevas aves, lobos, árboles o flores. Y cuando los encuentra, les da su nombre verdadero.

Sus compañeros y compañeras miraban a Eva con una mezcla de asombro y duda. Eva tiró de otro hilo y esta vez la cartulina reveló otra palabra en grande: «Taxonomía».

—Dentro de la biología está la taxonomía, que, según mi madre, es la ciencia que se encarga de dar los nombres a los seres vivos para organizarlos bien y que no se pierda ninguno. ¡Es genial y tiene sus propias reglas!

Rápidamente, Eva dirigió su mano hacia un esquema pequeño que había bajo la palabra «Taxonomía» lleno de flechas y puntos.

—Antes de poder dar un nombre, hay que asegurarse de que el ser vivo que nos hemos encontrado es nuevo de verdad, porque la Tierra es muy grande y hay muchos exploradores buscando. Mi madre, incluso siendo la más poderosa, se tira tiempo haciendo pruebas para asegurarse de esto, consultando muchos libros y comparando cosas como la apariencia, el comportamiento o el sitio dónde se lo han encontrado. ¡Esto puede llevar incluso años!

A Eva se le notaba el entusiasmo en cada palabra. Según hablaba, señalaba las fotos de su cartulina y las palabras importantes para que nadie se perdiera. Tenía completamente embobado a su público.

—Cuando estamos seguros de que un ser vivo es nuevo, ya podemos darle su nombre verdadero. Pero estos nombres son especiales, no vale inventarse uno cualquiera —Eva dirigió su mano hacia una foto de un perro muy peludo y grande—. Por ejemplo, este es Pancho, el perro de mis tíos. Aunque nosotros le llamamos Pancho, su nombre verdadero es Canis familiaris. ¿A que suena raro? Eso es porque la primera regla principal de estos nombres es que tienen que estar escritos en latín, un idioma muy antiguo —Eva se acercó un poco a su público y susurró unas palabras—: Muy utilizado para hacer magia.

El profesor hizo un par de anotaciones en su cuaderno mientras arqueaba sus cejas, asombrado ante la exposición de Eva.

—La segunda regla es que los nombres verdaderos están formados por dos palabras: el género, y el adjetivo específico. En el caso de Pancho, ‘Canis’ sería el género, que significa ‘perro’ y ‘familiaris’ sería el adjetivo específico, que en este caso significa ‘doméstico’ porque vive en casa de mis tíos. Como veis, cada una nos dice cosas distintas: el género cuenta cómo es el ser vivo en general, como que Pancho es un perro; y el adjetivo habla de algo concreto, en este caso, qué tipo de perro es —en ese momento, Eva señaló una foto que había al lado de Pancho, que mostraba un lobo aullando en la nieve—. Aunque no lo parezca, los perros como Pancho son primos de los lobos, cuyo nombre verdadero es Canis lupus, que significa, más o menos, ‘perro-lobo’. ¿Veis? ¡El género es el mismo porque son parientes, pero el adjetivo cambia porque son distintos!

Algunas de sus compañeras y compañeros empezaron a comentar en alto, cómo serían los nombres de otros animales y mascotas que algunos tenían.

—¡Un momento, que queda una regla importante! —exclamó Eva intentando acallar las voces de su público—. El nombre tiene que ser único, así que las dos palabras que elijamos no puede tenerlas otro ser vivo, porque si no todo sería un jaleo y podríamos confundir a Pancho con un elefante o una paloma. Por eso es tan importante la taxonomía: nos permite conocer bien a todos los seres vivos del planeta, mantenerlos organizados y diferenciarlos. Porque, como dice mi mamá: «Nombrar bien una cosa es darle la importancia que merece».

Las compañeros y compañeros de Eva empezaron a aplaudir con emoción. Entre el ruido, algunos intentaban preguntarle el nombre verdadero de sus mascotas, o dónde podían aprender también taxonomía. Mientras el profesor intentaba calmar los ánimos, Eva sonreía entusiasmada. Estaba deseando llegar a casa y contarle a su madre que hoy, estaba un poco más cerca de ser como ella.

 

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