El día que estuve vivo y muerto a la vez

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TEXTO POR CRISTIAN DAVID CÁNOVAS SÁNCHEZ
ILUSTRADO POR ALEJANDRO ARNAIZ
ARTÍCULOS
FÍSICA | FÍSICA CUÁNTICA | SCHRODINGER
31 de Marzo de 2022

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Todo ocurrió un día normal y corriente en mi vida. Lo recuerdo perfectamente. Yo estaba paseando por un callejón disfrutando de una mañana soleada y agradable cuando apareció un hombre alto con gafas. Como de costumbre, me acerqué al extraño rozando mi lomo con sus piernas buscando unas placenteras caricias. Sin embargo, simplemente se quedó mirándome con la vista perdida en lo que parecían sus pensamientos. Empezó a murmurar algo que no entendía y esbozó una sonrisa que rozaba lo malvado.

Justo en ese momento empecé a preocuparme. Aunque su cara mostraba felicidad, a mí no me gustaba nada. Veía a través de sus ojos que yo formaba parte del plan que se estaba construyendo dentro de su mente y tenía la certeza de que esos planes no eran buenos para mí. En cuanto lo supe, flexioné mis piernas para salir corriendo, pero ya era tarde. Antes de darme cuenta me encontré encerrado dentro de una caja, rodeado de oscuridad.

Cuando estaba dentro de la caja, no pude pensar. Mi primer instinto fue intentar escapar arañando lo que tuviera a mi alrededor con la esperanza de conseguir un rasguño de luz, pero lo único que encontré fue la desesperación de no saber qué iba a pasar conmigo, la impotencia de no haber podido defenderme y la tristeza de todo lo que dejaba atrás. Cuando comprendí que no servía de nada, empecé a maullar intentando pedir auxilio con unos aullidos que denotaban claramente el miedo y la angustia que sentía en ese momento. De lo que pasó después, solo recuerdo que estuve luchando hasta mi último aliento, hasta que me desmayé dentro de una completa oscuridad en la que no era capaz ni de distinguir mi propio cuerpo.

Lo que ocurrió a continuación es difícil de explicar y de entender. Me desperté dentro de la misma oscuridad, pero ahora sentía tranquilidad y paz. No sabría decir si me encontraba en la misma caja en la que me encerraron o estaba en otro lugar, así que intenté moverme. Al primer paso noté un pequeño objeto. Lo olfateé y mi instinto me dijo que me alejara de esa cosa. Olía a muerte. Y fue cuando empecé a pensar. ¿Estaría muerto? Quizás esto era lo que había después de la muerte, simple oscuridad. Sin embargo, también estaba rodeado de oscuridad cuando me encerraron en esa dichosa caja. ¿Cómo podría saber si estaba vivo o muerto?

De repente, volvió la luz. Mi corazón sintió una enorme alegría que se desvaneció en el instante que vi la jaula en la que estaba encerrado y, justo delante de ella, al hombre con gafas que me secuestró, con la misma cara de felicidad. Estaba rodeado de personas a las que les estaba explicando algo acerca de no sé qué de la interpretación de Copenhague y que un sistema subatómico podía tener estados superpuestos, es decir, a la vez. Que, según esta interpretación, un electrón estaría en varios sitios dentro de un átomo al mismo tiempo. A ver, yo solo soy un gato, pero a mí esto me pareció fascinante. Entonces, si esto era así… yo podría estar despierto y durmiendo a la vez, ¿no? ¡Venga ya! Mi captor continuó diciendo que esto sucedía hasta que el sistema era observado, momento en el que solamente uno de los estados era posible y, por tanto, el electrón tendría una posición definida.

Tras esto, se giró hacia mí y empezó a comentar que al cerrar la caja con el gato y el veneno dentro, como no podían saber si el gato estaba vivo o muerto hasta volver a abrir la caja, entonces el gato estaría vivo y muerto a la vez, presentando un estado superpuesto. Y que cuando abrieran la caja y observaran el sistema, entonces el gato estaría vivo o muerto y ya no habría superposición. Por supuesto, yo no comprendía nada de lo que decían, pero, un momento, ¡el gato era yo! ¡Estaban experimentando conmigo!

Intenté pedir auxilio, pero antes de que me diera tiempo a pensar, volvía a estar encerrado. De nuevo había vuelto la oscuridad. Otra vez estaba confundido. ¿Ahora sí que había muerto? Lo dudo, me sentía igual. No había cambiado nada. ¿O quizás la muerte se siente igual que la vida? Ya no sé qué pensar, tendré que esperar a que ese señor con gafas vuelva a aparecer y lo confirme. Aunque, si estoy muerto, no lo veré cuando vuelva la luz. Maldito momento en el que me acerqué a su pierna buscando una caricia. Ahora mismo, lo único que puedo hacer es sentarme y esperar. Si no soy capaz de distinguir si estoy vivo o muerto, es posible que esté vivo y muerto a la vez. Tendré que esperar a que vuelvan a abrir la caja.

Por suerte para mí, no tardaron mucho en volver a abrirla y parecía que seguía vivo. Después, el hombre con gafas me sacó de la caja y me dio de comer mientras me acariciaba y me agradecía haberle dado la idea de su vida. Al parecer solo me estaba usando de ejemplo mental para explicar algún tipo de problema de física cuántica o algo así. Después de eso, el hombre estaba tan agradecidso que me adoptó y me acogió en su hogar. A partir de entonces, me conocieron como el gato de Schrödinger.

 

Relato que nace del concurso propuesto como tarea en la clase «Narrativa científica» (impartida por Enrique Royuela) a los alumnos de la III edición del curso ‘La divulgación científica: un relato transmedia’, organizado por la Unidad de Cultura Científica y de la Innovación (UCC+i) de la Universidad de Murcia (UMU)

 

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«Intrépidas». Nº 1. Maryam Mirzakhani. Ya disponible.

 

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