Zan, Zendegi, Azadi

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  «(…) la justificación de mi vida o la de cualquier otro que haya sido matemático (…), es esta: he añadido algo al conocimiento y he ayudado a otros a añadir más; estas aportaciones tienen un valor que difiere solo en grado, pero no en el tipo, de las creaciones de los grandes matemáticos, o de las de cualesquiera otros artistas, grandes o pequeños, que hayan dejado algún tipo de huella tras de sí».

Apología de un matemático, H. G. Hardy.

TEXTO POR BLANCA SALGADO FUENTES
ILUSTRADO POR ROCÍO CONCHES
ARTÍCULOS | MUJERES DE CIENCIA | EFEMÉRIDES
MATEMÁTICAS | MUJERES DE CIENCIA | PIONERAS
12 de Mayo de 2023

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Sujeto la fotografía entre mis manos mientras me pierdo en la mirada gris que me contempla desde la pequeña ventana de papel. Recuerdo esos enormes ojos, enmarcados por pobladas cejas castañas, que observaban el mundo como si quisieran absorberlo. Reconozco esos rasgos, se parecen a los míos, a los de mis hijas y a los de las mujeres que suelen acompañarme en el día a día. Nuestras ropas no son las mismas, pero en la maleta guardamos las mismas historias. Rostros serenos, máscaras de silencio tras las que se esconden voces llenas de vida. Pero las miradas no mienten y sus ecos nos alcanzan desde los anillos dorados, grises o verdes que las adornan.

Maryam y yo fuimos a la misma escuela. Aunque no éramos amigas, solo nos conocíamos de vista, otras chicas de mi edad y yo llegamos a admirarla. De primeras, parecía distraída, como si estuviera ausente; sin embargo, con el tiempo comprendimos, y nos demostró, que ella simplemente tenía otra forma de mirar el mundo. De niña quiso ser escritora, pero en la adolescencia inició un pasional romance con el que, en ciertos sentidos, sería el amor de su vida: las matemáticas. Nunca entendí el objeto de su fascinación, siempre me había parecido una asignatura entretenida, hasta que se volvieron demasiado opacas. Sin duda, ella tenía un don y nos contagiaba su entusiasmo, pese a que nos hablara en un idioma que ya no estaba a nuestro alcance.

Cuando ella se marchó a estudiar a la universidad, yo me casé y comencé a formar una familia. No obstante, no le perdí la pista. Sabía que aquella joven estaba llamada a hacer grandes cosas y me enorgullecía que nuestras vidas estuvieran engarzadas en su origen. Con el tiempo, la imagen que nos llegaba de ella se fue volviendo más occidentalizada, o eso decían. En cambio, más allá de las apariencias, yo seguía encontrándome con esa mirada de oriente, profunda y misteriosa, que me devolvía el gesto. Solo alguien que se hubiera perdido en los laberínticos y bulliciosos bazares, admirado la belleza artesana de las alfombras persas sobre las que caminaban sus pies descalzos o contemplado el espectáculo de luces sobre las cúpulas de las mezquitas; podría contemplarme como lo hace el retrato que sostengo ahora entre las manos. No cabía duda, aquellos labios hablaban mi lengua, el farsi, y habían saboreado el tacto del té recién salido del samovar. Yo lo sabía.

Desde que son pequeñas, les he hablado a mis hijas sobre ella. Probablemente eso haya influido en que quieran estudiar una carrera. Aunque, como su madre, lo suyo no son las matemáticas. La mayor alegría vino hace unos años, allá por 2014, cuando me dijeron que había ganado un prestigioso premio en la disciplina, medalla no sé qué, el equivalente al Nobel de las matemáticas. Aquel día en mi casa se divirtieron mucho con mi reacción. No entendían lo que aquello significaba para mí. Esa mujer, iraní como yo, que se sentaba a mi lado mientras aprendíamos a leer y escribir y solía vestir las mismas prendas que yo, esas que nos hacían más torpes en nuestros juegos y callaban nuestra voz interior. He sido feliz con la vida que me ha tocado vivir, pero me emociona comprobar que podría haber sido diferente, que podría serlo para mis hijas. Ella era como el paisaje que se proyecta sobre las aguas del río: el reflejo de la esperanza. Me dolió tanto que nos dejara. Una vida truncada tan temprano. Qué vil puede ser el destino.

Su hija contaba que ella pintaba. Al parecer, hacía garabatos mientras trataba de descifrar los enigmas de ese lenguaje que había hecho suyo. La anécdota no me sorprendió, más bien la recibí como a una vieja amiga que me confirmaba la imagen que yo me había confeccionado: una artista que, tras devorar su entorno con la mirada, sentía la necesidad de hacer trazos con el pincel y crear. Construir puentes entre el mundo de las ideas y el que su cuerpo habitaba. Compartía entonces su hazaña, haciéndonos a todos partícipes de aquella emoción inefable.

