Algo, de repente, hace que mi atención vuelva al momento presente. Entre la música extraña que suelen poner en la radio, reconozco la voz de Amy Lee y esos acordes fascinantes de Everybody’s fool.

Sin darme cuenta de que estoy en el coche con mis padres empiezo a cantar. Esta canción tiene más años que yo, pero desde que me la descubrió el hermano mayor de Jorge no puedo parar con ella. ¡Es una maravilla!

«More lies about a world that never was and never will be. Have you no shame?...»

Mi mirada, antes perdida, ahora recorre el paisaje. Algo, nuevamente, me llama la atención. ¡Mira qué cartel! «Zona de volcanes», leo en voz alta.

—¡Anda, si hablas! —dice mi madre extrañada.

De verdad, esta mujer no sé en qué mundo vive.

—¡Pues claro! ¿Habíais visto eso?
—¿Ahora te interesa el viaje?
—¡Nacho! Si al niño le parece interesante, igual deberíamos parar. Con tal de que esté un poco más contento que las últimas tres horas…

Volantazo.

La verdad, me da igual lo que dicen, pero quiero que paren ahí, en esa zona de aparcamiento, y que me dejen verlo.

Intento centrarme en la música, pero ya no me interesa ni la canción de Evanescence ni nada. Solo tengo curiosidad por estos… ¿volcanes?

Y lo hacen. Mi madre ha debido convencer a mi padre. No les estaba escuchando.

Salgo del coche a toda prisa. No quiero tardar más de lo necesario y que se piensen que me interesa muchísimo, si no, me llevarán todo el rato a ver piedras y me costará más disimular. ¡Incluso se pueden enterar mis amigos! Qué vergüenza, todos se meterían conmigo y perdería la imagen de duro que pasa de los estudios. No me interesa. Voy rápido.

Me sitúo. Estamos en una región llamada Campo de Calatrava, en la provincia de Ciudad Real. Ah, claro, ya recuerdo que venimos de Málaga y hemos pasado cerca del Torcal de Antequera, pero de eso hace mucho rato. Pero ¿aquí hay volcanes? Un paisaje raro sí es lo que hay, pero de ahí a volcanes…

Leo rápido el panel que hay en la entrada de una caseta. Agradezco a mi profe de lengua habernos machacado con la rapidez de lectura, así parece que solo lo miro con desprecio. Resulta que el paisaje es debido a la actividad volcánica que hubo aquí hace muchos años. ¡Son más de doscientos volcanes!

Hasta 1982 no se empezaron a estudiar sistemáticamente (creo que eso quiere decir de forma continua y con más recursos). ¡Eso es cuando nació mi padre! Muy poco, me parece a mí…

Resulta que todas las montañitas redondeadas que nos estaban acompañando en el paisaje de unos kilómetros para acá son volcanes. Leo en el mapa algunos nombres: «Cerro Gordo, Loma del Negrizal, Hoya de La Nava, Cerro Carboneras…». Estamos en el primero, «Cerro Gordo», que es el que han musealizado para darlos a conocer, ¡y están en proyecto de hacer más!

Voy rápido hacia dentro, apenas espero a que lleguen mis padres, no vaya a ser que se me note algo de emoción en la cara. Veo que hay dos tipos de erupciones magmáticas que provocaron la aparición de estos volcanes y todo el terreno que pisamos: una es tipo freatomagmática (freato, eso viene de agua o pozo, para que luego diga el profe de cultura clásica que no le hacemos caso), que da lugar a cráteres explosivos de un kilómetro de diámetro al entrar en contacto con el agua, que suelen tener una laguna en su interior en la actualidad; y la otra de tipo estromboliano, como las italianas de gran explosividad y conos bien formados, ahora medio desmantelados por la erosión. El paisaje característico que combina lava con ceniza es resultado de este último tipo de volcanes.

En el caso de Cerro Gordo ha habido de todo y por eso lo enseñan. ¡Y reciben excursiones de estudiantes! Ya podían traernos desde el instituto, aunque nos pille lejos.

Incluso en el volcán este tienen una parte que se usa para construcción y hay camiones llevándose las rocas que hay aquí. Hay empresas que tienen permiso para hacer minería en algunos puntos de los volcanes, de forma sostenible con el entorno y para proteger la economía de la zona de forma circular. De hecho, la empresa cedió terreno para este museo al aire libre, contribuyendo al estudio científico de los volcanes.

Aunque hay actividad volcánica muy antigua, datada del Silúrico a la vez que se produjo la zona de Almadén y su minería, leo en otro cartel que se estos volcanes son muy recientes, del Mioceno superior y Pleistoceno inferior. O sea, que tienen unos siete millones y pico de años los más antiguos y poco más de un millón de años los más recientes. Por lo que sé, aproximadamente a la vez que se produjo la desecación del Mediterráneo (otro día os hablaré de ella si no la conocéis) y más allá, o más acá, como lo queráis ver.

Sin embargo, hay registros de actividad volcánica hasta hace menos de diez mil años, lo que la convierte en «zona de actividad volcánica aún activa». ¡Qué emocionante!

Muchos de los volcanes de aquí están siendo protegidos como Monumento Natural, y en algunos se está revisando la protección ZEPA (Zonas de Especial Protección para las Aves) por su variada biodiversidad en épocas de lluvias estacionales. Las lagunas creadas sobre los resultados de las erupciones freatomagmáticas son un buen lugar para las aves. Un ejemplo es la laguna de la Hoya de Cervera, en la que se pueden ver águilas reales y aguiluchos laguneros anidando en verano. ¿Seré capaz de llevar a mis padres a verlo sin despertar demasiadas sospechas? Rezad porque así sea.

Cantó