Aunque no nos conociéramos demasiado, su pérdida se siente como la extinción de los lugares comunes de la infancia. Echo de menos esa luz que permitía contemplar la realidad con otra perspectiva y otros colores. Por esorecurro a esa fotografía. Pese a que llegué a acostumbrarme a soportar el peso de la realidad sobre mis hombros, en los últimos meses siento que esta comienza a aplastarme. El miedo, esa emoción que siento palpitar en el ambiente desde que tengo uso de razón, ahora golpea con más fuerza, recordándome que no se ha marchado. Me duele ver la paz a mi alrededor y el porvenir de mi familia amenazados. Quizás mi mundo siempre estuvo lleno de contradicciones. La belleza y la oscuridad como rivales en una partida de ajedrez. De un tiempo a esta parte, parece que no queda nada que vele el caos: la bestia nos enseña sus colmillos con ferocidad.

Estoy sola en casa, me escondo de los ruidos que provienen de la calle. Más disturbios. La violencia no cesa y me entristece pensar que somos como un péndulo condenado a describir el mismo movimiento oscilante por la eternidad. Entonces me encuentro de nuevo con sus ojos grises. «Una se tortura a sí misma, pero nadie dijo que la vida fuera a ser fácil» la escuché comentar en una ocasión. Ella decía que había que hacer un gran esfuerzo para ver la belleza de las matemáticas, y ser pacientes. Tal vez eso sirva también para la vida, la libertad … y la justicia.

Sin pensarlo, me dirijo a la puerta de la calle. Me detengo unos instantes frente al espejo y dudo. Mis ojos cansados, pero decididos. Los labios apretados a causa del temor. El cabello rizado, libre, suelto sobre mis hombros….

Finalmente, salgo y me uno al grito colectivo…

¡Zan, Zendegi, Azadi!

(¡Mujer, Vida, Libertad!)

… dejando el chador y el velo tras de mí.

 

 

Nota de la autora

La voz anónima que narra la historia pertenece a la ficción. Su relato ha sido creado a partir de los datos consultados sobre la matemática Maryam Mirzakhani y la historia reciente de su país de origen, Irán. Yo, la autora, soy una mujer occidental que, ante todo, habla desde el respeto y la admiración hacia una gran investigadora. Consciente de la dificultad y las limitaciones para conocer una cultura tan distinta a la mía y describir la situación que viven hoy las mujeres iraníes, mi único objetivo ha sido solidarizarme con su causa y luchar contra el olvido. Al no ser una gran conocedora de la cultura iraní, la descripción de sus costumbres se basa exclusivamente en mis lecturas, lo cual sirva de advertencia y disculpa ante las posibles inexactitudes que haya podido cometer. Pese a todo, espero que este relato permita iniciar una conversación acerca de una mujer extraordinaria, de nombre Maryam, y de tantas otras que actualmente persiguen esa vocación ancestral del ser humano que es la libertad.

Para quienes deseen conocer más, dejo a continuación una lista de las principales fuentes consultadas para preparar este texto, así como algunos datos biográficos de la gran matemática:

Mirzakhani (Teherán, 1977- Standford, 2017) fue una matemática iraní cuyos trabajos teóricos han tenido importantes aplicaciones en áreas como la física o la criptografía. Desde muy joven demostró interés y destreza para las matemáticas, obteniendo diferentes premios en esta disciplina. Tras licenciarse en la Universidad de Tecnología Sharif (Teherán), realizó el doctorado en la Universidad Harvard y mantuvo una reconocida trayectoria profesional que culminaría en el año 2014, al convertirse en la primera mujer e iraní en ganar la medalla Fields, el más prestigioso galardón concedido por la comunidad internacional en el ámbito de las matemáticas. En 2017, falleció a causa de un cáncer de mama.

 «Este es un gran honor. Seré feliz si esto anima a las mujeres científicas y matemáticas jóvenes. Estoy segura de que habrá muchas más mujeres que ganen este tipo de premio en los próximos años».

Maryam Mirzakhani

Desde 2018, el 12 de mayo, aniversario de su nacimiento, se celebra el Día Internacional de las Mujeres Matemáticas.

Bibliografía

—Briongos. 2002. La cueva de Alí Babá. Irán día a día. Lumen

—El País https://elpais.com/opinion/2023-04-28/iran-contra-las-mujeres.html

—Secrets of the Surface https://www.youtube.com/watch?v=hpqxCe8Og8c&t=937s

—Stanford News https://news.stanford.edu/2017/07/15/maryam-mirzakhani-stanford-mathematician-and-fields-medal-winner-dies/

 

https://shop.principia.io/catalogo/intrepidas-1-4/
Maryam Mirzakhani inaugura la serie de minitebeos «Intrépidas».

 

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